domingo, diciembre 22, 2024

Brzezinski y el mito de los “derechos humanos”

Brzezinski y el mito de los ‘derechos humanos’

Brzezinski y el mito de los 'derechos humanos’

Zbigniew Brzezinski (1928-2017) fue la cara pública de la política exterior de Estados Unidos, pero estaba lejos de ser un pensador original.

Zbigniew Brzezinski, que murió el pasado 26 de mayo, fue asesor de seguridad nacional’ (NSA) del presidente Jimmy Carter. A diferencia de su predecesor, Henry Kissinger (que todavía está vivo, aunque es mayor que Brzezinski), no era un creador intelectual profundo. Más bien, sus publicaciones lo definen como un seguidor entregado de las modas intelectuales, cuya única idea consistente era una aristocrática hostilidad nacionalista polaca contra Rusia, probablemente aprendida en su infancia.

No fue, por lo tanto, probablemente, el arquitecto del giro en la política de Estados Unidos a los derechos humanos que tuvo lugar bajo Carter, ni de las subsecuentes reorientaciones estadounidenses asociadas a ese giro (en particular, la sustitución de regímenes, nacionalistas militares por gobiernos ‘parlamentarios’ corruptos en el Tercer Mundo, y el apoyo a operaciones de guerrilla contra varios regímenes pro-soviéticos, incluyendo los Khmer Rojos en Camboya, y los muyahidines islámicos contra el régimen de Daoud en Afganistán). Pero fue una de las caras públicas de este giro. (1)

Quizás tuvo alguna influencia político sustantivo en la política mundial – por ejemplo, en relación con el régimen de Jomeini y la “crisis de los rehenes de la embajada” en Iran en 1979-80 – inclinando la balanza hacia los ‘halcones’ en el debate en la administración Carter entre los halcones del Departamento de Defensa que querían organizar una misión de rescate y las palomas del Departamento de Estado, que querían probar la vía diplomacia. Si es así, su legado es la incoherencia de la política moderna de Estados Unidos en el Oriente Próximo, impulsada por el deseo de vengarse de los estados y regímenes que ‘confrontaron’ a los EEUU,  sobre todo Irán.

Estas cuestiones, y el curioso papel de la propia NSA, hace que valga la pena comentar brevemente su vida y el papel que jugó.

Brzezinski nació en Varsovia el 28 de marzo de 1928, hijo de un diplomático polaco con un pasado en la szlachta (terrateniente). Su padre fue destinado a Montreal como cónsul general de Polonia en 1938 y llevó a su familia con él. Brzezinski tenía, por tanto, 11 años cuando se firmó el pacto Hitler-Stalin y la invasión de Polonia la dividió. Una edad suficiente para recordar los ‘días de oro’ de la infancia, cuando, a pesar de la reforma agraria de 1920, la clase a la que pertenecía su familia dominaba en gran medida una Polonia independiente, aunque bajo la tutela de Francia y Gran Bretaña. (2) Tenía 17 años y estaba a punto de comenzar sus estudios en la McGill University de Montreal, cuando la conferencia de Potsdam asignó Polonia a la esfera de influencia soviética, y en su segundo año como estudiante al conocido discurso de Churchill sobre la “cortina de hierro” que había dividido Europa. No aceptó la ciudadanía estadounidense hasta 1958. Con estos antecedentes no es de extrañar que escribiese una tesis de maestría en McGill sobre las nacionalidades soviéticas, y que su doctorado en Harvard fuese sobre ‘cómo leninismo conduce al estalinismo’ (ya un tópico habitual en aquella época).

En 1956 se publicó La purga permanente: la política en el totalitarismo soviético, justo a tiempo para justificar su tesis central de que una de las característica intrínsecas del régimen soviético eran las purgas permanentes, que intentaba ocultar el ‘deshielo’ de Jruschov. Con estos antecedentes no es sorprendente que la Universidad de Harvard en 1959 le diese una plaza de profesor no a Brzezinski, sino a Kissinger, cuyo primer libro – Un mundo restaurado: Metternich, Castlereagh y los problemas de la paz, 1812-1822 (1957), sigue siendo un clásico de las relaciones internacionales. Brzezinski fue a Columbia (Nueva York) en su lugar, y se involucró activamente en los aledaños semi-académicos, semi-gubernamentales de la formulación de la política exterior y de defensa – el Consejo de Relaciones Exteriores, el grupo Bilderberg, y así sucesivamente. En 1973, cuando David Rockefeller creó la Comisión Trilateral como un Grupo Bilderberg ‘no gubernamental’, Brzezinski fue su primer director.

