La 23ª conferencia de Naciones Unidas sobre cambio climático (COP23) tuvo lugar del 6 al 17 de noviembre en Bonn. Bajo la presidencia de la República de Fiyi, el objetivo del encuentro era avanzar en la formulación de un “libro de reglas” (rule book) para la implementación de los compromisos nacionales y así cumplir con los compromisos asumidos en el Acuerdo de París (2016): mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2ºC con respecto a los niveles preindustriales y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5ºC con respecto a los niveles preindustriales.
Para avanzar en los principios orientadores de la implementación fueron celebradas en 2017 dos reuniones importantes previas a la COP23. Por un lado, la Reunión informal de los jefes de delegaciones nacionales partes en la CMNUCC (Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, o UNFCCC en sus siglas en inglés) en Rabat (6 y 7 de septiembre de 2017) y, por otro, el Diálogo Ministerial previo a la COP23 (17 y 18 de noviembre). Así, la COP23 fue el resultado de rondas de trabajo dirigidas a establecer la hoja de ruta de implementación y asegurar las fuentes de financiación para la próxima COP24 que tendrá lugar en Polonia en 2018.
La importancia de la COP23 se enmarca en un contexto de gran urgencia y adversidad por parte de importantes socios internacionales. El impacto del huracán Irma y María en las islas del Caribe, el huracán Harvey en Estados Unidos y las inundaciones provocadas por las lluvias de los monzones en el Sudeste Asiático son algunos de los ejemplos que demuestran la virulencia con la que el cambio climático comenzará a impactar. Por otro lado, aquella imagen esperanzadora en la que China y Estados Unidos (que representan el 40% de las emisiones de CO2 en el mundo) se comprometían a ratificar el Acuerdo de París quedó frustrada cuando la Administración de Trump anunció la voluntad de retirar su apoyo.
Entonces, lo que pudo ser un revés definitivo para la implementación del Acuerdo, supuso un llamado por parte de otros actores gubernamentales y no gubernamentales a la defensa de la lucha contra el cambio climático. Desde la reafirmación del compromiso por la gran mayoría de estados firmantes y la Unión Europea, a la campaña realizada por 250 ciudades de Estados Unidos en defensa del Acuerdo de París (“We Are Still In” ), hasta al apoyo mostrado por las redes de ciudades comprometidas con el Acuerdo (como, por ejemplo, la red de C40), todo ello muestra el compromiso internacional que existe contra este reto global; y, lo que es más importante, un claro ejemplo delrol que tienen los actores locales y la sociedad civil en la construcción de la agenda internacional contra el cambio climático.
Las ciudades: laboratorio de desafíos y oportunidades
Tres cuartas partes del consumo mundial de energía y aproximadamente el 80% de sus emisiones de gases de efecto invernadero están vinculadas a las ciudades. Las ciudades no sólo son centros de transporte y centros industriales, también son el destino de los alimentos y las materias primas que se producen formalmente en entornos rurales, pero que, en última instancia, no se habrían producido sin la participación ciudades.
La agricultura es responsable del 70% de la extracción mundial de agua y el 92% de su consumo, pero las ciudades están detrás de gran parte de este uso de los recursos. A través de las cadenas de suministro de alimentos y el “agua virtual” incrustada en los productos básicos, las ciudades son los principales consumidores de agua del mundo (Allan 2011).
Alrededor del 77% de las emisiones de CO2 provienen principalmente del transporte, los procesos industriales, el uso de la energía residencial y los suministros de calor. El metano y el óxido nitroso proporcionan otro 14% y 8% respectivamente, principalmente del uso que se hace de la tierra y la agricultura. De hecho, la agricultura es la responsable de más del 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial a causa de las emisiones de CO2 provocadas por la deforestación y las emisiones emitidas durante los procesos de producción (por ejemplo, en la aplicación de fertilizantes o las emisiones de metano del ganado). Además, si a esto se le añade el impacto de los procesos logísticos y la cadena de distribución de alimentos, esta proporción de gases puede aumentar.
