De la misma manera que los productos industriales mantienen tendencias regulares en la evolución de sus precios posibilitando un flujo regular de ingresos por exportaciones a sus países productores (desarrollados o en desarrollo), los países principalmente exportadores de materias primas han sufrido, tradicionalmente, los avatares de cambios cíclicos de precios y, en el caso de los productos agrícolas, los vaivenes de las cosechas como consecuencia de la climatología. Ello ha motivado alteraciones bruscas en los niveles de ingresos por exportaciones que han sido especialmente graves para los países monoexportadores de algunas materias primas.
El progreso tecnológico y el descubrimiento de productos sintéticos ha venido a agravar las posibilidades de exportación de una amplia gama de productos básicos que eran antes esenciales para determinados procesos productivos o para cubrir la demanda directa de los consumidores finales.
Es evidente que no todos los productos básicos están sometidos a esta lógica que había dado lugar a lo que Raúl Prebisch había calificado de degradación secular de la relación real de intercambio para los países exportadores de materias primas e importadores de manufacturas (piénsese en el caso del petróleo sometido a una creciente demanda), pero en interés a conseguir una estabilización, los países productores y consumidores suscribieron una serie de acuerdos internacionales tendentes a estabilizar los precios mundiales basándose en stocks reguladores financiados conjuntamente. La lógica del sistema se basaba en que cuando los precios mundiales eran bajos por existir un exceso de oferta, la organización encargada del stock regulador compraba los productos en excedente y los retiraba del mercado constituyendo un stock regulador que era sólo puesto sobre el mercado cuando la demanda excedía a la oferta con lo que se conseguía presionar los precios a la baja. Esta técnica fue solamente posible, lógicamente, para productos no perecederos susceptibles de ser incorporadas en stock. En otros casos los convenios internacionales tuvieron menos ambiciones y no concretaron la creación de stocks reguladores aunque sí establecieron medidas comerciales o de producción de otro tipo como, por ejemplo, la propaganda para estimular ventas (acuerdo del aceite de oliva) o las cuotas de producción o de exportación para evitar las situaciones de exceso de oferta (acuerdo del café).
Fueron acuerdos internacionales sobre productos básicos –muchos de ellos sometidos a varias modificaciones y reconducciones en el marco de la Sociedad de Naciones y las Naciones Unidas– el Convenio Internacional del Café, el Convenio Internacional del Cacao, el Convenio Internacional del Azúcar, el Convenio Internacional del Caucho Natural, el Convenio Internacional del Aceite de Oliva, el Convenio Internacional del Trigo (con su Convenio de Ayuda Alimentaria) y el Convenio Internacional del Estaño.
Tales convenios son administrados por organizaciones internacionales integradas por países productores y consumidores (Organización Internacional del Azúcar con sede en Londres, Organización Internacional del Cacao con sede en Londres, Organización Internacional del Café con sede en Londres, Organización Internacional del Caucho Natural con sede en Kuala Lumpur, Consejo Oleícola Internacional con sede en Madrid, Consejo Internacional del Trigo con sede en Londres, Consejo Internacional del Estaño con sede en Londres, así como por Grupos y Subgrupos intergubernamentales creados ad hoc (Grupo Internacional de estudio de la Lana con sede en Londres o Grupo Internacional de estudio del Plomo y del Cinc, con sede en Londres) o grupos internacionales en el seno de la FAO, en Roma (bananas, arroz, carne, etc.).
Estos acuerdos gozaron de gran predicamento hasta la década de 1970 y la Asamblea General Especial de las Naciones Unidas sobre el Nuevo Orden Económico Internacional de 1974 y la IV Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo celebrada en Nairobi en 1976 impulsaron la creación de un Fondo Común para los Productos Básicos (Common Fund for Commodities, CFC) cuyo convenio constitutivo fue firmado el 27 de junio de 1980.
Tal Fondo Común fue concebido como una institución financiera intergubernamental autónoma establecida dentro del marco de trabajo de Naciones Unidas, con miembros nacionales y miembros institucionales entre los que figuran la Comunidad Europea, la Unión Africana, el Mercado Común para África Oriental y Meridional. El Fondo Común debía componerse de dos ventanillas: una primera destinada a financiar los stocks reguladores creados en el seno de los acuerdos internacionales de materias primas y otra segunda creada para promover proyectos referidos a la mejora de sistema de producción, comercialización y promoción de los productos entre los consumidores de una veintena de productos básicos (café, cacao, algodón, cobre, estaño, fibras duras, aceites vegetales, yute, manganeso, mineral de hierro, té, carne y semillas oleaginosas).
