Con su discurso en la academia militar de West Point, el 28 de mayo, Barack Obama ha comenzado una campaña dedicada a la política exterior, para corregir la impresión, bastante difundida en la opinión pública, de la debilidad de su jefatura, el declive de Estados Unidos al que ha conducido y la subsiguiente falta de confianza que ha inspirado en general en el mundo entero. Estamos ante un discurso con una redacción brillante, muy equilibrado. En su modestia, que contrasta con la altura de los temas que trata, es la expresión de un “hombre de bien”.
En realidad, el discurso del presidente no hace más que definir lo que ha caracterizado a su política exterior desde su elección en 2008, de manera más coherente y continuada que la de muchos de sus predecesores, a pesar de los errores y confusiones de que adolece toda política. Es una repetición y una clarificación de multitud de pronunciamientos de meses y años pasados, y en último término de su discurso ante las Naciones Unidas en otoño de 2013.
Ha señalado rotundamente que EE UU nunca ha sido tan fuerte como ahora, no solo militarmente, si no por la fuerza de sus innovaciones, la inspiración de sus principios políticos y la asistencia que presta al mundo entero en multitud de campos: es y continuará siendo “la nación indispensable”. Pero al mismo tiempo ha tenido el acierto de señalar por qué muchos americanos sienten esa aparente debilidad y declive de su país: “El mundo está cambiando en acelerada velocidad… Sabemos ciertamente bien, después del 11-S, cómo la tecnología y la globalización han puesto en manos de los individuos el poder que antes estaba reservado a los Estados… Desde Brasil a India emergen clases medias que compiten con las nuestras y gobiernos que se afanan por tener más voz en el foro global…”.
Ante esta nueva circunstancia de la política exterior, ha señalado, no se trata de saber si EE UU ha de intervenir, sino de cómo lo haga. El aislacionismo es tan peligroso como un intervencionismo inconsecuente.
Obama ha definido su doctrina en cuatro puntos:
1. EE UU empleará su fuerza militar, unilateralmente si es necesario, cuando lo exijan sus intereses esenciales: amenazas a la nación, a sus vidas o a la seguridad de sus aliados… “aunque de manera proporcional, efectiva y justa”. Pero otro tipo de cuestiones globales deberán ser resueltas mediante una acción colectiva de diplomacia, sanciones y la aplicación del Derecho Internacional.
2. Este es el caso del terrorismo que se cierne de manera difusa por diversas regiones del mundo. Es “ingenuo e insostenible” contrarrestarlo mediante intervenciones militares en los países afectados. Es mejor ayudarles para que lo hagan por sí mismos, para lo que anunció un fondo de 5.000 millones de dólares.
También es el caso de conflictos como Ucrania y Siria. Por muy graves que sean, no todos los problemas se resuelven por medios militares. Después de haber sido acusado de no respetar las “líneas rojas” con las que advirtió a Siria, Obama anunció que pediría al Congreso apoyo a los insurrectos que mejor puedan derrotar al terrorismo y la brutal dictadura de ese desgraciado país.
3. Después de la Segunda Guerra mundial, EE UU tuvo el acierto de establecer multitud de instituciones internacionales para el mantenimiento de la paz y el fomento del desarrollo. La ONU siguen siendo una plataforma esencial para esos fines. Apoyar y actuar a través de esas organizaciones internacionales no es un signo de debilidad, sino la mejor manera de garantizar la seguridad nacional.
4. Si EE UU debe ver la realidad tal como es, y no lanzarse alocadamente en pos de quimeras irrealizables, también debe de recordar cómo debiera ser. En este sentido, deberá ser siempre el campeón de la dignidad humana y de la democracia. Fomentar la construcción de sociedades civiles por el mundo entero es la mejor garantía de la seguridad de EE UU.
Estos cuatro puntos sientan una auténtica doctrina. En el futuro, serán una guía contra el Miles gloriosus tan del agrado de América.
El presidente Obama ha condenado el intervencionismo militar al que muchos en EE UU han sido tan adictos, precisamente en el corazón militar del país, la academia de West Point. Pero también logró su aplauso al recordar que ha puesto fin a la intervención militar en Irak y Afganistán.
Aunque su alocución es quizá más académica que retórica y serán muchos los que no se sientan convencidos de su prudente internacionalismo, le apoya ciertamente el hastío que la opinión pública siente por toda complicación exterior. La semana próxima viajará a Europa para conmemorar el 70º aniversario del desembarco en Normandía. Cabe esperar que aprovechará para remachar estas ideas.
Jaime de Ojeda es profesor de la Universidad del Shenandoah, Virginia. Fue embajador de España en Estados Unidos entre 1990 y 1996.
Para más información:
Jaime de Ojeda, “Carta de América: ¿El momento de la política exterior?“. Política Exterior 159, mayo-junio 2014.
Jaime de Ojeda, “Carta de América: Un balance de éxitos empañado por la desilusión”. Política Exterior 158, marzo-abril 2014.
Norman Birnbaum, “Paradojas de la presidencia de Obama”. Política Exterior 157, enero-febero 2014.
Jaime de Ojeda, “Balance 2013: batalla interna e incertidumbre exterior”. Política Exterior 157, enero-febero 2014.
Karl rove, “Reacttions To President Obama’s West Point Speech”. Fox News, 28-05-2014.