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¿Un nuevo ciclo en el Mercosur?

¿Un nuevo ciclo en el Mercosur?

 Javier Grandile

Agosto 2017

Desde finales de 2015, el Mercado Común del Sur (Mercosur) transita una serie de transformaciones que parecen indicar un momento bisagra del bloque regional. A partir de los cambios políticos, principalmente en Argentina y en Brasil, se presencia un modelo de integración ya desplegado anteriormente por los preceptos del neoliberalismo. En política interna, los nuevos gobiernos llevan adelante programas de ajuste y desregulación, al mismo tiempo que proponen una agenda externa signada por la apertura comercial, con estrecha afinidad a la firma de tratados de libre comercio.

La llegada de Mauricio Macri a la Casa Rosada se puede considerar como un cambio de rumbo no solo en Argentina, sino también en el Mercosur y en la región. En su primera participación en la Cumbre del Mercosur, 10 días después de su asunción como Presidente, Macri destacó la necesidad de que los países miembros del bloque tengan una mayor “flexibilidad” y “previsibilidad” en sus relaciones para tener la capacidad de adaptarse a las nuevas necesidades del mundo y a sus vecinos. En el plano comercial, aseguró que no quiere un Mercosur “a dos velocidades”, y por ello invitó a los jefes de Estado a “apretar el acelerador” y llevar a la integración al siglo XXI. En la misma línea aseguró que Argentina hará los esfuerzos necesarios para avanzar en negociaciones con la Unión Europea y con la Alianza del Pacífico. Destacó la importancia de que haya “reglas de juego claras” para crear un marco de confianza y credibilidad, y así poder atraer inversiones y proyectos de infraestructura. En la arena política, por otro lado, pidió por la pronta liberación de los presos políticos en Venezuela. Sin embargo, la respuesta de Nicolás Maduro fue tildarlo de “un burgués de élite, una opción ultraderechista y neoliberal”. No solo eso, sino que llamó al kirchnerismo a resistir en las calles.

En esta misma línea, la toma de poder del Vicepresidente de Brasil, Michel Temer, tras el juicio político a Dilma Rousseff, destituida por casos de corrupción, es considerado un espacio de extrema derecha dentro del Partido de los Trabajadores. El nuevo gobierno ha impulsado una inserción internacional lo más autónoma posible, buscando negociaciones para establecer acuerdos de naturaleza comercial. En varias ocasiones Temer y su canciller José Serra, criticaron las prioridades de la política exterior en los años de Luiz Inácio Lula da Silva y Rousseff. En su discurso de toma de posesión, Temer llamó a que la política exterior volviera a representar los valores e intereses permanentes del país, recuperando el prestigio y la confianza para fortalecer la posición internacional de la economía brasileña. Además, se refirió a la relación con Argentina y el Mercosur considerando que hay que fortalecer el libre comercio y promover una mayor expansión de las inversiones.

En la primera visita oficial, Temer se reunió con su par argentino en la Quinta presidencial de Olivos, en la que ambos llegaron a la conclusión de que el Mercosur tiene que salir verdaderamente al mundo, ya que es un bloque muy cerrado y en más de 20 años no ha logrado acuerdos comerciales significativos. Al mismo tiempo, en la visita de Macri al Palacio del Planalto, ambos presidentes celebraron la “alianza estratégica”, comprometiéndose a eliminar las barreras comerciales para fortalecer la integración bilateral y darle un mayor dinamismo al Mercosur mediante un área de libre comercio con otros países. Destacaron que buscarán, junto a los demás socios del Mercosur (Paraguay y Uruguay, ya que Venezuela se encuentra suspendida del bloque regional), un área de libre comercio con la Unión Europea, que se encuentra en un proceso avanzado de negociación, y con la Alianza del Pacífico, así como con Canadá, Corea del Sur, Japón, entre otros.

Macri y Temer coincidieron en que es necesario la “eliminación de todas las barreras” para convertir al Mercosur en una zona de libre comercio real que pueda negociar acuerdos con otros países y bloques. Actualmente el espacio regional es considerado una unión aduanera en el sistema jurídico internacional, que le brinda un mayor peso y posibilidad de negociación. Sin embargo, autores han considerado a esta unión aduanera como “imperfecta” o “incompleta”, ya que su arancel externo común no contempla el 100% de los productos de los Estados partes. Por otro lado, para flexibilizar el Mercosur y permitir que sus miembros puedan firmar acuerdos de preferencia arancelaria o tratados de libre comercio de forma individual con otros bloques regionales o países, es necesario reformar la Cláusula decisoria nº 32/2000 que lo imposibilita.

No obstante, las mutaciones al interior de los Estados no son las únicas causas del nuevo ciclo. Los cambios a nivel mundial que se suscitaron en el último tiempo también evidencian un nuevo momento regional. La crisis integracionista de la Unión Europea, por un lado, debido al brexit, pone en cuestionamiento la propia naturaleza y el sentido de la integración regional. En Latinoamérica esta situación agudiza las fracturas entre los defensores de un modelo de integración más flexible y concentrado en la variable comercial, al estilo propuesto por los países de la Alianza del Pacífico, y entre los que consideran necesaria una mayor profundización de los espacios de cooperación regional, como en el caso del Mercosur.

El triunfo de Donald Trump en Estados Unidos, por el otro lado, quebró con la lógica de vinculación geoeconómica y el diseño geopolítico de Barack Obama. Aquella que intentó contener a China mediante el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica (TPP), de cercar a Rusia mediante la Asociación Trasatlántica para el Comercio y la Inversión (TTIP), entre Estados Unidos y la Unión Europea, y de poner a prueba el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con Canadá y México, se frenaron cuando el gobierno de Trump decidió defender el nacionalismo económico y el proteccionismo comercial, y por ende dejar de formar parte de estos mega acuerdos.