Por otro lado, más de la mitad de la población mundial ya vive en ciudades. Este número está creciendo rápidamente y es probable que, en el siglo XXI, se repitan los patrones de inmigración del mundo desarrollado en los siglos XIX y XX (Saunders 2010).
En este contexto, las ciudades pueden parecer el problema pero son también la solución frente al cambio climático. Las ciudades tienen dos facultades que las hacen el socio adecuado de los estados en esta lucha. En primer lugar, la cercanía de los gobiernos locales y regionales con las necesidades, problemas e iniciativas de la sociedad que hacen de ellas laboratorios de innovación. Y, en segundo lugar, las ciudades son los responsables últimos de implementar los compromisos adquiridos por los estados en las agendas globales como el Acuerdo de París pero también los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Nueva Agenda Urbana de la ONU Hábitat III.
Ahora bien, es necesario reconocer la diversidad de las ciudades en actuales y futuros planes de acción. Por un lado, los desafíos y necesidades de las mega-ciudades del mundo desarrollado son diferentes de sus pares en vías de desarrollo y aún más en comparación con los asentamientos más pequeños y medianos. Por otro lado, las diferencias de asentamientos, de fuentes de energía y las intensidades de generación de gases de efecto invernadero difieren ampliamente y conllevan a diferentes desafíos y oportunidades.
Barcelona tiene una alta densidad de población y la intensidad de gases de efecto invernadero producidos por la generación de electricidad es baja ya que su región, Cataluña, depende aproximadamente en un 50% de la energía nuclear. Una tendencia que puede cambiar si tenemos en cuenta el cierre que se prevé de las dos centrales nucleares para 2050, dejando al gas natural y energías renovables como fuentes de energía. Las áreas en las que se puede conseguir una mayor mitigación en la emisión de CO2 son Heavy Rapid Transit (HRT), Ground Source Heat Pumps (GSHP) y District Energy (DE). Aparte de estas políticas en el ámbito de la generación de electricidad, las emisiones de gases de efecto invernadero suelen ser menores debido a que la ciudad de Barcelona es una ciudad compacta en la que los ciudadanos suelen desplazarse a pie o haciendo un uso mayoritario del transporte público y bicicleta.
Por el contrario, Los Ángeles es una ciudad construida para automóviles y tiene una densidad de asentamiento muy baja. Aquí, los vehículos eléctricos podrían mitigar las emisiones de CO2 en la medida en la se abastezcan de la energía producida por energías renovables, gas natural o energía nuclear. La movilidad eléctrica se ha visto impulsada recientemente por la caída de los precios de las energías renovables y las baterías y las mejoras tecnológicas. Estas y otras soluciones de almacenamiento de energía están ayudando a facilitar la integración de las energías renovables en las fuentes de energía existentes.
Mientras que el principal beneficio económico de la extracción de productos básicos se deriva de poseer el recurso, la economía y las cadenas de valor, la energía renovable genera un cambio en el mercado. La luz del sol y el viento son gratis. La generación de ingresos en el mundo de la energía asciende con las cadenas de valor, desde los productos básicos hasta el desarrollo de nuevas tecnologías. Esto proporciona oportunidades importantes para las ciudades en la medida en que actúan como pioneros de dicha innovación tecnológica y albergan y atraen industrias relacionadas.
Entre otros ejemplos, la ciudad de Ammanse caracteriza por ser un asentamiento de baja densidad que genera una mayor intensidad de gases de efecto invernadero. La alta radiación solar en Jordania, la construcción de energía fotovoltaica integrada y la sustitución del combustible en el transporte, podrían proporcionar ganancias más rentables.
Al igual que Barcelona, Shangháitiene una densidad de asentamientos muy alta aunque, en este caso, la intensidad en la emisión de gases de efecto invernadero del sector energético es muy alta. Esto se debe a la fuerte dependencia que tiene China en el carbón. Además, el Heavy Rapid Transit (HRT) y District Energy (DE), podría beneficiarse especialmente de la importación de electricidad renovable.
