El desgaste económico en los territorios árabes ocupados: Cisjordania y Gaza
La Organización Internacional de Trabajo (OIT) elabora un detallado informe anual donde explica la situación de los trabajadores en los territorios árabes ocupados. Entre ellos, nos encontramos con la formación de la actual Palestina —Gaza y Cisjordania—, además de los Altos del Golán. Estos territorios fueron ocupados por el Estado de Israel durante la guerra de los Seis Días y desde entonces, a pesar del rechazo del Consejo de Seguridad de la ONU, la opresión y ocupación de las autoridades israelíes han sido tan constantes como denigrantes para los habitantes palestinos.
Para comprender la base económica de Palestina resulta clave atender a las actividades económicas que mayor repercusión tienen sobre los ingresos territoriales y, por supuesto, personales. Las actividades de la construcción (63%), el comercio, agricultura y pesca (18%) y el sector manufacturero (11%) representan mayoritariamente el mercado de trabajo palestino. En este sentido, parece claro que el comercio de recursos, el acceso a zonas cultivables y de pesca y, de forma destacada, el acceso y uso del agua —ya que la actividad agrícola supone, aproximadamente, el consumo del 70% de agua en Palestina— resultan esenciales para el buen funcionamiento de dichas actividades. Sin embargo, la obtención de recursos se hace estrictamente bajo las órdenes y límites que impone el Estado de Israel, las confiscaciones de tierras y limitaciones marítimas a los trabajadores palestinos son constantes y el acceso al agua, controlado por las autoridades israelíes, representa una verdadera dificultad, al mismo tiempo que se contaminan determinadas zonas de agua con el objetivo de aumentar los precios en el mercado.
Los bantustanes palestinos frente al Estado de Israel
Desde la creación del Estado de Israel en 1948, Palestina ha ido perdiendo paulatinamente diversos territorios propios. De hecho, en 1949 se elaboró una franja —conocida como la Línea Verde— para delimitar las fronteras israelíes con el territorio de Palestina. No obstante, con el paso de los años y desde el fin de la guerra de los Seis Días (1967), Israel ha ido ocupando mayor superficie dentro de la Ribera Occidental y la Franja de Gaza.
Si bien desde la década de los 70 Palestina ha ido obteniendo una mayor entrada en la representación internacional tras haber sido invitada la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como miembro observador en la ONU, Israel ha reforzado un ideario fuertemente antipalestino mediante restricciones de tierras y zonas marítimas, destrucciones de viviendas e infraestructuras y bloqueos económicos y comerciales a determinados territorios palestinos.
Los territorios árabes ocupados han vivido durante los últimos años una notable mejora económica, si bien su situación sigue siendo muy frágil. Hemos de entender que esta mejora se ha visto respaldada por el aumento de donaciones a los habitantes de Cisjordania —sobre todo a los colonos israelíes—, lo que ha provocado un leve crecimiento económico. No obstante, el PIB se ha mantenido igual en este territorio y el incremento de puntos de control en Cisjordania empieza a ser alarmante. En el caso de Gaza, el bloqueo al que está sometido el territorio por parte de Israel desde 2007 ha impedido cualquier desarrollo socioeconómico posible de los gazatíes.
Para ampliar: “Israel y Palestina, destinados a no entenderse¨, Adrián Vidales en El Orden Mundial, 2013
Llegados a este punto, resulta esencial conocer y comprender el conflicto entre Fatah y Hamas, las dos organizaciones político-militares con gran representación en Palestina, para mostrar las dinámicas sociopolíticas y territoriales de los palestinos. Tras la muerte de Yasir Arafat, Hamas, antiguo aliado de los Hermanos Musulmanes, obtuvo la victoria en las elecciones legislativas de 2006. A partir de entonces, el conflicto entre ambas facciones —las cuales representaban a la gran mayoría de población palestina— iba en aumento. Países como Estados Unidos, Gran Bretaña o Israel se encargaron de catalogar a Hamas como un “grupo terrorista internacional”, lo que desencadenó la suspensión de ayudas internacionales. Después de varios años de conflicto armado, centenares de palestinos muertos e intentos fallidos de acuerdos para cesar la violencia, en 2014 se logró un acuerdo de conciliación entre ambas organizaciones, lo que dio lugar a la instauración de un nuevo Gobierno de unidad de Fatah presidido por Mahmud Abbas. Tal y como afirmó el primer ministro palestino, se reconoce la “legitimidad” del Estado de Israel a la vez que se manifiesta el compromiso de las autoridades palestinas de lograr una paz que rebaje las tensiones del conflicto entre ambas naciones.
