El nacimiento de las Relaciones Internacionales como disciplina está ligado a una preocupación: la existencia de conflictos bélicos entre los Estados. Preocupación que en este siglo alcanza un nivel elevado a partir de la experiencia de las dos guerras mundiales y con la aparición del arma nuclear.
Antes de 1914, el fenómeno de la guerra había sido tratado por filósofos, historiadores, juristas, e incluso por estadistas y diplomáticos. Los intentos de teorizar sobre las relaciones interestatales o entre distintas comunidades o sociedades nacionales, dependiendo de cada momento histórico, se remontan hasta Tucídides. Desde el historiador griego, son numerosos los pensadores que han reflexionado sobre los problemas de la sociedad internacional. Sin embargo, será a fines de la gran conflagración de 1914 a 1918, cuando fueron extendiéndose, en las universidades y altas escuelas (high schools), los cursos exclusivamente consagrados a dichas relaciones, o que bajo rúbricas diferentes, tradicionales o nuevas, se agrupaban bajo este título de internacionales.
Los estudios realizados sobre el origen y desarrollo de las relaciones internacionales en los Estados Unidos y Reino Unido aportan no pocos datos sobre los múltiples factores que operaron en su surgimiento. Los cambios estructurales sufridos por la sociedad internacional a consecuencia del desarrollo tecnológico e industrial; la influencia creciente que en las relaciones internacionales ejercen los movimientos sociales y políticos; la heterogeneidad que caracteriza a la sociedad internacional a partir de la Revolución bolchevique; los horrores de la Primera Guerra Mundial y el deseo de instaurar un orden de paz y seguridad; la responsabilidad que en ese mundo cambiante y complejo recae sobre las grandes potencias, y la preocupación científica que a lo largo de los periodos anteriores ha dado lugar a la paulatina elaboración, de la mano del positivismo; pero también del marxismo, de una teoría científica de relaciones sociales en el marco de lo que llamamos ciencias sociales; todos éstos serán algunos de los factores que contribuyan a generar la necesidad de individualizar el estudio de las relaciones internacionales, de interpretar científicamente los fenómenos de la vida internacional y de elaborar una teoría de la sociedad internacional.
Como recuerda William Olson, de la lección inaugural impartida en 1919 por Webster en la Universidad de Gales tras la constitución del primer departamento y la primera cátedra de Política Internacional, ocupada posteriormente por Zimmern, había llegado el momento de reflexionar científicamente sobre los principales fundamentos del orden internacional: «Indeed, even if such principles had existed before the Great War, that event has so sapped the foundations of International order, and changed so remorselessly our conceptions of International Relations, that a recasting of our ideas would be necessary.»
Alfred Zimmern (The Study of International Relations, 1931) definirá las Relaciones Internacionales como un estudio científico del mundo contemporáneo, en la búsqueda de un contenido nuevo pero aprovechando todo lo que sea aprovechable de todas las ciencias sociales. De esta forma, para él las relaciones entre Estados, analizadas con anterioridad, debían dejar paso a las «actuales relaciones entre los pueblos». Esta visión de Zimmern, caracterizadora de los enfoques idealistas, supone una ruptura respecto a las anteriores aproximaciones a la sociedad internacional. La concepción interestatal, propia del derecho internacional interdisciplinar de las ciencias sociales, es que mientras que de tales estudios en algunas ocasiones no pueden derivarse diferentes objetos, sí reflejan una creciente y coherente orientación que va integrando las diferentes contribuciones de otros científicos sociales en un mismo ámbito o campo.
Para Krippendorff, desde un enfoque radicalmente opuesto, las relaciones internacionales tienen que ser el intento de reducir a conceptos teóricos las relaciones entre las naciones, las sociedades y las culturas de distintos orígenes y tradiciones.
Ya en la literatura española, para Antonio Truyol las Relaciones Internacionales son «las relaciones entre individuos y colectividades humanas». Manuel Medina piensa que el contenido de la disciplina «está constituido por los fenómenos de política internacional y las interacciones económicas, sociales y culturales entre distintos entes políticos independientes». Para Roberto Mesa, partiendo del concepto de sociedad internacional, «las Relaciones Internacionales abarcan un complejo relacional en el que tienen cabida los grupos sociales o individuales cuyos intereses o cuya vocación les hace salir del límite nacional y desarrollar o completar sus actuaciones en el marco internacional». Por último, Celestino de Arenal define las relaciones internacionales como «el conjunto de las relaciones sociales que configuran la sociedad internacional, tanto las de carácter político como las no políticas, sean económicas, culturales, humanitarias, religiosas, etc., tanto las que se producen entre los Estados como las que tienen lugar entre otros actores de la sociedad internacional y entre éstos y los Estados».
