Croacia, cronología de una reconstrucción
La República de Croacia ha sufrido una notable transformación económica desde el fin del conflicto yugoslavo. Por medio de alianzas con organismos multilaterales, Croacia ha sabido reconstruir los daños ocasionados por la guerra y direccionar su actividad productiva hacia la economía de mercado dejando atrás el modelo yugoslavo. En los últimos años, se ha unido al proyecto europeo para ganar competitividad en la región.
La república croata y, en especial, la región de Dalmacia se encuentran en un momento histórico en el que sus principales ciudades costeras, bañadas por el mar Adriático, gozan de una popularidad inédita. Dubrovnik es el escenario de varias de las más importantes series y producciones cinematográficas internacionales, la ciudad de Zadar ha sido recientemente galardonada como el mejor destino turístico europeo, Rovinj y Porec son sedes del circuito mundial de carreras extremas de avionetas y de vela —respectivamente—, en Split se celebra uno de los principales festivales internacionales de música electrónica y la capital del país, Zagreb, cuenta con el que ha sido considerado el mejor mercado de Navidad en Europa, mientras que la infinidad de islas croatas en el Adriático da cobijo veraniego a turistas venidos de todo el mundo.
Es indudable que Croacia cuenta con un importante papel a escala mundial en materia de turismo. Sin embargo, en la década de los años noventa, muchas de estas localidades se vieron envueltas en uno de los últimos y más lamentables episodios bélicos en Europa: la guerra de Yugoslavia. En el trascurso del conflicto, las ciudades dálmatas al pie del Adriático fueron objetivo de ataques aéreos y los bombardeos causaron grandes destrozos en su infraestructura; de igual forma, se vieron dañados diversos monumentos de carácter histórico-cultural, los cuales fueron recogidos por su importancia histórica en un extenso listado elaborado conjuntamente entre la Unesco y el Consejo de Europa.
La estampa de la destrucción se percibía con mayor sensibilidad en la comunidad internacional por la belleza arquitectónica de estas ciudades destruidas, pero en el interior de Croacia también hubo localidades, como Vukovar, que fueron reducidas enteramente a escombros y obligaron a un importante porcentaje de ciudadanos croatas a refugiarse en otros países de Europa, principalmente en Alemania, Austria, Suiza y Suecia.
Una vez acabada la guerra, la naciente República de Croacia comenzaba a construir una nueva Historia con un país completamente arrasado por la contienda. El gran número de bajas y las migraciones dejaron regiones enteras en situación de desabastecimiento, mientras que la coyuntura económica sufrió por la inestabilidad político-militar en toda la región, dado que los conflictos en los Balcanes perdurarían varios años más en regiones cercanas, como Bosnia-Herzegovina o Kosovo.
En este momento es donde entran en juego diversos agentes multisectoriales para elaborar un plan íntegro de reconstrucción con el objetivo de brindar apoyo a aquellas regiones que se vieron afectadas en mayor grado por la conflagración bélica. El reconocimiento internacional del país abrió la puerta de entrada a organismos internacionales que elaboraron junto con el gabinete del presidente Franjo Tudjman (1990-1999) una serie de políticas de recuperación socioeconómica.
En 1991 la República de Croacia fue reconocida junto con Eslovenia por la Unión Europea y los Estados Unidos. En ese mismo año la desmembrada ex república yugoslava pasaba a ser miembro de la Organización de las Naciones Unidas y posteriormente se adheriría al Fondo Monetario Internacional (FMI) y firmaría acuerdos con el Banco Mundial, entre otros organismos de fomento, con los que comenzaría a colaborar instantáneamente. En 1992 crearía su propia institución a escala local, el Banco Croata de Reconstrucción y Desarrollo.
Los planes de reparación de daños en complejos históricos han sido un episodio de relativo éxito en los últimos años, puesto que se ha conseguido restaurar importantes obras arquitectónicas dentro de edificaciones barrocas, góticas y románicas, así como cascos urbanos de corte veneciano, por toda la república en un tiempo récord —como en la ciudad de Dubrovnik—. Con la consecución de estas recomposiciones, dirigidas principalmente por la Unesco, el tan importante sector turístico volvía poco a poco a fortalecerse y el encanto de sus ciudades costeras, unido a la belleza de sus parques nacionales y la majestuosidad de su naturaleza, atraía de nuevo a multitud de viajeros a Croacia.