Finalmente, la ubicación geográfica de una ciudad también supone variable importante a tener en cuenta para determinar los desafíos y oportunidades. La mayoría de las ciudades están ubicadas cerca de las costas y están mucho más amenazadas por la inundación que, por ejemplo, Quito. De hecho, alrededor del 40% de la población mundial total habita en áreas cercanas a los 100 km de costas, un área que solo representa el 9% de la cifra total de la tierra, con una densidad poblacional particularmente alta (Matti et al., 2016). Dado que las zonas de cultivo y su crecimiento se encuentran desproporcionadamente en otras zonas geográficas, el comercio internacional de alimentos tendrá que crecer de manera abrupta en el futuro. Gran parte de este crecimiento se produce cada vez más en los países de la franja tropical, además de las naciones exportadoras agrícolas tradicionales en las zonas templadas (Woertz y Keulertz 2015).
Barcelona y sus ciudadanos contra el cambio climático: Plan Clima
El Compromiso de la ciudad de Barcelona con la problemática mundial que supone el cambio climático se materializa en varias iniciativas. En primer lugar, cabe mencionar la “Hoja de ruta 2015 – 2017” elaborada conjuntamente, entre el Ayuntamiento de Barcelona y la ciudadanía mediante un proceso de coproducción. En concreto, esta hoja de ruta aglutina diversas iniciativas promovidas por el propio Ayuntamiento de Barcelona y nueve proyectos ciudadanos enfocados en el objetivo de reducir“las emisiones de gases efecto invernadero un 40%, con relación a 2005, y aumentar 1,6km2 de verde urbano” para 2030.
Por otro lado, el Ayuntamiento de Barcelona está elaborando el Plan Clima, que da respuesta al Compromiso de Barcelona por el clima (2015) y al Pacto de Alcaldes/as por la energía y el clima (firmado en 2017), y que integra los siguientes ejes estratégicos:
Al igual que otras iniciativas del Ayuntamiento de Barcelona, la elaboración del Plan Clima ha sido realizada siguiendo un procedimiento consultivo con la sociedad catalana a través de la plataforma “Decidim Barcelona ”. Este proceso tuvo lugar a lo largo de 2017 y terminó con un saldo de 800 propuestas para la elaboración del mismo. Tras un procedimiento de revisión e inclusión de estas propuestas se espera que el Ayuntamiento presente su Plan en la primavera de 2018. De esta manera, se podría decir que el Plan va camino de reflejar uno de los principios defendidos por el Acuerdo de París: fomentar los mecanismos de colaboración bottom-up. De hecho, el uso de estas plataformas informáticas, como la de “Decidim Barcelona”, permite facilitar la inclusión de la ciudadanía y gobiernos locales en la lucha contra el cambio climático y empiezan a ser utilizadas por otras ciudades como Madrid y otros gobiernos autonómicos.
Gobiernos locales y regionales en la COP23
En lo que llevamos de año se han registrado dos problemas fundamentales en la implementación del Acuerdo de París. Por un lado, la brecha que existe entre los compromisos a nivel nacional y la actual reducción en las emisiones de CO2; y, por otro, la brecha entre las acciones e iniciativas de los gobiernos locales y regionales y los planes de acción nacionales.
Para reducir estas divergencias y lograr la implementación adecuada de los compromisos se hace necesario la aplicación de una estrategia que combine mecanismos de colaboración y coordinación bottom-up y top-down porque, como reconoce la Red Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU): “When nations know what cities and regions are doing and how fast they are moving, they are in a better position to assess national progress and progressively raise their own ambitions”.
En la Hoja de Ruta de Marrakech firmada por todos los participantes en la COP22 (2016), los gobiernos locales y regionales reafirmaron su compromiso como principales socios de los estados centralesen la definición e implementación de las contribuciones previstas a nivel nacional.Sin embargo, también reconocieron que “los medios para responder a la voluntad de la comunidad internacional siguen siendo escasos,especialmente dadas las responsabilidades que se han transferido a los gobiernos locales y regionales en el marco de los procesos de descentralización”. De aquí que la cumbre de líderes locales y regionales de 2016 se titulara “Financiar la transición sostenible de los territorios” y que entre las conclusiones se estableciera:
Para ello, los firmantes de esta cumbre se comprometieron a establecer un diálogo y colaboración entre actores públicos y privados y a llevar a cabo el lanzamiento de una Campaña Mundial para la Localización de las finanzas climáticas en 2017 con el objetivo de acelerar la movilización de los financiamientos a nivel local.