El juicio político de Brzezinski en sus trabajos publicados continuó siendo débil: defendió en los últimos años de la década de 1950, sobre la base de los acontecimientos de Polonia y de Hungría de 1956, el desarrollo de ‘relaciones’ con los regímenes de Europa del Este con el fin de apartarlos de la URSS (en este período, los acontecimientos de Hungría habían acabado en la práctica con cualquier posibilidad real de ello). En 1962 en Ideología y poder en la política soviética negó la posibilidad de una ruptura chino-soviética (dos años después de que el distanciamiento ya fuese evidente para muchos observadores).

Con estos antecedentes, es más o menos inevitable llegar a la conclusión de que la consideración de Brzezinski como un académico serio y su continua contratación por las fundaciones y think-tanks de un tipo u otro, refleja su línea ideológica como un auténtico halcón, en lugar de la utilidad real de sus análisis de los asuntos internacionales.

NSA

En 1976 Jimmy Carter se convirtió en presidente, y nombró a Brzezinski como su asesor de seguridad nacional (NSA). Este trabajo es muy curioso, y la gran visibilidad de Brzezinski reflejaba el anterior papel de alto perfil en el mismo puesto de Henry Kissinger que, a diferencia de Brzezinski, se convirtió más tarde en secretario de Estado. (3) El Consejo de Seguridad Nacional (NSC) fue creado como un comité de coordinación como parte de la reorganización del aparato estatal estadounidense al inicio de la Guerra Fría en 1947. El NSA inicialmente era, esencialmente, el secretario de ese Consejo. (4)

Los miembros del Consejo eran en su mayoría – y de manera apropiada, teniendo en cuenta la naturaleza del trabajo – parte de los aparatos de inteligencia o militares. Esto fue así incluso en el caso de McGeorge Bundy, NSA con John F Kennedy y Lyndon Baines Johnson (1961-1966), y de Walt Rostow, NSA con Johnson (1966-1969); aunque venían directamente de la academia, Bundy había servido en la inteligencia militar y Rostow en la Oficina de Servicios Estratégicos (OSS, predecesora de la CIA) durante la Segunda Guerra Mundial. El nombramiento de Kissinger por Nixon fue, pues, una novedad.

Kissinger había tenido alguna participación limitada en un subcomité del Consejo de Seguridad Nacional durante la presidencia de Dwight D Eisenhower, y algunas débiles conexiones con la empresa político-militar RAND, pero no era realmente un miembro de la comunidad de seguridad, y había apoyado las campañas derrotadas del liberal republicano Nelson Rockefeller por la nominación presidencial en 1960, 1964 y 1968. Es posible que Nixon buscase realmente asesoramiento fuera de los círculos oficiales de inteligencia y militares.

Alternativamente, podría especularse que Nixon estaba buscando, por así decir, un ‘doctor Strangelove’ como pararrayos de las críticas. la famosa película de Stanley Kubrick y Peter Sellers, Doctor Strangelove, fue distribuida en 1964 y era una reacción, como varios libros y películas de la época, a la “crisis de los misiles” en Cuba – pero en forma de humor. El villano real de la película es el demencial general de la fuerza aérea Jack D. Ripper; pero el título de la película se refiere al enloquecido asesor científico para la guerra nuclear del presidente, el alemán ex-nazi doctor Strangelove. El personaje fue concebido como una amalgama de tres figuras: el científico de cohetes ex-nazi Wernher von Braun (como aparecía interpretado contemporáneamente por Tom Lehrer en su canción de la versión estadounidense de Esa fue la semana que fue); Herman Kahn, un judío de Nueva Jersey, teórico de la RAND para las estrategias de juegos de una impensable guerra nuclear; y su colega de la RAND, John von Neumann. (5) La germanidad de Von Braun y su ex-nazismo, y los fríos análisis de Kahn sobre los miles de millones de muertos en una guerra nuclear parecen ser los elementos principales del personaje central de la película. El resultado del éxito de la película fue establecer el estereotipo del científico loco de origen centro-europeo, frío analista de la geopolítica y la estrategia.