Pero el plan no buscaba solo borrar el estigma de la guerra con las reconstrucciones de elementos históricos y el desmantelamiento de minas antipersona. Croacia trazaba un nuevo diseño económico en el que era imprescindible contar con el apoyo de organismos multilaterales de desarrollo para la asistencia técnica y el apoyo financiero, además de conseguir una capacidad crediticia lo suficientemente competitiva para los inversores extranjeros con la ayuda garante de estas instituciones.
Dentro de las materias obligatorias que tenían que llevarse a cabo, estaban la rehabilitación del tendido eléctrico, el restablecimiento de los servicios de saneamiento, la reparación de puentes y otras infraestructuras viarias y reformas en las instalaciones fabriles y manufactureras. Una vez conseguido esto, se podía dar paso a los planes de apoyo para la pyme croata y las explotaciones comerciales de cooperativas en zonas rurales. Los organismos multilaterales tuvieron que delinear junto con el Gobierno planes anexos de refuerzo para la llegada de los refugiados y repatriados en los años siguientes al fin de la guerra y también nuevas medidas de urbanismo y reubicación familiar de los desplazados internos.
En 1993, bajo el mandato del presidente Tudjman y el primer ministro Nikica Valentić, se llevan a cabo las negociaciones con el FMI y al año siguiente la Hacienda croata recibe sus primeros préstamos del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (EBRD) y del Banco Mundial.
Estas instituciones multilaterales se sirven principalmente de cinco herramientas financieras para acometer sus actividades en fomento del desarrollo: donaciones —transferencias directas de dinero sin contrapartida económica—, préstamos en condiciones concesionarias —generalmente con un tipo de interés casi nulo—, préstamos estándar —con intereses marcados por el mercado—, inversiones directas de capital en las empresas del país y garantías en caso de impago a compañías con capacidad crediticia limitada.
En este sentido, los tres primeros instrumentos financieros suelen otorgarse a países en situación de conflicto interno, que san sufrido una catástrofe o con un nivel de ingresos relativamente bajo, mientas que los dos restantes se destinan a países en vías de desarrollo con unos ingresos medios. En el caso croata, fueron principalmente los préstamos y las garantías los que ayudaron a sanear las finanzas del país y formalizar un primer despegue.
Con esta primera inyección monetaria, pese a que las deudas del país se acrecentaban, la Administración croata podía obtener cierta liquidez para financiar sus proyectos sociales y dar la oportunidad a los pequeños negocios para refrescar su situación económica, con el fin de realizar los ajustes financieros suficientes para dejar la guerra atrás.
En ese mismo año se hacía una implantación clave para la joven economía croata: se dejaba de lado el dinar para introducir la kuna como nueva divisa nacional. Este cambio encarnaba algo más que una nueva denominación para el metálico croata; simbolizaba la apertura al modelo de economía de mercado para dejar atrás el sistema de planificación e intervención, de corte comunista, que regía durante el periodo yugoslavo.
Croacia se unía de la mano con Eslovenia a un proceso de transición en su política económica que llevaron a cabo otras naciones europeas durante el final de siglo XX, como República Checa, Eslovaquia, Bulgaria, Rumanía y las antiguas repúblicas soviéticas del Báltico.
Como resultado de la nueva moneda, acuñada en un escenario de posguerra, el aumento de la oferta monetaria por la cesión de circulante provocaba que la kuna entrara en el mercado internacional de divisas con una importante devaluación y, en consecuencia, un efecto ciertamente inflacionario. Debido a ello, el proceso de transición económica se retrasaría en los primeros años con la subida de precios.
Desde Alemania se le otorga un cierto respaldo por medio del marco; unido al gran monto de remesas que los ciudadanos croatas enviaban a sus familias desde el exterior, la moneda se recuperó ligeramente. En los últimos años del periodo yugoslavo, se empezaba a dotar de protagonismo a la iniciativa particular empresarial y entró en el escenario un peculiar y polémico proyecto desde el Ministerio de Finanzas: el Plan de Privatización.
