lunes, noviembre 25, 2024

AFGANISTÁN (guerra de)

            La Guerra de Afganistán es un conflicto que hunde sus raíces en una conflictiva situación interna y un deseo externo de control del territorio que data de finales del siglo XIX, con la presencia de británicos y rusos que buscaban llevar su área de influencia a esta región. Este desacuerdo se saldó con la decisión neutral de ambas potencias, de declarar y reconocer, en 1919, Afganistán como República Independiente.

            Entre las décadas de 1920 y mediados de los años setenta, Afganistán desapareció del escenario político internacional, mientras, internamente, vivía unas décadas caóticas de graves conflictos políticos internos caracterizados por el paso del reinado de Amanullah a la República de Dagarual Abdel Kader, como solución a dos décadas de asesinatos y abdicaciones de los diferentes Jefes de Estado. El golpe militar de 1978 llevó al poder a un grupo de jóvenes oficiales izquierdistas que establecieron un Consejo Nacional Revolucionario presidido por Nur Mohamed Taraki; un régimen filo-comunista que contaba con el apoyo soviético a través de un tratado de cooperación militar. Las reformas socializadoras y laicas de este nuevo gobierno encontraron una enorme resistencia en una población aferrada a un pensamiento islámico anclado en el pasado y que vivía en una sociedad aún con rasgos feudales. Esta resistencia pronto se concretó en la creación de guerrillas islamistas de mujahidines que desestabilizaron el Gobierno y precipitaron, el 24 de diciembre de 1979, la entrada del ejército soviético con el propósito de ayudar al maltrecho gobierno. Una vez que la Unión Soviética se hizo cargo del gobierno, nombró a Babrak Karmal primer ministro y secretario general del Partido Democrático Popular de Afganistán, justificando su acción como una iniciativa en favor de una estabilidad en Asia central.

            Esta intervención marcó el apogeo de la fase de expansionismo soviético que caracteriza la segunda mitad de los setenta y llevó a la inmediata reacción norteamericana. Washington consideraba que este país asiático se hallaba fuera de la zona de influencia soviética y articuló una respuesta a través del apoyo a los rebeldes. El nuevo enfrentamiento indirecto entre ambos contendientes marcaría una guerra considerada como una de los últimos conflictos de la Guerra Fría.

            La guerra rápidamente se estancó y, mientras los más de 100.000 soldados soviéticos controlaban las ciudades, la guerrilla, armada eficazmente por Estados Unidos y China, que enviaban grandes cantidades de armamento a través de Pakistán, y reforzada con voluntarios árabes y musulmanes imbuidos de una ideología intransigente islamista (entre ellos el saudí Osama bin Laden), formaron la Unión Islámica de combatientes de Afganistán, manteniendo en jaque a un ejército soviético cada vez más desmoralizado.

            Este renovado vigor de los rebeldes y el advenimiento de la Perestroika, llevaron a Mijaíl Gorbachov a ordenar la retirada de las tropas soviéticas de lo que muchos denominaron el «Vietnam soviético». En 1988, la Unión Soviética, Estados Unidos, Pakistán y Afganistán firmaron un acuerdo por el cual los soviéticos se comprometían a retirar sus tropas lo antes posible. Lo que efectivamente hicieron en 1989.

            El conflicto, se estima, causó 1.242.000 muertos afganos de los cuales el 80 % eran civiles. Al mismo tiempo engendró un enorme desplazamiento de población y hacia 1982 casi 3 millones de afganos habían huido a Pakistán y un millón y medio lo habían hecho hacia Irán. La retirada soviética no abrió un periodo de paz sino que dejó a Afganistán en manos de alrededor de diez grupos de distinta extracción e importancia que, con sede en distintos territorios del interior del país, se disputaron el control del gobierno provistos de los recursos y las armas introducidas por la Unión Soviética y Estados Unidos.

            Las divergencias entre sunnitas y chiítas rebeldes, hicieron fracasar la tentativa de creación de un gobierno provisional sólido, dando lugar a dos gobiernos débiles de Najibullah y Burhanuddin Rabbani. Paralelamente, se produjo la consolidación de un grupo de extremistas islámicos talibanes (grupo tribal y guerrillero de estudiantes del Islam) como una de las facciones más poderosas contrarias al Gobierno.

            La instrucción militar y su fanatismo religioso los llevó a iniciar una ofensiva armada para tomar la capital, Kabul, con el objetivo declarado de imponer la Ley Islámica y conseguir un estado de paz. En su ofensiva, que culminó en septiembre de 1996 con la toma de Kabul, fueron eliminando los bastiones del Gobierno por los territorios que pasaban, llegando a controlar el 80 % de Afganistán.