En el marco de la COP23, la cumbre de líderes se llevó a cabo el 12 de noviembre de 2017 y llevó por nombre “#Uniting4Climate”. Esta cumbresupuso un espacio en el que 1.000 delegados y 320 representantes de gobiernos locales y regionales y redes de ciudades:
Las redes de ciudades jugaron un papel fundamental en la organización de esta cumbre y el pabellón de ciudades. El programa y los temas que se trataron esos días reflejaron dos preocupaciones. En primer lugar, la necesidad de incluir todos los niveles de gobierno en la redacción del “libro de reglas” a seguir para cumplir con los objetivos del Acuerdo de París. En segundo lugar, la necesidad de coordinar la participación de los diferentes niveles de gobierno en los procesos de planeación, implementación y rendición de cuentas con el objetivo de cumplir con las metas marcadas a nivel nacional.
En concreto, el programa de la cumbre de líderes se desarrolló en torno a las siguientes sesiones: i) Nuevos marcos globales, nuevos modelos para la acción: integrar el clima y la sostenibilidad a lo largo de todos los sectores; ii) Acción climática colaborativa: avanzar a través de la participación de la comunidad y del sector privado; iii) Aunar fuerzas para la acción en regiones climáticas vulnerables; y iv) Elevar los esfuerzos a través de la acción coordinada entre todos los niveles de gobierno. Además, la cumbre cerró con la firma de la declaración: “Bonn-Fiji Commitment of Local and Regional Leaders to Deliver the Paris Agreement at all levels”. El objetivo de esta declaración era:
En concreto, el objetivo n°13 de los ODS llama a “adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus impactos” y, en más de la mitad de las otras metas, el cambio climático reaparece como un factor importante que influye en: la seguridad alimentaria (n°2), el agua (n°6), la energía (n°7), infraestructura resistente (n°9), vivienda sostenible (n°11), patrones de consumo sostenibles (n°12), ecosistemas marinos (n°14) y ecosistemas terrestres (n°15). Incluso los otros objetivos dedicados al desarrollo humano, como la pobreza, la salud, la educación, la mujer, la economía, la desigualdad, las instituciones y la sostenibilidad de la implementación de los objetivos, tienen conexiones indirectas con los impactos económicos del cambio climático.
Además, la Nueva Agenda Urbana respalda la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible especialmente en lo que concierne a convertir las ciudades en inclusivas, seguras, resilientes y sostenibles. Sus principales áreas de acción son: a) estructuras de gobernanza (incluida la participación política) y la transparencia, b) inclusión social, especialmente de aquellos que viven y trabajan en asentamientos informales, c) desarrollo espacial, incluido un desarrollo territorial equilibrado entre las ciudades y sus zonas de influencia que desempeñan un papel crucial en la seguridad alimentaria y nutricional de las ciudades, d) prosperidad urbana basada en un crecimiento inclusivo y sostenible, e) patrones de consumo y producción ambientalmente sostenibles.
En definitiva, los objetivos principales de esta cumbre fueron defender: 1) el rol de las ciudades así como gobiernos locales y regionales en la lucha contra el cambio climático y 2) la necesaria coordinación de las agendas internacionales para garantizar un modelo de desarrollo cada vez más urbano de manera sostenible y equitativa.
Resultados de la COP23
Terminada la COP23 en París y logradas las declaraciones esperadas sobre el compromiso con la reducción de gases de efecto invernadero, se puede decir que las expectativas alcanzadas fueron algo moderadas y se centraron en cómo la comunidad internacional podría contrarrestar el asalto de la administración Trump a las políticas de cambio climático. Un editorial en la reconocida revista académica Nature lo expresó de manera sucinta: “In practice, the Bonn meeting will serve as a litmus test of how the rest of the world plans to stand united [without the US] and to keep the spirit of Paris alive”.