Con el reconocimiento de la propiedad privada y la puesta en marcha de medidas de estabilización macroeconómicas, el PIB de Croacia comenzaba a remontar durante las legislaturas de Valentić (1993-1995) y Zlatko Mateša (1995-2000). Posteriormente, con la entrada en el milenio, esta crecida se haría más elevada; es en 2008 cuando se registra el ascenso más alto y es multiplicada por tres su producción interna en apenas ocho años. Durante el periodo de privatización, los índices de inversión del sector privado y de consumo de los hogares se dispararon, mientras que se desvinculaba paulatinamente a las empresas públicas de su titularidad societaria para ser los accionistas privados a los que se les transfería su dominio. Con Mateša en la oficina gubernamental, se produce una modernización del sistema tributario con la introducción del IVA y se da un primer acercamiento a Europa con la firma de la anexión al Consejo de Europa.
Durante el Gobierno de Ivica Račan (2000-2003) se manifestó en mayor medida el crecimiento económico con una reducción de los problemas de liquidez de la tesorería croata y se renovó el sistema energético, lo que transformó el consumo de los hogares. Se finalizaron a su vez infraestructuras viarias tan importantes como la autopista que conecta las dos ciudades más grandes de la república, Zagreb y Split, y fue durante esta Administración cuando el país tornó definitivamente hacia una posición más europeísta: Croacia celebró en 2003 la firma del Acuerdo de Estabilización y Asociación con la Unión Europea, con el que se habilitaba la opción al país a negociar su candidatura a Estado miembro de la Unión Europea.
Sin embargo, el desempleo es un problema endémico que se arrastra desde hace varias décadas en la sociedad croata. Con estos paquetes de medidas se conseguía reducir levemente la tasa de población en paro y los índices de producción per cápita se mantienen en cifras positivas hasta 2008, cuando la crisis financiera mundial azota también a Croacia y la envuelve en un clima de recesión.
Croacia se adhiere definitivamente a la Unión Europea en 2013 y es, de hecho, el último país que se ha integrado al proyecto europeo, pero esta anexión no se llevó a cabo sin antes sembrar un clima de incertidumbre entre los ciudadanos croatas euroescépticos por los momentos de recesión que vivía el país. No obstante, en 2016 la perspectiva sobre la economía croata parece repuntar finalmente y ciertos indicadores de relevancia, como la tasa de desempleo y los salarios —y su directo reflejo sobre el consumo privado—, mostraban niveles positivos que no se manifestaban desde la entrada en la crisis.
La industria croata ha llevado a cabo relevantes mejoras productivas al elevar el número de exportaciones —a las cuales sin duda ha ayudado la eliminación arancelaria europea— y lograr captar inversión exterior, lo que ha determinado un superávit en su balanza comercial. Existen proyectos ambiciosos, como el de la compañía de automóviles Rimac —considerada como el fabricante de vehículos eléctricos más veloz del planeta—, que brindan un aire innovador a una sociedad con sobredependencia estacional del turismo, el cual representa un enorme peso respecto en su PIB.
En cuanto a su capacidad crediticia, la agencia calificadora Standard and Poor’s ha catalogado recientemente como estable el nivel de riesgo de inversión en Croacia después de varios años en situación negativa, lo cual alimenta el optimismo de repetir ese mismo efecto sobre sus títulos de deuda soberana.
El gabinete de la actual presidenta, Kolinda Grabar-Kitarović, afronta ciertos puntos que enmendar, tales como el elevado índice de percepción de corrupción respecto del resto de socios europeos, las trabas fiscales y burocráticas para el emprendimiento y la creación de negocios, que aquejan tanto a empresas nacionales como extranjeras, y la mejora de servicios públicos tales como la educación y la sanidad. En materia de política exterior, el círculo de Grabar-Kitarović entabla negociaciones en Bruselas con la Unión Europea y Bosnia-Herzegovina para la cooperación al desarrollo común.
Haciendo la comparativa respecto del nivel de desarrollo frente a los países que componen el sureste europeo, se puede afirmar que Croacia goza de una posición ventajosa, y es sabido ya entre las fuerzas políticas del entorno que su afán es ser competitiva dentro de Europa. Por ello, el Gobierno ha puesto en marcha proyectos para introducir el euro como divisa lo más pronto posible e integrarse al espacio Schengen para dinamizar las relaciones de circulación y la colaboración con el resto de países de la Unión Europea.
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