En este contexto Kissinger, que creció en Baviera y nunca perdió su acento del sur de Alemania, podría desempeñar el papel de ‘Dr. Strangelove’ de Nixon y servir como un pararrayos, alejando las  críticas de los grupos de élite que de verdad formulaban la política, y el propio proceso de tomas de decisiones  políticas. Por el contrario, McGeorge Bundy era un ‘brahmán de Boston’ – y al cargar más o menos con la responsabilidad por el desastre de Bahía de Cochinos y de la escalada en Vietnam la extendió al núcleo del establishment de Estados Unidos.

Kissinger estaba, sin duda, dispuesto a interpretar el papel – hay algunas citas muy llamativas de ‘humor negro’ suyas de la época. Y parece probable que la administración si consiguió librarse del oprobio de algunos de sus errores políticos más importantes traspasándoselo a Kissinger. En el gran devenir de las cosas, todo ello quedó minimizado por el caso Watergate; pero Nixon ha pasado a la historia como un rufián político de poca monta (aunque se recuerda que fue el responsable del “giro chino” de los EE UU); mientras que Kissinger ha sido y sigue siendo una figura odiosa para gran parte de la izquierda.

Es probable que Nixon recibiera algunos consejos útiles sobre relaciones internacionales de Kissinger, dado que este había reflexionado seriamente sobre la Realpolitik . En 1973, Kissinger pasó de la trastienda teórica como NSA a primera fila como secretario de Estado, aunque siguió siendo a la vez NSA hasta 1975, cuando fue reemplazado por un oficial más ‘tradicional’ del estado mayor de la fuerza aérea, Brent Scowcroft.

En 1976 Jimmy Carter fue elegido presidente; y, evidentemente, pensó que contar con un Realpolitiker centro-europeo académico especialista en relaciones internacionales al que hacer responsable de las decisiones moralmente menos atractivas también le sería útil a él. Fue así de forma espectacular. Carter es recordado como presidente fundamentalmente por su “promoción de los derechos humanos”. Y después de la presidencia fue capaz de empezar una nueva carrera como defensor de los derechos humanos y la paz, gracias a su propia fundación. (6) Brzezinski, aunque también fue un promotor de los ‘derechos humanos’ en 1976-1978, fue el halcón que cargó con la responsabilidad de las operaciones terroristas de estado de los EE UU en el extranjero en 1976-1980.

Halcón

En cierto sentido no es injusto culpabilizar a Brzezinski de ello. A diferencia de la mayoría de sus predecesores, no había servido nunca en el ejército. Pero, por otro lado, era un ‘halcón’ coherente – en particular en relación a Rusia. Las dos cosas quizás estuvieran relacionadas; quienes tienen experiencia militar real suelen estar más dispuestos a reconocer los riesgos posibles de las operaciones militares, incluido su fracaso.

Como he señalado antes, esto se concretó en 1979-80 cuando un grupo de diplomáticos de Estados Unidos destinados en Teherán fueron hechos rehenes por un grupo de estudiantes. Los diplomáticos y los generales debatieron apasionadamente la posibilidad de una operación de rescate; y entre el secretario de Estado Cyrus Vance y Brzezinski. Brzezinski ganó y Vance dimitió. Se llevó a cabo la operación militar y fue un fracaso vergonzoso.

La cuestión no era la posibilidad o no de llegar a un acuerdo con el nuevo régimen iraní. De hecho, la nueva administración Reagan llegó a un acuerdo con Teherán para recuperar a los rehenes. Y la administración Reagan negoció más acuerdos con el régimen como en el caso Irán-Contra, para financiar operaciones terroristas en el extranjero que el Congreso se negaba a apoyar. (7)

La cuestión era más bien que la posición de Brzezinski podría caracterizarse como una política szlachta, como la que llevó al régimen polaco de los años 1930 a rechazar cualquier tipo de acuerdo de seguridad colectiva que incluyese a Rusia y a apoyar a Alemania en el desmembramiento de Checoslovaquia – sólo para ver a Polonia desmembrada a su vez. Una política caracterizada, por una parte, por un sentimiento aristocrático de derecho a unos privilegios y la creencia errónea en la imposibilidad de una derrota militar – en 1930 Polonia concentró su capacidad militar en la caballería. También se caracterizaba, por otro lado, por el resentimiento de una aristocracia desposeída – primero dirigido contra Rusia, pero después de 1980- 1981 orientado contra Irán.