En este contexto, podríamos decir que la COP23 cerró con los siguientes resultados y reflexiones:
– Después de la adhesión de Siria al Acuerdo de París, Estados Unidos es el único país del mundo que tiene la intención de no cumplir el acuerdo. Sin embargo, se debe recordar que existe una divergencia considerable dentro del país que se hizo evidente en la conferencia mediante la participación de dos delegaciones. Por un lado, una representación oficial integrada por tecnócratas que, en su momento, ya habían representado a EEUU en rondas de negociación previas a la conferencia. Por otro lado, una alianza de ciudades, estados regionales, empresas y otros actores subnacionales, organizados bajo el lema de “We Are Still In”. Según las impresiones de la conferencia, si bien el primer grupo tomó posiciones más duras se puede decir que mantuvo una actitud profesional dejando las puertas abiertas a futuros arreglos. El segundo grupo no sólo representaba a más de la mitad de la economía de Estados Unidos sino que remarcó la voluntad de apoyar los compromisos de política de cambio climático, independientemente de la postura obstruccionista que la administración Trump pudiera tomar.
– China dio algunos pasos tímidos para desempeñar un papel más asertivo, por ejemplo en la coalición Ministerial de Cambio Climático que abarca a la UE, China y Canadá.
– El Reino Unido y Canadá lanzaron la alianza “Powering Past Coal Alliance”. El objetivo de ésta es abogar por una eliminación del carbón en los países de la OCDE para 2030 y en el resto del mundo para 2050. Actualmente la alianza cuenta con 20 miembros y su objetivo es llegar a 50 a finales de 2018. Sin embargo, países como Estados Unidos, China, Alemania, Polonia, Australia e India (consumidores todos de carbón) decidieron no unirse a esta iniciativa.
– Un conflicto clave que se dio en la conferencia fue la evaluación de las acciones y ambiciones en materia de cambio climático pre-2020 (Pre-2020 Action) que no forma parte del Acuerdo de París y cuyos compromisos deberían empezar a dar resultados. Algunos países en desarrollo argumentaron que los países ricos no habían emprendido suficientes esfuerzos de mitigación antes de 2020 y se quejaron de los retrasos en el pago de los recursos financieros (100 mil millones de dólares) prometidos en la reunión de Copenhague de 2009.
– Fiyi, como país anfitrión, abogó por un “Plan de Acción de Género”, que enfatiza el papel de la mujer en las acciones contra el cambio climático y promueve la igualdad de género en el proceso. También lanzó la “Plataforma de Comunidades Locales y Pueblos Indígenas y la alianza Ocean Pathway, que tiene la intención de fortalecer la inclusión de los océanos dentro del proceso de la CMNUCC.
– El “Diálogo Talanoa”, antes conocido como el “Diálogo facilitador”, fue una acción excepcional de posible “ambición mejorada” en las políticas climáticas que informará la próxima ronda de Contribuciones Determinadas a nivel Nacional (Nationally Determined Contributions, NDC en sus siglas en inglés) en 2020. Un momento importante para el diálogo de Talanoa será la publicación del informe especial 1.5C del Panel Internacional sobre Cambio Climático (IPCC) en septiembre de 2018.
– Hubo más esfuerzos para desarrollar el “libro de reglas” del Acuerdo de París, como el alcance del inventario global y la inclusión de reglas de pérdida y daño o transparencia.
– Un resultado crucial, aunque no ampliamente reconocido, fue el final de un conflicto estancado en el último año en el sector de la agricultura. Las Partes acordaron trabajar en una serie de cuestiones que vinculan el cambio climático a este sector, incluidas las mejoras del carbono y la fertilidad del suelo, una evaluación de las medidas de adaptación y resiliencia y la creación de mejores sistemas de gestión del ganado.
– La COP23 también presenció el lanzamiento de una nueva asociación mundial para ofrecer seguros asequibles y protección financiera para cubrir a millones de personas más vulnerables.