            El ex presidente Rabbani, varios de sus partidarios y algunos jefes del ejército formaron una coalición contraria al régimen talibán, conocida como la Alianza del Norte. Los jefes religiosos talibanes declararon la jidah (guerra santa) contra esta alianza iniciándose así una ofensiva contra las fuerzas del ex Presidente. Ésta se vio detenida cuando las tropas del Gobierno anterior iniciaron su avance hacia Kabul, bajo un intenso bombardeo aéreo, llegando a 40 km de la capital afgana.

            Este conflicto interno en cuatro días adquirió unas dimensiones internacionales desconocidas hasta entonces, con la aparición de la organización terrorista de apoyo a actividades de extremistas islámicos, Al-Qaida o Al Qaeda (al-Q¯a ‘ida: la Base o la Fundación). El día 9 de septiembre de 2001, dicha organización asesinó al jefe de la Alianza del Norte, Ahmad Shah Massoud, desarmando la resistencia interna al régimen talibán. El 11 de septiembre, cuatro aviones secuestrados por terroristas de esta organización, atentaron contra diferentes objetivos estratégicos y simbólicos americanos, matando a 2.973 personas. El día 13, el presidente de Estados Unidos George W. Bush pidió al régimen talibán la extradición de Osama bin Laden, como principal responsable de los atentados de Nueva York y Washington. La negativa de los talibanes precipitó la Segunda Guerra de Afganistán, también denominada por el mando estadounidense «Operación Libertad Duradera».

            Estados Unidos obtuvo el apoyo de la ONU y de la comunidad internacional para la acción directa. El día de la invasión, fuerzas especiales de Estados Unidos y del Reino Unido se infiltraron en el territorio con el objetivo de contactar con la Alianza del Norte para incorporarlos a la operación contra el gobierno talibán. Poco después se inició una campaña de bombardeos contra las posiciones del ejército talibán y de campos de Al Qaeda. Los efectos fueron inmediatos en la capital, Kabul, en Kandahar y en Jalalabad.

            Durante la operación Libertad Duradera, barcos de cinco países (Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Italia y Países Bajos) permanecieron en el Mar de Omán en apoyo de los ataques que se dirigieron contra los posibles campos de entrenamiento de Al Qaeda, donde se sospechaba que podían disponer de armamento y misiles tierra-aire Stinger suministrados por el propio Estados Unidos a la resistencia durante la invasión soviética. En total, veinticinco países apoyaron la intervención, de una o de otra manera, en el territorio afgano.

            Mientras continuaba la búsqueda de Osama bin Laden y el líder afgano, el Mullalh Omar, los ataques aéreos sobre el ejército talibán hicieron mella y el día 2 las fuerzas de la Alianza del Norte podían avanzar libremente hacia Kabul, tomándola el 13 de noviembre de 2001. Este hecho marcó el fin del régimen radical y la ocupación estadounidense, con la imposición de Hamid Karzai como nuevo presidente. En diciembre del 2001, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas autorizó la creación de una fuerza compuesta por tropas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), para apoyar al gobierno del presidente Hamid Karzai a establecer la dirección de su autoridad de la nación.

            Las críticas a la intervención en Afganistán, por parte de la sociedad internacional, aumentaron con el conocimiento de las bajas civiles como consecuencia del enfrentamiento, llegando a hablar la revista Newsweek del descubrimiento de fosas comunes de 3.000 personas.

            En la actualidad, ni los esfuerzos de la OTAN, ni las tímidas acciones del gobierno de Karzai han conseguido estabilizar el país, que se encuentra inmerso, desde el comienzo de la invasión por parte de coalición liderada por los Estados Unidos, en una situación de guerra interna constante, e incluso varios informes recientes ponen de manifiesto que Afganistán puede convertirse en un nuevo Estado fallido y en un nuevo santuario de Al Qaeda. A pesar de los esfuerzos realizados por las organizaciones internacionales, aún un 70 % de la población vive en la más absoluta pobreza, sólo un 23 % tiene acceso al agua potable y un 12 % dispone de servicios sanitarios.

            De momento, Osama bin Laden se encuentra en paradero desconocido. Se le situó durante el conflicto en las montañas de Pakistán e incluso, recientemente, parte de la opinión pública internacional ha afirmado que puede que lleve varios años fallecido, aunque ni Al Qaeda, ni la CIA, ni él mismo han desmentido esta teoría.

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