En efecto, tanto los cambios políticos al interior del Mercosur, como la reconfiguración a nivel mundial, principalmente con el brexit y la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca, proponen un nuevo rumbo obligado del Mercosur dando paso hacia distintos objetivos. El mundo estaría en presencia de una nueva fase de disputa entre dos grandes modelos de gobernanza global: el modelo de Estado como sujeto político capaz de disciplinar a los poderes económicos y la expansión del capital monopólico-especulativo, y los grandes conglomerados económicos que buscan estar por encima del Estado y la política, por medio de instrumentos de desregulación como el TTIP, el TPP y el Acuerdo sobre el Comercio de Servicios (TISA), los tres mega acuerdos internacionales que se están discutiendo en la actualidad.

La antesala de los mega acuerdos, la Alianza del Pacifico y la Unión Europea

Los perfiles liberalizadores de los nuevos presidentes refieren al ingreso, tanto de manera unilateral como multilateral, a los acuerdos de nueva generación que se están desarrollando a gran velocidad. En esta línea, el TISA constituye la piedra angular de los tratados de integración y cooperación, siempre en provecho de los países desarrollados. Firmado en 2012 en secreto y dado a conocer por WikiLeaks en 2016, tiene como finalidad disciplinar al resto de los acuerdos, ya que en él se apoyan las políticas de liberalización global a nivel servicios, como la salud, educación, comunicaciones, transporte, finanzas, entre otros. Eso debido a que el sector de servicios es el principal de la economía internacional. Al mismo tiempo, el TPP y el TTIP, son dos grandes acuerdos impulsados desde Estados Unidos promoviendo una zona de libre comercio. No hay que perder de vista que estos se dieron a partir de negociaciones secretas, por fuera de la Organización Mundial del Comercio (OMC), debido a la insuficiencia de los países desarrollados de ver concretadas sus pretensiones en el Acuerdo General sobre Comercio de Servicios (AGCS), órgano perteneciente a la OMC, sumado al fracaso de la Ronda Doha.

Pero, ¿cómo se podrían relacionar los mega acuerdos con el Mercosur? Desde los cambios políticos a finales de 2015 y mediados de 2016, se ha promovido la convergencia del Mercosur con la Alianza del Pacífico y la Unión Europea. Con respecto a la primera, es un bloque comercial compuesto por Chile, Colombia, México y Perú. Creado en 2011 bajo el mecanismo de integración económica y comercial propuesto por el regionalismo abierto de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de la década de 1990, busca la proliferación de acuerdos de libre comercio y la liberalización comercial en general. Sin embargo la Alianza del Pacífico no sería el fin, sino el medio para confluir en el TPP. Firmado en 2005 por Brunei, Chile, Nueva Zelanda y Singapur, hoy el TPP es un mega acuerdo compuesto por 11 países de la Cuenca del Pacífico (Australia, Canadá, Japón, Malasia, México, Perú y Vietnam). Lo novedoso es que surge mediante la vinculación de cuatro economías pequeñas y abiertas, con bajos niveles de comercio entre sí. Tiempo después buscaría ser el primer tratado de libre comercio tricontinental del mundo que representaría el 40% del PIB mundial y un tercio del comercio internacional. A su vez, tendría como miembros a tres de los cuatro integrantes de la Alianza del Pacífico (falta la ratificación del Parlamento colombiano).

Con respecto a la Unión Europea, las negociaciones con el Mercosur se llevan a cabo desde 1995, se suspendieron en 2004 después de un infructuoso intercambio de oferta de accesos a los mercados y se retomaron en 2010. Hoy, 20 años después, se ha llegado a su 27º encuentro donde la Unión Europea presentó tres propuestas en las que se sigue el libreto de los mega acuerdos: preparar el terreno para inversiones extranjeras eliminando los obstáculos para futuras decisiones de los inversores y proteger sus derechos, aún cuando se deban modificar leyes de los Estados. Las negociaciones entre el Mercosur y la Unión Europea tienen las características de los acuerdos comerciales de nueva generación, con un ordenamiento jurídico global, jerarquizado frente a derechos sociales e individuales, y legislaciones nacionales poco reguladas, entre otras. Es decir, una integración subordinada al mercado global, aceptando la nueva división internacional del trabajo del siglo XXI.

Los cambios políticos en el Mercosur, modificaron notablemente la perspectiva del espacio regional. Se advierte la presencia de un nuevo modelo de integración regional ya desplegado anteriormente bajo el nombre de regionalismo abierto, que reaparece a fines de 2015 con Macri y mediados de 2016 con Temer.

Aunque pareciera que la historia se repite, los contextos no son los mismos de hace 2 décadas. En la actualidad, los cuestionamientos a la globalización y el surgimiento de nuevos nacionalismos en Estados Unidos y gran parte de Europa, se distancian del contexto de surgimiento del Mercosur, determinado por el fin de la Guerra Fría, y las formas de inserción internacional por medio de la globalización. Asimismo, lo que en el pasado había sido el Atlántico como océano por excelencia, hoy lo es el Pacífico y la región de Asia-Pacífico como el gran promotor del comercio mundial.

El mundo no es el mismo que hace 20 años, las relaciones de fuerzas en la región no son las mismas a la década de 1990, y el Mercosur no es igual que en el regionalismo abierto cepalino. La puja de proyectos políticos en materia de integración constituye el sino de estos tiempos.

JAVIER GRANDILE es licenciado en Relaciones Internacionales por la Universidad Abierta Interamericana (UAI). Es profesor adscrito en las cátedras América Latina a través del Cine y Aproximaciones Visuales a la Literatura en la Universidad Para Adultos Mayores (UPAM). A su vez integra la cátedra Política Internacional Contemporánea de la UAI.

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