– Así mismo, la COP23 también asistió al lanzamiento de una plétora de iniciativas relacionadas con la ciudad, como: 1) el programa The City Climate Planner que se alimenta de una base de datos sobre profesionales claves para la planificación de los planes y las acciones sobre el clima en las ciudades, 2) The Urban Leadership Council, que agrupa a representantes de las redes de ciudades, think tanks urbanos y el sector privado que tienen como objetivo construir políticas comprometidas con un modelo de desarrollo urbano sostenible en los países que experimentan un fenómeno de urbanización creciente, 3) el Pacto Mundial de Alcaldes para el Clima y la Energía, y 4) la iniciativa Energía Verde para África.
– En cuanto a Barcelona, la participación de la ciudad ha sido valorada positivamente por los representantes de la urbe en la conferencia. En su opinión se consiguieron los tres objetivos planteados para esta cita mundial:
1) Firmar el compromiso de la ciudad con el grupo de 90 ciudades que forman la red C40 Cities Climate Leadership Group. Una red creada y liderada por ciudades con el compromiso de impulsar la acción urbana para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y los riesgos climáticos.
2) Realizar un intercambio de experiencias con otras ciudades del mundo que comparten riesgos y oportunidades similares y del que se espera que salgan acciones concretas en los próximos meses.
3) Dar visibilidad al trabajo que la ciudad de Barcelona ha venido desarrollando en los últimos años para mitigar los efectos del cambio climático y a los planes de acción acordados para cumplir con los compromisos locales, nacionales e internacionales. Todas ellas iniciativas planteadas ya en el la “Hoja de ruta 2015-2017” y el Plan Clima que se espera ser presentado en la ciudad de Barcelona en la primavera de 2018.
Conclusiones
La COP23 ha sido una conferencia de particular relevancia por el contexto internacional en el que se desarrolló. Sin embargo, a pesar de la importancia reconocida a nivel mundial de este evento, se tradujo en expectativas más moderadas. En sí, la conferencia se centró en cómo podría reaccionar la comunidad internacional después de que Estados Unidos se retire del Acuerdo. Además, cabe remarcar que también se produjeron considerables desacuerdos acerca de los compromisos previos a la agenda pre-2020 de los países desarrollados y sobre una posible eliminación del carbón para 2030 en los países de la OCDE y para 2050 en el resto del mundo.
Ahora bien, la conferencia también se saldó con éxitos notables: China jugó un papel más asertivo, se tomaron medidas importantes para reducir el consumo de carbón y las partes acordaron trabajar en una serie de cuestiones que vinculan el cambio climático y la agricultura, rompiendo un punto muerto. Es este último un tema de especial importancia si se tiene en cuenta que la agricultura es responsable del 70% de la producción mundial de agua y el 92% de su consumo y más del 30% de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial.
A pesar de los que se esperaba, la retórica de los tecnócratas de la delegación de Estados Unidos fue menos beligerante de lo que algunos temían. Y quizá lo más importante de remarcar fue la alianza “We are still in” formada por ciudades, estados regionales, empresas y otros actores de este país que reforzaron su compromiso con el Acuerdo de París independientemente de la postura obstruccionista de la administración Trump.
Este hecho y la organización de la Cumbre Climática de Líderes Locales y Regionales demuestran la importancia que los gobiernos locales y regionales empiezan a tener en la agenda internacional no sólo como gestores sino también como partes activas en la construcción de una agenda internacional contra el cambio climático. Así mismo, también se lanzaron varias iniciativas municipales cruciales, que van desde el programa The City Climate Planner, The Urban Leadership Council, hasta el Pacto Mundial de Alcaldes por el Clima y la Energía y la iniciativa Green People’s Energy for Africa. La continuación de tales esfuerzos constituirá un aspecto indispensable de las políticas de cambio climático ya que el 80% de las emisiones de gases de efecto invernadero están vinculadas a las ciudades de manera directa o indirecta. Las ciudades no solo son centros de transporte y centros industriales, también son el destino de los alimentos y las materias primas que se producen en entornos rurales. Pero, en última instancia, esta producción no sería posible sin la participación de las ciudades y, por ello, las ciudades son parte de la solución.
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Esta entrada fue modificada por última vez en 02/02/2018 16:05
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