La cumbre de Puerto Vallarta: la Alianza del Pacífico y el Mercosur
Juan Pablo Calderón Patiño y Norberto Emmerich
Julio 2018
El 24 y 25 de julio de 2018 se realizará en Puerto Vallarta, Jalisco, la XIII Cumbre Presidencial de la Alianza del Pacífico, ocasión que se aprovechará también para el encuentro de los jefes de Estado del Mercado Común del Sur (Mercosur). Los dos bloques regionales agrupan a ocho países de Latinoamérica, siendo Brasil la primera economía de la región, seguida de México. En conjunto reúnen una población de más de 480 millones de habitantes. Venezuela, de acuerdo al Protocolo de Ushuaia se encuentra suspendida. El anfitrión de la cumbre, el presidente Enrique Peña Nieto tuvo el gesto de invitar al presidente electo Andrés Manuel López Obrador. Por su parte, el mandatario brasileño Michel Temer agendó una reunión con el tabasqueño, quien previamente se encontró en México con el Secretario de Estado estadounidense, dando cuenta del obligado orden de prioridades de la geopolítica mexicana.
La política exterior hacia Latinoamérica, la región más desigual del mundo, es un imperativo histórico para el próximo gobierno mexicano y tendrá que serlo también para el próximo presidente brasileño que sea electo en octubre de 2018. A estas alturas, todos los actores dejaron de lado las pretensiones de integración política, una experiencia que más allá de las grandes consignas no se consolidó en la etapa de gobiernos progresistas. Hoy la integración no es una opción ideológica sino una obligación impuesta por las circunstancias que derivan de las políticas proteccionistas de Donald Trump que tanto golpean a México, pero que también amenazan a la región con una perentoria escasez de tiempo.
La política exterior hacia Latinoamérica, la región más desigual del mundo, es un imperativo histórico para el próximo gobierno mexicano y tendrá que serlo también para el próximo presidente brasileño que sea electo en octubre de 2018.
Como afirmó Bernardo Sepúlveda Amor en su ensayo “La era Trump: tiempos de incertidumbre en el sistema internacional contemporáneo”, publicado en Este País, la larga brecha del multilateralismo tiene un serio peligro en el siglo XXI. “De esta suerte, 70 años de cooperación entre las naciones, con la construcción de instituciones de gran calado —la Organización de las Naciones Unidas, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, la Organización Mundial de la Salud, el Organismo Internacional de Energía Atómica, la Unión Europea—, parecerían ser víctimas de un sabotaje orientado a hundir un orden establecido. Peligran el sistema de comercio exterior, el reforzamiento de las alianzas políticas, económicas y militares, el Derecho Internacional, el multilateralismo, la protección del medio ambiente, la condena a la tortura, el respeto por los derechos humanos, la cultura de la civilidad y el Estado de derecho, de ponerse en práctica los pronunciamientos del presidente Trump.” Latinoamérica no tiene mucho tiempo y espacio si continúa en la retórica de un laberinto de intenciones. Debe concretar algo.
El acuerdo del Mercosur con la Unión Europea lleva casi 20 años de negociación y los acercamientos con China apenas comienzan bajo la actual presidencia uruguaya del bloque. Argentina mantiene con China un déficit comercial de 7737 millones de dólares y no tiene mucho interés en impulsar un acuerdo, que aparece preocupante para economías tan asimétricamente industrializadas.
El Mercosur, compuesto por países que sostienen distintas estrategias, dificulta establecer con claridad qué, cómo y con quién negociar en cierta medida por los vaivenes políticos del cono sur. La sucesión colombiana no presenta contrariedades con la asunción de Iván Luque, las elecciones brasileñas marcan incógnitas para este proceso auspicioso que se lanza para una Latinoamérica donde “su Atlántico llegue a su Pacífico”.
Latinoamérica no puede avanzar en el sendero de la globalización si no hay acuerdos mínimos entre Brasil y México, que superen la competencia y privilegien las convergencias.
Sobran las dificultades, pero el sentido de urgencia exige resolver un regionalismo abierto. La necesaria búsqueda de mercados alternativos es el punto de encuentro en Puerto Vallarta. Mirar hacia el sur no es fácil para México pero el peligro inminente al que está condenado el Tratado de Libre Comercio de América del Norte obliga a relanzar una relación descuidada en las últimas 2 décadas.
El intercambio entre Brasil y México es de 7700 millones de dólares en una relación comercial que cobró impulso con el Acuerdo de Complementación Económica de 2002. Brasil es el país de la región con mayor grado de apertura económica al ser el principal receptor de inversión china. Ya que Brasil compra a Estados Unidos más de lo que le vende, Trump no muestra preocupaciones por el gigante del sur. El embajador Jorge Goñi Carrasco, Exrepresentante de Chile en México, mencionó que “Latinoamérica tiene dos grandes potencias regionales que son Brasil y México, y es muy sano, un entendimiento entre ambos países y a partir de ello una colaboración con el resto de los países”. Latinoamérica no puede avanzar en el sendero de la globalización si no hay acuerdos mínimos entre Brasil y México, que superen la competencia y privilegien las convergencias. Es importante recordar que China es el principal socio exportador para Chile y Perú además de que en cuatro países de los bloques es su principal importador.
México puede reducir su dependencia de los insumos agrícolas estadounidenses por medio de una mejor relación con Argentina y Brasil y complementar el desarrollo del Mercosur con la provisión de sus activos manufactureros e industriales, como el automotriz, en donde existe una competencia, se tiene complementariedad como se ha demostrado. Más allá de las declaraciones de prensa de los líderes regionales no se busca cerrar una negociación bloque a bloque sino establecer convergencias alrededor de normas técnicas que faciliten el comercio. La cumbre de Puerto Vallarta busca dar una señal política de consolidación de los acuerdos que ya se han iniciado en temas arancelarios. El mundo está cambiando y México está a tiempo de cambiar y resurgir en el escenario regional y mundial, de manera especial en el Pacífico llamado a “desoccidentalizar el capitalismo”.
JUAN-PABLO CALDERÓN PATIÑO es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Iberoamericana y colaborador invitado del periódico Reforma. Sígalo en Twitter en @balajucapitan. NORBERTO EMMERICH es Presidente del Centro de Altos Estudios en Seguridad y Geopolítica de Argentina.