No obstante, este acuerdo entre las dos organizaciones se fragmentó a los pocos meses, lo que creó un clima de tensión entre ambos que hoy todavía persiste. Las divergencias políticas y posiciones territoriales escenifican claras diferencias ideológicas, y el hecho de que Fatah colabore con las autoridades israelíes no hace más que evidenciar el deseo de este movimiento de erradicar las principales actividades de Hamas en Cisjordania.
El apartheid cisjordano
La Ribera Occidental —West Bank en inglés— representa una gran parte de lo que hoy conocemos como Palestina. Desde finales del siglo XX, el territorio cisjordano se encuentra dividido en tres zonas: la zona A, controlada por la Autoridad Nacional Palestina (ANP); la zona B, controlada conjuntamente por las tropas israelíes y palestinas, y la zona C, controlada exclusivamente por los israelíes. No obstante, la realidad de la Ribera Occidental es que la zona C supone más del 60% del todo territorio, caracterizado por poseer grandes hectáreas de tierra, por rodear las zonas A y B y, por ende, por ser el terreno limítrofe con Jordania.
Por otra parte, la zona A, bajo la autoridad palestina, compone el 18 % de Cisjordania, y aunque la zona B está, teóricamente, controlada conjuntamente por las dos autoridades, determinadas zonas están constantemente amenazadas por las expansiones territoriales de Israel. La gran mayoría de la población palestina habita en la zona A, pero hay que tener en cuenta los puntos de control y de seguridad militar, una realidad que limita la vida de los palestinos.
En este punto, cabe diferenciar la población colona israelí de la población palestina. El primer sector poblacional se refiere a aquellos ciudadanos israelíes que, tras el establecimiento de diferentes asentamientos en territorios palestinos por parte del Estado israelí, habitaron —y habitan— en estas zonas con el objetivo de registrar estas tierras como estatales, práctica habitual durante las dos últimas décadas del siglo pasado que seguía las pautas de la ley de tierras otomana de 1858, vigente antes de la ocupación. Por otra parte, la población palestina compone el sector social originariamente autóctono del territorio de Palestina, el cual en muchos casos se ha visto obligado a trasladarse a Cisjordania tras la demolición de sus casas y su expulsión de las zonas consideradas territorios del Estado de Israel.
Para ampliar: “Jerusalén, bendecida por Dios, maldita por la guerra”, Daniel Rosselló en El Orden Mundial, 2016
De esta manera, la Ribera Occidental se presenta como un territorio verdaderamente polémico. La llegada de judíos —incentivada por las autoridades israelíes— ha ido provocando, paulatinamente, una expansión territorial considerable. Mientras los judíos obtienen ventajas y determinados alicientes sociales y, sobre todo, económicos para asentarse en Cisjordania, la marginación y exclusión de los palestinos es tristemente abrumadora.
Una de las grandes preocupaciones económicas en Cisjordania es la dificultad para la circulación de los habitantes por el territorio. En este sentido, más de cien mil palestinos cisjordanos se ven en la necesidad de trabajar en los asentamientos israelíes, vigilados y protegidos por los diferentes puntos de control que las autoridades israelíes han ido construyendo a lo largo de los años. Así, estos trabajadores se encuentran con numerosas trabas para pasar de unos territorios a otros, lo que limita gravemente su libertad de circulación, garantizada según el acuerdo de Oslo (1993). La seguridad de los trabajadores en asentamientos israelíes es un tema importante que considerar, sin mencionar los abusos y limitaciones que viven en los puntos de control. Además, la gran dificultad de los palestinos para cruzar la Línea Verde hacia Israel les impide reunirse con familiares y amigos ubicados en ciudades israelíes o en las cárceles, las cuales se encuentran únicamente en la parte israelí.
Hebrón como reflejo de las desigualdades en Cisjordania
Entender la situación general de la Ribera Occidental significa comprender las dinámicas socioeconómicas de Hebrón, ciudad ubicada al sur de Cisjordania. Esta ciudad, una de la más antiguas del mundo y con precedentes bíblicos, ha sido conquistada y habitada por diferentes imperios a lo largo de la Historia. Antes de su ocupación, Hebrón representaba el principal motor económico de Palestina. Las calles Shalala y Shuhada escenificaban los pulmones comerciales de la ciudad y las zonas del sur y del este mostraban su gran importancia industrial.