Brzezinski todavía pensaba así en sus últimos años. Se opuso a la invasión de Irak en 2003, porque la guerra debía ser contra Irán. Su artículo de 2016, “Hacia un realineamiento global”, está marcado de nuevo por el sentimiento melancólico de un derecho a los privilegios perdidos, y por el resentimiento contra las antiguas potencias coloniales europeas y Rusia, con la creación de un imaginario anti-colonial estadounidense, capaz de garantizar la contención de Rusia en sus fronteras y la incorporación de China como socio menor y sin aventuras navales. (8) El argumento es tan ridículo como su anterior ‘análisis’. Es este tipo de pensamiento el que ha hecho de las operaciones en el Oriente Próximo de Estados Unidos una mera imposición destructiva, y hace que Georgia y Ucrania con el aliento estadounidense se hayan lanzado a aventuras militares nacionalistas fallidas contra Rusia a expensas de sus propios ciudadanos. Faciunt solitudinem et pacem applellant – hacen un vacío y lo llaman paz.

Derechos humanos

Al mismo tiempo, la imagen de la política de derechos humanos como el ‘lado bueno’ de la presidencia de Carter, y los mujahedin, el rescate fracasado de los rehenes de Irán y lo demás como el ‘lado oscuro’, responsabilidad de Brzezinski, es totalmente errónea. Fue, de hecho, una sola política. La vieja política de 1948-1975 de proteger el’status quo ante’ y ‘contención’ del comunismo fue sustituida por la defensa de los ‘derechos humanos’ y sobre todo de los derechos de propiedad, el libre comercio, y la libertad de culto. Fue el primer paso en el camino hacia las ‘revoluciones naranjas’ y la justificación de las ‘intervención humanitaria’ ya en curso. La fantasía de una parte importante de la izquierda de que el discurso sobre los derechos humanos puede ser de alguna manera adaptado a nuestros propósitos mediante la defensa de los ‘derechos sociales’ o, en una tercera versión, de los derechos ecológicos y de los animales, (9) es completamente engañoso. El objetivo del discurso de los ‘derechos humanos’ fue la creación de una soberanía de los jueces; y, en los asuntos mundiales, los EEUU son los que juzgan a los demás pueblos.

Con suerte, la muerte de Brzezinski, al publicitar el hecho de que fue también un defensor de los derechos humanos, nos permita empezar a escapar de esta trampa mental.

Notas:

1. El escrito obituario en el New York Times del 26 de mayo refleja este punto.

2. E Wasson Born to rule: aristocracy in the modern world London 2006, capítulo 9 (sobre Polonia); L Jakubowska Patrons of history: nobility, capital and political transitions in Poland, London 2012, capítulo 2.

3. Lo mismo hicieron Colin Powell, NSA en 1987-89 y secretario de Estado en 2001-05, y Condoleeza Rice, NSA  en 2001-05 y secretaria de Estado en 2005-09.

4. La entrada de Wikipedia ‘Asesor Nacional de Seguridad’ tiene un resumen aceptable que hace referencia a tratamientos más profundos.

5. Wikipedia, ‘Dr. Strangelove’.

6. www.cartercenter.org .

7.Wikipedia “El caso Irán-Contra”.

8. The American interest Vol 11, No6: www.the-americaninterest.com/2016/04/17/toward-a-global-realignment .

9. Por ejemplo, la sección dedicada a los derechos humanos en Clayton P y J Heinzekehr Organic Marxism New York 2014, capítulo 7 (muy lejos de ser el mejor ejemplo de este enfoque, pero acabo de leerlo).

es profesor de Historia del derecho en el St. Hugh`s College, Universidad de Oxford. Su último libro es Revolutionary Strategy (2008), que pronto verá una segunda edición.

Fuente:

http://weeklyworker.co.uk/worker/1157/the-myth-of-human-rights/

Traducción: G. Buster

[via Rss]

Ver también

Nicolas Boeglin

Israel / Palestina: Asamblea General de Naciones Unidas adopta nueva solicitud de opinión consultiva a la Corte Internacional de Justicia (CIJ)

Nicolas Boeglin, Profesor de Derecho Internacional Público, Facultad de Derecho, Universidad de Costa Rica (UCR). …