Conferencia internacional celebrada del 16 de enero al 6 de abril de 1906 en Algeciras (Cádiz) al objeto de decidir sobre el futuro y la independencia de Marruecos. La Conferencia se convocó a instancias de Alemania, que mediante el planteamiento de la «cuestión marroquí» trató de dividir a franceses y británicos, unidos desde 1904 en la entente cordial alcanzada tras despejar sus disputas coloniales. Este hecho obliga a considerar brevemente los antecedentes de la Conferencia, lo que permitirá valorar su significado y trascendencia para las relaciones internacionales y para la política exterior española.
Como se ha indicado, en abril de 1904 el Reino Unido y Francia aparcaron sus rivalidades coloniales y firmaron unos acuerdos para repartirse Egipto, que se adjudicó a la influencia inglesa, y Marruecos que correspondió a los franceses. La Declaración del 8 de abril de 1904, origen de la entente cordial anglo-francesa, reservaba a España un papel en la costa mediterránea de Marruecos, en la zona entre Ceuta y Melilla. Este reconocimiento de los intereses españoles nacía de la desconfianza mutua: los franceses no deseaban que Inglaterra, que ya poseía Gibraltar, se hiciera con el control de las dos orillas del Estrecho, y los ingleses preferían no tener a Francia asentada frente al Peñón, siendo preferible la opción de España, cuya debilidad proporcionaba suficiente garantía de que no se vería amenazado el control británico sobre la entrada al Mediterráneo. El planteamiento fue aceptado por el Gobierno español mediante la firma de la Declaración y Convenio hispano-franceses de 3 de octubre de 1904, por el que Madrid se adhirió al tratado anglo-francés de abril, y por el cual se delimitaron las zonas de influencia española y francesa en Marruecos, reconociendo por otra parte el principio de integridad e independencia del país, que continuó siendo formalmente un Imperio bajo la autoridad del sultán Abd al-Aziz IV. De este modo la política exterior española abandonó una larga etapa de aislamiento e inició una experiencia colonial en el norte de Marruecos de carácter subsidiario y dependiente del entendimiento anglo-francés.
En este punto, Alemania decidió intervenir en la cuestión marroquí. Transigir pasivamente con el reparto anglo-francés del norte de África sentaría un mal precedente y socavaría el prestigio de Berlín, que reclamaba su derecho a opinar en los asuntos coloniales. Pero ante todo, en un momento en que Rusia (aliada de Francia) se hallaba paralizada por la revolución de 1905, el Gobierno alemán vio la posibilidad de instrumentalizar la cuestión de Maruecos para enfrentar a franceses y británicos, debilitando así la entente y rompiendo el «cerco» que se cernía sobre Alemania. La intervención alemana se inició el 31 de marzo de 1905, con el desembarco del káiser Guillermo II en Tánger y su discurso en favor de la soberanía e independencia de un «Marruecos libre (...) abierto a la pacífica concurrencia de todas las naciones». Poco después Alemania hacía conocer su rechazo a los acuerdos franco-españoles y reclamaba una conferencia internacional para decidir sobre los asuntos marroquíes, a la que accedieron británicos y franceses.
Participaron en la Conferencia de Algeciras inaugurada en enero de 1906 once potencias europeas (Alemania, España, Francia, el Reino Unido, Bélgica, Austria-Hungría, Italia, Holanda, Portugal, Rusia, Suecia), los Estados Unidos y una delegación marroquí. Dos posturas opuestas se enfrentaron en las negociaciones. Alemania, con el único respaldo de Austria-Hungría, defendió para Marruecos una política de puertas abiertas que garantizara a todas las potencias, en igualdad de condiciones, la participación en la economía y las finanzas del país. Francia logró el apoyo del Reino Unido, Estados Unidos, Rusia, Italia y España a sus tesis de reparto en dos áreas de influencia.
El Acta Final de la Conferencia, de 7 de abril de 1906, reconocía la soberanía del sultán, la independencia e integridad territorial de Marruecos y el principio de libertad económica y en el acceso a los recursos del país, lo que correspondía a las demandas alemanas de internacionalización. Sin embargo, las restantes estipulaciones del Acta favorecían los intereses franceses, al otorgar a Francia los medios para ejercer un dominio preponderante sobre la economía, las finanzas (control de la Banque de Paris sobre el recién creado Banco del Estado marroquí) y las labores de policía en los puertos marroquíes, compartidas con España.
Francia salió de este modo vencedora de la Conferencia, al igual que España que, a pesar de su posición subordinada, consideró el resultado alcanzado un verdadero éxito. Contra los cálculos alemanes, la entente anglo-francesa no se debilitó, sino que por el contrario salió fortalecida con el apoyo británico y ruso a las posiciones de París, motivado en parte por la alarma que la agresividad diplomática de la Alemania del káiser había despertado en el gobierno de Londres.
A corto plazo, en la Conferencia de Algeciras se había evitado el estallido de un conflicto bélico entre las potencias europeas, pero los motivos de fricción relacionados con Marruecos no quedaron resueltos de manera definitiva, sino que fueron simplemente aplazados.
En los años siguientes a la Conferencia, y especialmente a partir de 1909, españoles y franceses desplegaron su penetración económica, financiera y militar en las áreas de influencia asignadas por los acuerdos de 1904. Previamente, España había reafirmado la vinculación de sus intereses en Marruecos con la política de Francia y Reino Unido, mediante la conclusión de los Acuerdos Mediterráneos (Declaraciones de Cartagena de 16 de mayo de 1907), por los que las tres potencias se comprometían a mantener el statu quo territorial en la zona del Estrecho de Gibraltar, a no ceder a terceras potencias los territorios que poseían en esta zona (lo que debía mantener alejada a Alemania), y a realizar consultas para tomar medidas comunes en caso de que surgieran amenazas a esta situación. Francia trató de despejarse el camino de la penetración en Marruecos mediante la firma de la Declaración franco-alemana de 9 de febrero de 1909, por la que ambos países especificaron el alcance que concedían a las estipulaciones del Acta de Algeciras y Alemania obtenía garantías para sus intereses económicos y financieros en el Imperio jerifiano. Sin embargo, Alemania volvió a provocar momentos de grave tensión al desencadenar la «segunda crisis marroquí» en julio de 1911, con el envío de la cañonera Panther frente a las costas de Agadir para hacer valer los intereses y negocios alemanes en Marruecos frente a las extralimitaciones francesas. La desactivación de esta crisis, mediante la cesión a Alemania de parte del Congo francés y el reconocimiento alemán de la preponderancia francesa en Marruecos (Conferencia de París y acuerdo franco-alemán de 4 de noviembre de 1911), allanó el camino para la imposición sobre Marruecos de los protectorados francés (por el Tratado franco-marroquí de Fez, de 30 de marzo de 1912) y español (por el Convenio hispano-francés de 27 de noviembre de 1912).