La evolución del pensamiento sobre los problemas de la economía internacional hacia fórmulas dominadas por la idea del mercado libre y la quiebra financiera del acuerdo sobre el estaño tras un largo ciclo a la baja de sus precios, hizo que los acuerdos internacionales de materias primas que contenían cláusulas económicas para la constitución de stocks reguladores y regulación artificial de precios se hayan ido abandonando. Ello explica que la primera ventanilla del Fondo Común de Productos Básicos nunca se haya puesto en marcha y sí en cambio la segunda que ha sido activada desde 1989 con las contribuciones financieras de sus países miembros –desarrollados y subdesarrollados (un total de 106 entre los que no se encuentra Estados Unidos).
Este Fondo Común es, pues, un organismo financiero internacional de la familia de las Naciones Unidas estando la sede de su pequeño secretariado en Ámsterdam. El Fondo Común trabaja con un enfoque de proyectos por productos básicos en lugar del enfoque tradicional de proyectos por país común a la mayoría de organismos financieros internacionales. Bajo esa nueva perspectiva el Fondo persigue consolidar el desarrollo socioeconómico de los productores y contribuir al desarrollo de la sociedad en su conjunto. El Fondo da prioridad a los proyectos de pequeño y mediano volumen en pro de la transferencia de tecnología, la promoción de inversiones en nuevos usos finales, la introducción de nuevos productos y la divulgación de resultados de actividades de investigación y fomento. Este fondo proporciona, pues, financiación asequible para proyectos conexos con tales materias primas.
El Fondo Común de Materias Primas trabaja, en conexión con los siguientes órganos internacionales sobre productos básicos gestores de diferentes tipos de acuerdos internacionales en estas materias: Organización Internacional del Cacao, Organización Internacional del Café, Grupo Internacional de Estudio del Cobre, Grupo Internacional de Asesoramiento del Algodón, Consejo Internacional de Cereales, Grupo Internacional de Estudio del Yute, Grupo Internacional de Estudio del Cobre y el Cinc, Red Internacional para el Bambú, Grupo Internacional de Estudio del Níquel, Consejo Oleícola Internacional, Consejo Internacional de Estudio del Caucho, Organización Internacional del Azúcar y la Organización Internacional de la Madera Tropical.
El Fondo Común trabaja también en estrecha colaboración con once Grupos y Subgrupos Intergubernamentales de la FAO referidos a Bananas, Frutos cítricos, Comercio de Pescado, Cereales, Fibras duras, Pieles y Cueros, Carne, Oleaginosas, aceites y grasas, Arroz, Té y Frutos Tropicales.
El Fondo ha adoptado en febrero de 2006 un Plan de Acción sobre las Materias Primas Africanas reconociendo la importancia que para África tiene la problemática de los productos básicos en el contexto de la Agenda de Desarrollo de Doha de la OMC pensando tanto en la transferencia de tecnología de producción y distribución como en la mejora de la calidad, y tanto en la productividad como en la diversificación.
En relación a los problemas internacionales de los productos básicos hay que mencionar que el paso hacia fórmulas más próximas al mercado, para evitar los problemas que los países exportadores han sufrido por la inestabilidad de precios, ha hecho que la Financiación Compensatoria que en su día estableció el Fondo Monetario Internacional para evitar los problemas de balanza de pagos de países con fuerte predominio exportador de materias primas o el Stabex y el Sysmin con que la Unión Europea favorecía a los países de África, Caribe y el Pacífico (ACP) a ella asociados por el Convenio de Lomé, hayan dado paso a fórmulas basadas en el equilibrio macroeconómico general.
El Secretariado de la Commonwealth ha llegado a promover el establecimiento de un sistema de seguros para que sus países miembros se cubran de los vaivenes de precios, al tiempo que los mercados de materias primas han ido promoviendo figuras de «contratos a futuros» para que los productores no deban sufrir alteraciones bruscas en sus ingresos.
Esto no quita que la mayoría de los acuerdos internacionales de materias primas que se había ido creando con cláusulas económicas (café, cacao, estaño) y otros que ya de buen inicio se crearon sin tales cláusulas (yute, aceite de oliva) sigan hoy existiendo aunque, más bien, como grupos de estudio (yute) o agrupaciones de países productores (cobre) o de productores y consumidores (bananas) que llevan a cabo funciones de análisis, promoción mundial (algodón) y propaganda de los productos por ellos cubiertos (Consejo Oleícola Internacional).