Baluchistán, 70 años de lucha por la independencia
Son muchos los pueblos olvidados alrededor del mundo. Los baluchis, una población en Asia central que comprende más de quince millones de personas, llevan años reprimidos tratando de adquirir su independencia. Si lo conseguirán o no es una partida que puede que tenga su final muy pronto.
Ya hace 69 años que Pakistán se hacía independiente de la India. Con esta partición, la nueva nación musulmana anexionaba una parte de tierra y una población ajenas y con su propia identidad. Baluchistán es una región que se extiende a lo largo del sur de Afganistán, el este de Irán y Pakistán —comprende un 44 % del territorio de este último—. Esta región es la más rica en recursos de la zona; también es la más pobre y la que menos desarrollo presenta. Sus ciudadanos, contrarios a las políticas de Islamabad, llevan más de 50 años de insurgencia pidiendo su independencia.
El asesinato del líder baluchi Akbar Bugti en 2006 por los servicios de inteligencia pakistaníes con el objetivo de acabar con el motor del sentimiento separatista y las revueltas no consiguió otra cosa que alimentar el odio y desencadenar más violencia y caos en la región. El conglomerado de factores y actores que se entremezclan en el conflicto podrían hacerlo estallar por completo, lo que afectaría a las fronteras y dinámicas en Asia central.
Nos adentramos a explorar la vida en esta región y una situación política y de seguridad muy compleja, que, con una fuerte represión del Gobierno sumada a una escasa cobertura periodística e internacional, permanece silenciada y ajena al resto del mundo.
El origen de las tribus baluchis se remonta a cientos de años atrás, pero no fue hasta el siglo XVIII cuando esta comunidad fue dividida y su territorio repartido entre tres países: Irán, Afganistán y Pakistán. Fueron los británicos las primeras fuerzas extranjeras en llegar a Baluchistán, ya que esta zona les servía de puente seguro para su intervención en Afganistán. Al principio, los cuatro principados de la región, con el kanato de Kalat como principal fuerza, se mostraron contrarios a negociar con los británicos. Sin embargo, en 1841 llegaron a un acuerdo con el que estos podrían establecer bases en la zona, ocuparse de las relaciones exteriores y gobernar conjuntamente con el reino de Kalat. A cambio, los baluchis podrían perpetuar su autonomía sin la interferencia de poderes extranjeros en sus asuntos internos.
Cuando ya se avistaba la independencia y partición de la Corona británica de la India con la formación de Pakistán, Kalat negoció la independencia de Baluchistán con los británicos, pues no deseaba ser parte de la nueva India, y quedó independiente hasta que el Gobierno de Paquistán manifestó que quería la región bajo sus fronteras y administración. No es ninguna sorpresa que los baluchis no aceptaran esta nueva actitud. Lo único a lo que accederían sería a tratar y negociar con el Gobierno pakistaní las bases de sus futuras relaciones como dos países totalmente independientes. Ante este rechazo a las peticiones de Islamabad, las fuerzas pakistaníes empezaron invadiendo diversas ciudades costeras de la región hasta que llegaron a Kalat, donde el kan aceptó la accesión, probablemente bajo coacción. Baluchistán quedó bajo mando de Pakistán en 1948, fecha que marca el comienzo de la lucha por la independencia a manos de grupos organizados.
Los enfrentamientos nunca han cesado completamente, dado que los grupos insurgentes armados siempre han respondido a las medidas tomadas por Pakistán que perjudicaban al estado baluchi. La última escala de violencia comenzó en 2004 y no ha cesado todavía. Todo empezó cuando un grupo de insurgentes mató a tres trabajadores chinos y dejó a otros cuatro heridos en el puerto de Guadar. Este suceso ocurrió en protesta a la intervención china en el puerto, con permiso de Pakistán, para renovarlo y hacer uso de él en la nueva Ruta de la Seda. Un año después, algunos líderes baluchis, entre ellos Bugti —el más importante del movimiento separatista—, presentaron una agenda con 15 puntos al Gobierno de Pakistán. En ella explicaban sus demandas, que incluían un mayor control de los recursos de la región y el aplazamiento de la construcción de bases militares, planeadas para proteger las nuevas infraestructuras chinas. El Gobierno no respondió, sino que esperó hasta 2006 e intervino en la región con un ataque que acabó con la vida de Bugti. Este ataque pretendía acabar con las insurgencias al deshacerse del líder del movimiento, pero lo que consiguió fue alentar aún más el odio de los separatistas y la desconfianza de los ciudadanos hacia el Gobierno, lo que ha prolongado el conflicto hasta la actualidad.
