Los agentes consulares son figuras fundamentales en el ámbito del Derecho Internacional, amparados por diversas convenciones internacionales que regulan sus funciones y responsabilidades. Estos acuerdos, como la Convención sobre Agentes Consulares de 1848 adoptada por el Congreso Panamericano en Lima, marcaron los primeros lineamientos sobre las atribuciones y deberes de los agentes consulares en países específicos como Bolivia, Colombia, Chile, Ecuador y Perú.
Posteriormente, la Convención sobre Agentes Consulares de 1928, derivada de la VI Conferencia Internacional Americana en La Habana, amplió y reforzó los principios consagrados en materia consular. Esta convención ofreció una estructura más sólida y abarcadora para regular las relaciones consulares en el ámbito internacional.
Sin embargo, uno de los documentos más significativos en cuanto a la regulación de los agentes consulares es la Convención sobre Relaciones Consulares de 1963, también conocida como Convención de Viena. Firmada por 95 Estados en Viena, esta convención entró en vigor en 1967 y ha sido adoptada por un número considerable de países a nivel mundial.
La Convención de Viena establece un marco legal completo y detallado que rige las relaciones consulares entre Estados. Define los derechos, privilegios, inmunidades y funciones de los agentes consulares, así como los deberes y responsabilidades que tienen en el país receptor. Además, esta convención regula aspectos cruciales como la protección de los intereses del Estado que representan, la asistencia a sus nacionales, la salvaguardia de sus derechos e intereses, entre otros aspectos esenciales.
En esencia, estas convenciones, especialmente la de Viena de 1963, proporcionan un conjunto de normas y principios que buscan asegurar el respeto mutuo entre los países en el ámbito consular, garantizando un marco jurídico sólido para la actividad de los agentes consulares y promoviendo una relación diplomática y consular armoniosa entre las naciones.