No obstante, desde 1967 esta ciudad es ocupada por las autoridades israelíes hasta finales de los 90, cuando el primer ministro israelí, Netanyahu, y el presidente de la OLP, Arafat, firmaron los acuerdos de Hebrón (1997), por los cuales la ciudad quedó dividida en dos partes: H1 y h4. La primera parte corresponde al 80% de la ciudad y está habitada mayoritariamente por población palestina, mientras que la segunda está controlada por las tropas israelíes.
Por tanto, estas dos zonas, al estilo general de Cisjordania, representan el control de una autoridad y de otra, aunque no son el reflejo de los lugares donde habitan cada población. La mayoría de la población de Hebrón es palestina, pero la singularidad radica en el hecho de que existen varios enclaves céntricos donde se asienta la población judía. De hecho, la mayoría de familias de la zona h4, lugar controlado por el ejército israelí, viven por debajo del umbral de pobreza.
Una de las particularidades de Hebrón es que se encuentra en un proceso de aislamiento y bloqueo. La ciudad se encuentra decorada por rejas, barrotes, cámaras de seguridad, barricadas de alambre y, por supuesto, puntos de control. Además, resulta llamativo que los asentamientos israelíes resplandezcan en pleno corazón de la ciudad, por lo que colonos y palestinos se encuentran viviendo pared con pared.
La tarea de proteger a los cerca de mil colonos israelíes se encomienda a 4.000 soldados, ya que a veces se hace indispensable el uso disuasivo de la fuerza para custodiar y asegurar la libre circulación de los colonos. Según Paula de la Fuente, miembro de la asociación PalSpain, es frecuente que patrullas de soldados, uniformados con las mejores vestimentas y recursos de combate, paseen por las calles en busca de sospechosos aleatorios —por lo general, jóvenes palestinos—. También son constantes las detenciones, los arrestos y las tomas aleatorias de casas habitadas por palestinos, así como los toques de queda diarios y los registros en los puntos de control.
En definitiva, las irregularidades y diferencias sociales, económicas y jurídicas son la práctica común en la ciudad de Hebrón. El ejército israelí manifiesta la autorización legal de disparar a cualquier persona que porte un arma, tal y como establece la ley militar israelí, lo cual confronta con la ley civil, por la cual los colonos israelíes tienen el derecho a portar armas con el fin de protegerse. Prueba de estas diferencias es la mezquita de Ibrahim, ubicada en la zona h4, denominada por los judíos como la Tumba de los Patriarcas. Esta mezquita representa el segundo lugar sagrado más importante para el judaísmo y el tercero para el islam, por lo que desde 1967 este edificio se ha convertido en mitad sinagoga y mitad mezquita. Pero, mientras que los judíos tienen libertad de entrada en la sinagoga, los musulmanes encuentran grandes trabas para rezar y deben identificarse previamente en los puntos de control israelíes que rodean el edificio.
El bloqueo a la Franja de Gaza
Históricamente, la ciudad de Gaza ha estado en posesión de varios países, desde el Mandato Británico Palestino, pasando por las manos de Egipto tras la guerra árabe-israelí de 1948 y explotada, definitivamente, por el Estado de Israel tras la guerra de los Seis Días. La Franja está habitada por millón y medio de personas en 360 km2, por lo que es una de las zonas más densamente pobladas del planeta: 4.200 habitantes por km2.
Desde 2007, debido a los túneles subterráneos que unían Gaza con Egipto para intercambiar recursos entre Hamas y los Hermanos Musulmanes, la Franja de Gaza sufre un fuerte bloqueo por tierra, mar y aire. En este sentido, hemos de entender que, si bien ambas organizaciones se consideraban aliados naturales, Hamas representa, en cierta medida, una irrupción palestina de los Hermanos Musulmanes. No obstante, tal y como se ha podido observar durante las últimas semanas, la ruptura entre ambas organizaciones parece más que evidente, lo cual viene a confirmar el beneplácito de Hamas a considerar un Estado palestino según las fronteras establecidas de 1967.
El bloqueo a la Franja ha supuesto limitaciones en la libre entrada y salida de personas y mercancías, la falta de alimentos y medicamentos y, por supuesto, incontables bombardeos que han destruido viviendas e infraestructuras y han provocado una crisis humanitaria sin precedentes. Por tanto, para entender verdaderamente el desarrollo socioeconómico de los habitantes gazatíes durante los últimos años, resulta esencial tener en cuenta este bloqueo total que ha promovido el Estado de Israel sobre el territorio.