La respuesta de los últimos años del Gobierno y el Ejército pakistaníes en Baluchistán ha carecido de iniciativas al diálogo. Sin embargo, las medidas tomadas han convertido la zona en un continuo ciclo de violencia. La práctica de “secuestrar y desechar” llevada a cabo por los cuerpos de seguridad y las fuerzas paramilitares comenzó a llevarse a cabo bajo la presidencia pakistaní de Musharraf. Esta se basa en arrestar a personas sospechosas de ser miembros de grupos separatistas o tener relación con ellos —incluidos en muchos casos activistas— y llevarlos a centros de detención desconocidos, donde los retienen durante meses sin ningún contacto. Los cadáveres son desechados en lugares públicos transitados por ciudadanos para perpetuar el miedo o enterrados en fosas comunes.
Aunque no hay datos exactos del número de personas desaparecidas en los últimos años a manos de las fuerzas de seguridad y la situación en la región permanece silenciada para el resto de la comunidad internacional, La Voz Internacional para los Baluchis Desaparecidos intenta recoger toda noticia con información sobre alguna desaparición. Algunos cálculos hablan de mil cuerpos hallados en los últimos seis años a causa de asesinatos extrajudiciales. Las familias de los desaparecidos organizan marchas y protestas para intentar captar la atención de la comunidad internacional, pero normalmente fracasan en el intento. También los exiliados protestan desde el extranjero.
El Gobierno prohíbe la entrada de periodistas internacionales en Baluchistán y los periodistas locales son escasos, puesto que normalmente son atacados y algunos ya acabaron en el exilio. El debate sobre los desaparecidos y la cuestión de Baluchistán se mantiene como tabú, con graves consecuencias para aquellos que osan desafiar las reglas. La Justicia parece inefectiva en relación con los cuerpos de seguridad, lo que ha creado aún más desconfianza entre los ciudadanos de Baluchistán con respecto a Pakistán. La historia de las Fuerzas Armadas de Pakistán refleja su importancia en el país hasta hoy. El Ejército pakistaní es una clave fundamental del país y toda la base del sistema político descansa sobre la hegemonía militar. De hecho, no es raro oír que Pakistán es un ejército con un Estado y no a la inversa.
Desde la formación de Pakistán, el país siempre ha tenido conflictos que han necesitado de unas potentes fuerzas de seguridad. Tan pronto como un año después de la independencia, Pakistán ya estaba en pleno enfrentamiento con la India, por no hablar de la situación geográfica en la que este país se encuentra, con todos los retos de seguridad que ello conlleva. Este enfrentamiento crearía un sentimiento de enorme respeto de la población a las fuerzas armadas, presentadas como las salvadoras de la nación. Así, el Ejército siempre ha tenido la legitimidad de actuar en Baluchistán en su objetivo de acabar con el terrorismo, que tiene bastante peso en la región debido a su situación geográfica, en la frontera con Afganistán.
Históricamente, las tribus baluchis han sido predominantemente seculares y, por lo tanto, la región también. Esto comenzó a cambiar cuando se inició la yihad en Afganistán. Baluchistán se usó como campo de entrenamiento y exilio de muchos talibanes y el momento fue aprovechado por los grupos y partidos más religiosos para comenzar a expandirse. Además, se sospecha que el Gobierno pakistaní ofrecía apoyo a los talibanes al verlos como una fuerza positiva a la hora de contrarrestar el poder de la India. Se construyeron miles de madrasas en la región y son muchos los graduados de estas escuelas que más tarde se convertirían en soldados talibanes para la lucha en Afganistán. La situación en Baluchistán, con escaso desarrollo y repetidos ciclos de violencia, llevó a muchos a radicalizarse. Pasados los años, estos soldados volvieron a Baluchistán, donde una facción talibana se reagruparía y comenzaría a operar de nuevo. La llegada de los talibanes no ha favorecido a los insurgentes, aún más olvidados por la comunidad internacional, que se ha centrado en presionar al Gobierno a lidiar con los islamistas sin prestar atención a la lucha que los baluchis llevan a cuestas decenas de años.