Las diferencias y similitudes entre estas definiciones, a lo largo de más de setenta años, son igualmente impresionantes. Una crucial distinción hace referencia a lo que cada autor considera fundamental para el estudio, dando por hecho que todos ellos, de una forma más clara o más confusa, central o secundaria, reconocen la obtención de la paz como fin último deseable en el sistema internacional y la disciplina como la búsqueda de la mejor explicación posible del funcionamiento de este sistema complejo que es el medio internacional. Partiendo de este principio general, los factores que hacen referencia al desarrollo y creciente complejidad de la sociedad internacional en su evolución histórica y la elección del modelo, marco general del estudio (o paradigmas), determinará la elección personal al enmarcar el objeto de estudio y su denominación.
Otro criterio adoptado en la conceptualización y delimitación del objeto de estudio de las Relaciones Internacionales, es lo que desde la obra de Max Huber se denomina criterio de internacionalidad. Según ese criterio, y volviendo al origen de la fuente, se entienden como relaciones internacionales: «el conjunto de los fenómenos sociales que expresan relaciones inmediatas de los Estados entre sí o influyen directa o indirectamente en estas relaciones. Es internacional una relación cuando se refiere a relaciones entre grupos sociales que están determinados por poderes estatales distintos, y son internacionales en el sentido más estricto las relaciones entre los Estados mismos».
A pesar de ser esta definición desde nuestro punto de vista insuficiente, encontramos, en la adopción de este criterio, un avance significativo respecto a planteamientos anteriores: la consideración en la determinación del objeto de lo que podríamos denominar el «complejo relacional». Con todas las reservas que pueden formularse en la equivocada equiparación en esta definición de lo «internacional» con lo «interestatal», podemos admitir la internacionalidad como categoría fundamental desde la que una teoría de las relaciones internacionales se enfrenta con la trama del complejo relacional, y coincidimos con ella en que la perspectiva adecuada es la del estudio de los flujos existentes en el medio internacional en cuanto tal, y no simplemente la de los elementos de la misma, por amplia que pueda ser.
Desde nuestro punto de vista, creemos necesario realizar algunas matizaciones a este enfoque. Si el objeto material de las relaciones internacionales está constituido por el «complejo relacional internacional», es necesario decir que siempre dicha consideración debe partir hacia la totalidad y no sólo desde la perspectiva particular de las diversas disciplinas tradicionales, que abarca también aspectos del mismo, como la economía. En realidad, el complejo relacional internacional es, como todo sector de la realidad, objeto material parcial de una pluralidad de disciplinas. Lo que da lugar a una disciplina especial y autónoma de las relaciones internacionales es más que el objeto material, el punto de vista o perspectiva desde el cual dicho objeto material es considerado; esto es, lo que en la epistemología tradicional se denominará el objeto formal.
Por otra parte, si bien es cierto que este planteamiento amplía anteriores conceptos de las relaciones internacionales al incluir todo tipo de relaciones sociales, no es menos cierto que se hace tomando como referencia a los Estados o «poderes estatales distintos», en cuanto rebasan las fronteras de los mismos. Friedlander incluso llega a señalar como objeto de las relaciones internacionales «el conjunto de todas las interacciones entre individuos o grupos que sobrepasan el marco interestatal, pero, aun llevando al máximo este criterio, lo que parece claro es que no abarca, al centrarse en el fenómeno estatal, relaciones sociales que no tienen como punto de referencia las fronteras y que son plenamente internacionales, como es el caso de las desarrolladas por actores que no tienen una base territorial».
Como se puede comprobar plantear una definición exacta de las relaciones internacionales no es tarea fácil, pero la complejidad y el dinamismo, principales características de la realidad internacional, más aún hoy con las modificaciones trascendentales que estamos viviendo, no nos permite desperdiciar elementos de juicio en el estudio científico del medio internacional, adoptando criterios restrictivos que dejarían fuera elementos imprescindibles para realizar un análisis crítico de los acontecimientos internacionales y de la configuración del actual orden internacional.