El ejército israelí se ha encargado de orquestar continuos ataques a pescadores y agricultores con el fin de castigar fuertemente los ya de por sí precarios trabajos de los ciudadanos gazatíes. Además, el Estado de Israel ha limitado el espacio para la actividad pesquera en Gaza, reducido a una estrecha franja de tan solo tres millas —algo menos de cinco kilómetros—. El desempleo laboral se aproxima al 50% y es aún mayor entre los jóvenes gazatíes graduados (60%). La falta de materiales para la construcción causa la baja tasa de actividad económica y la escasez de combustible conlleva el descenso del comercio, la pesca y la agricultura. Por otro lado, el control de las zonas de contención en Gaza por parte del ejército israelí dificulta a sus habitantes desarrollar actividades agrícolas, ya que dichas zonas cuentan con los territorios más fértiles de toda la Franja.
El 60% de la población gazatí vive con problemas alimentarios, mientras que el 80% de los ciudadanos sobreviven y dependen de la ayuda humanitaria. Todo ello, unido al hecho de que el 95% del agua de la franja de Gaza ha sido contaminada por las autoridades de Israel, muestra el deterioro en el que se encuentran las actividades económicas de los ciudadanos, las cuales se caracterizan por estar prácticamente subdesarrolladas: las actividades laborales tienen poca capacidad productiva y los trabajadores manifiestan una escasa formación educativo-laboral.
No es una guerra cuando el otro no tiene medios para defenderse
Varias medidas deben implantarse en el seno de Palestina para mejorar las condiciones laborales de los habitantes: promover la seguridad de un trabajo digno y acorde con los derechos humanos, derechos laborales protegidos por los sindicatos, libertad de circulación de los ciudadanos, fomentar el empleo —sobre todo entre mujeres y jóvenes— y la reconstrucción de Gaza, entre otras medidas.
Sin embargo, ninguna de ellas debe desarrollarse sin que antes se haya conseguido la paz entre los dos territorios. Y este asunto, tristemente, parece aún alejado de hacerse realidad. Mientras que Israel se vende internacionalmente como el único país de Oriente capaz de promover un cierto grado de desarrollo y prosperidad en Palestina, sigue reproduciendo una ocupación feroz y una explotación territorial preocupante.
La periodista libanesa Rafeef Ziadah, de ascendencia palestina, muestra con un poema cuál es la realidad en la Franja y cuál debe ser la primera medida para incentivar el desarrollo económico y personal de los palestinos: cesar la masacre diaria que viven los gazatíes.
“Lo que lleva haciendo el Estado de Israel sobre Palestina durante los últimos años solo tiene un nombre: violencia estructural”. Así lo define nuestra colaboradora en este artículo, Paula de la Fuente, quien ha vivido durante meses la cruda realidad cotidiana de los palestinos sometidos por Israel. “No sirve de nada hablar de violencia física, psicológica, laboral… La violencia estructural es el sistema global sobre el que se basan el resto de injusticias y discriminaciones”. Para ella, supone una ideología manifestada y promovida por Israel en sus políticas de contención, de expansión y de ocupación. “Para entender la situación de Palestina, resulta necesario comprender el bloqueo internacional al que está sometido. Y el primer paso de concienciación internacional ha de construirse desde el boicot económico al Estado de Israel”.
En este sentido, resulta demasiado simple llamar guerra a algo que no lo es. Y no lo es por las simples condiciones del conflicto palestino-israelí: la continua masacre a los civiles palestinos y el plan de ocupación en los territorios. Los palestinos —de forma claramente desorganizada, sobre todo durante los últimos años— también han ejecutado varios ataques a soldados y ciudadanos israelíes, pero estos deben entenderse —que no justificarse— sobre todo como fruto de la desesperación que supone la ocupación estructural del Estado de Israel.
Carece de sentido, así, alegar que los dos territorios son bélicamente peligrosos: uno lleva a cabo ataques esporádicos a las autoridades israelíes en respuesta a las continuas ofensivas; el otro desarrolla un programa de bombardeo, expulsión y ocupación constante sobre aquellos que ocupan un papel secundario en el conflicto, los habitantes palestinos. Si el prisma internacional sigue incriminando al Estado de Israel por sus políticas de ocupación sin llevar a cabo políticas de facto, los ciudadanos palestinos seguirán viviendo en condiciones infrahumanas. Cualquier palestino vive diariamente con la incertidumbre de que puede ser el día en que destruyan su hogar, sea encarcelado o, lo que es peor, que su familia y entorno puedan ser masacrados en un bombardeo.