Para ampliar: Cronología de ataques suicidas en Baluchistán (2003-2017) (en inglés), SATP
Si bien es cierto que las Fuerzas Armadas lanzan muchas operaciones para atacar células terroristas en la región, esto también les ha servido como tapadera de sus ataques contra los separatistas de Baluchistán y, en variadas ocasiones, contra grupos de activistas, defensores de derechos humanos, periodistas o cualquier individuo del que se sospeche una colaboración en contra del régimen. Si la llamada a la independencia de los baluchis podría ser motivo suficiente para que las fuerzas militares interviniesen en la región, ahora se suma la necesidad de proteger los recursos e infraestructuras de la región, dado el reciente acuerdo del corredor económico entre China y Pakistán.
La lucha insurgente de los baluchis no ha llevado solamente el mensaje de la independencia o mayor autonomía, sino también el reclamo de sus recursos naturales. Baluchistán es una tierra desértica, árida, poco cultivable, aunque la agricultura se encuentre presente. Sin embargo, es una tierra llena de recursos minerales y energéticos, la más rica de la zona. Estos recursos son explotados por Pakistán, pero los ciudadanos de Baluchistán consumen una mínima parte de los mismos.
En abril de 2015, China y Pakistán firmaban un acuerdo con el que se emprendería un proyecto millonario, el Corredor Económico China-Pakistán (CECP), también referido como la nueva Ruta de la Seda. Gracias a este corredor, China tendrá un acceso mucho más fácil al océano Índico, lo que la ayudará a incrementar los negocios con Oriente Próximo y África y ejercer una mayor influencia en el plano internacional para contrarrestar el poder de la India y EE. UU. en Asia.
Ruta visual simplificada del corredor económico sino-pakistaní. Fuente: China US Focus
La opinión de los habitantes de Baluchistán varía según a quién se pregunte. Para los más esperanzadores, el corredor puede traer empleo, desarrollo económico y prosperidad, tal vez incluyo ayudar a calmar la insurgencia separatista y el ciclo de violencia. Sin embargo, los más pesimistas creen que todos los beneficios de la explotación de la región se quedarán en manos de poderes extranjeros, así como el empleo. Es por estos últimos y por la presencia terrorista en la región que China teme que haya complicaciones en las operaciones. Además, a China le preocupa que la presencia de insurgentes e islamistas en la zona provoque una mayor insurgencia entre la comunidad musulmana uigur, que vive en la provincia china de Xinjiang, enclave y comienzo del corredor.
Para ampliar: “Lo que China esconde: el encaje uigur”, Benjamín Ramos en El Orden Mundial, 2015
La negación de la autonomía baluchi, la forma opresiva en la que se ha tratado la situación, las detenciones arbitrarias a los simpatizantes del movimiento, la explotación de los recursos para beneficios extranjeros… Son muchos los factores aún vivos como para que la insurgencia se calme. Hablamos de una región empobrecida, con una tasa de alfabetización muy baja y donde el acceso a las armas es más fácil que a la comida.
Pakistán necesita comenzar un proceso de diálogo y reconciliación con la población baluchi. Debe darse cuenta de que la estabilidad en la región será precisamente lo que traerá beneficio a todo el país: si la región es inestable, la nueva Ruta de la Seda seguirá en peligro, con posibles ataques más graves, y esto podría entorpecer las relaciones con China. Lo que está claro es que el despliegue de tropas militares en la zona y los continuos ataques a grupos insurgentes no ha funcionado hasta ahora; se hace necesario un cambio de estrategia. Además, los ciudadanos de a pie que sufren las desapariciones de familiares y conocidos y que ven a las fuerzas militares actuar con total impunidad pierden cada vez más la poca confianza que ya tenían en el Gobierno. Las mujeres ahora también salen a reivindicar sus derechos a la calle, aunque no con armas, sino alzando la voz, pidiendo información sobre los desaparecidos, clamando su puesta en libertad y llamando a la comunidad internacional a intervenir.
Para ampliar: “Shocking Conditions for Balochistan’s Women”, M. Akbar Notezai en The Diplomat, 2015
Con la cantidad de ataques que la región está sufriendo y la comunidad internacional presionando por el crecimiento de células terroristas, todo indica que al Gobierno pakistaní le convendría comenzar a tratar sus problemas internos antes de que la intervención extranjera se haga más predominante. En mayo de 2016, EE. UU. mataba a un líder talibán en Queta, capital de Baluchistán. También el presidente de la India, Modi, hablaba de la insurrección baluchi en su discurso del día de la independencia. Estos sucesos fueron duramente criticados desde Pakistán, que piensa que están interfiriendo en sus asuntos internos. Aún está por ver en qué acabará este conflicto en los años venideros, pero lo que sí se puede afirmar es que la situación actual está muy lejos de ser sostenible.
Esta entrada fue modificada por última vez en 22/04/2017 13:38
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