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Escocia y el reino desunido

Escocia y el reino desunido

El Reino Unido es un mundo aparte del resto de Europa, pero dentro de él Escocia también lo es. La Historia, la religión o el Derecho han constituido una sociedad a medio camino entre Gran Bretaña y el continente donde el nacionalismo se explica más en clave ideológica que cultural.

Es 2011 en Sighthill, un barrio obrero a las afueras de Edimburgo, capital escocesa. Los escoceses aún no saben que tendrán que votar por su independencia del Reino Unido, que tendrán que hacer lo mismo para decidir su futuro en la Unión Europea ni que esas votaciones que aún no llegan ni a imaginar pondrán en duda su encaje en el Reino Unido. En el comedor está Mr. Dunbar, un antiguo obrero jubilado que con picaresca busca salir adelante en el país, en teoría, más próspero del Reino Unido. Ha llegado el momento de una pregunta incómoda: “¿Y usted qué opina de la independencia de Escocia?”.

Los ojos del anciano parecen entusiasmados por la cuestión; enseguida deja claro que él es independentista, y acto seguido se levanta y empieza a buscar en sus bolsillos para coger su cartera y lanzarla contra la mesa. Se sienta y selecciona de la cartera un par de billetes de cinco libras y me los da. Ambos billetes tienen el mismo valor, pero ni siquiera se parecen: diferentes colores, tamaños y composiciones. “Mira esto”, dice señalando al único en el que aparece la reina. Bank of England aparece escrito en grande en la parte superior; en el otro aparece un Bank of Scotland junto a una nota donde el banco se compromete a cambiar el billete —de facto, un cheque al portador— por cinco libras esterlinas.

Mr. Dunbar coge el billete inglés y empieza a exponer sus argumentos: “¡Este es el billete del Banco de Inglaterra, no el del Banco de Gran Bretaña! Este es el único billete oficial y no existe ningún banco del Reino Unido. Es el Banco de Inglaterra el que dirige la economía del Estado. Nosotros (los escoceses) no podemos pagar con nuestra moneda en Inglaterra o cambiarla en el extranjero, pero tenemos que aceptar la de los ingleses”.

La unión del Reino Unido

Que Mr. Dunbar insistiese tanto en diferenciar Escocia de Inglaterra no es extraño: tanto en español como en la mayoría de las lenguas se tiende a denominar —incorrectamente— Inglaterra al conjunto del Reino Unido cuando es solamente uno de los países que lo conforman. El poder económico y político de Inglaterra es tan grande dentro de la unión que se llega a confundir con el del conjunto del Reino Unido.

El origen de este suceso está vinculado al Acta de Unión de 1707. Aunque ya desde 1603 las Coronas de ambos reinos habían estado unidas, los dos reinos mantuvieron sus instituciones independientes. Cuando Jacobo VI de Escocia se convirtió por herencia en Jacobo I de Inglaterra, había habido reticencias a unificar los reinos, como era la intención de los reyes. La situación se tensó aún más en 1688, durante la Revolución Gloriosa, cuando la dinastía católica de origen escocés de los Estuardo fue depuesta por los ingleses y sustituida por una rama protestante de la familia que carecía de descendencia, lo que planteaba el problema de la sucesión. Escocia veía con temor la posibilidad de la llegada de una nueva dinastía protestante desde el continente a la vez que se metía en una desastrosa aventura colonial en Darién, en el actual Panamá.

El resultado fue que, al iniciar el siglo XVIII, Escocia se encontraba arruinada por sus fracasadas expediciones coloniales, mientras que Inglaterra miraba con recelo a su vecino del norte ante el temor de que apoyase la vuelta de los Estuardo —como acabó sucediendo—, que el cambio de dinastía provocase la separación de ambos reinos y un potencial enemigo dentro de la isla, o una nueva guerra civil como las que habían sacudido la isla durante todo el siglo anterior.

La solución que vieron los parlamentarios ingleses fue la de unir definitivamente ambos reinos en un solo Estado para asegurar que se mantuviese la misma dinastía protestante en toda Gran Bretaña, para lo cual ofrecieron a Escocia la posibilidad de saldar la deuda contraída durante su fracasado proyecto colonial y acceso a los mercados coloniales ingleses para revitalizar su economía.

Así, en 1707 se aprobaba el Acta de Unión con acuerdos entre los comisionados de los dos países, aunque sin el beneplácito de la sociedad escocesa. Los acuerdos confirmaron la nueva dinastía protestante de los Hannover y la creación de un único reino con un único parlamento en Londres. También confirmaban la imposición de la libra esterlina inglesa, la unidad de pesos y medidas del mercado común y la financiación de la deuda escocesa. Los escoceses lograron mantener su independencia en materia de religión, educación y un sistema legal diferenciado, elementos de gran importancia para definir la actual sociedad caledoniana.

Desde el Acta de Unión, la libra esterlina ha sido la moneda oficial en Escocia. Sin embargo, un vacío legal hace que no exista un billete de curso legal, lo que permite a los bancos privados escoceses imprimir su propio papel moneda. Fuente: Photobucket

El acta supuso de facto la imposición de las estructuras inglesas en toda Gran Bretaña. Para los ingleses, realmente no supuso una diferencia sustancial más allá de asegurarse la estabilidad en la isla; contrariamente, para los escoceses los cambios sí se hicieron notar. El Parlamento abandonó Edimburgo y se trasladó a la anterior sede del Parlamento inglés, en Westminster, cuyas estructura, funciones y división bicameral calcó, con una Cámara de los Lores y una Cámara de los Comunes que no habían tenido cabida en el sistema unicameral escocés.

La singularidad escocesa

Si hay algo que ha marcado las diferencias entre Escocia y el resto del Reino Unido, ha sido el Derecho. En 1707, Escocia logró mantener su independencia legal, un sistema único a nivel mundial, ajeno a los sistemas de Derecho común, de base anglosajona, que rigen el resto de Reino Unido. Aunque Escocia mantiene una base de Derecho anglosajón en materias como comercio, trabajo, seguridad, salud o fiscalidad, posee diferencias en otros sectores, como derecho a la propiedad, herencia, familia o Derecho civil, todos ellos de inspiración continental.

Después de siglos de tradición legal diferenciada, Escocia también ha desarrollado un sistema social y de valores diferente del que rige en el resto del Reino Unido, y si bien presenta obvias similitudes con este, se encuentra más próximo a los valores europeos. Así, mientras Inglaterra es la cuna del capitalismo y del liberalismo y sus principios legales y sociales defienden la libertad, el individualismo y la no intervención del Estado, en Escocia los valores son más próximos a los principios sociales de intervención estatal, equidad o redistribución de la riqueza.

Por ello, mientras otras regiones británicas han visto la legislación común de la Unión Europea como invasiva y contraria al principio de soberanía nacional, Escocia, con un sistema legal próximo al europeo, se ha integrado legal y socialmente mejor en el entramado comunitario y ha sido el gran apoyo europeísta dentro de Gran Bretaña.

Las islas británicas mantienen un sistema legal diferente del resto del continente europeo, mientras que Escocia ha desarrollado un sistema mixto entre el continente y las islas.

Estas diferencias de valores también se han mostrado en la política nacional. Escocia lleva siendo desde los años 50 un importante feudo de los laboristas y desde los 70 lo fue también de los liberales, todo ello a costa de los conservadores, con malos resultados históricos en Escocia pese a ganar en el resto del Reino Unido. Este escoramiento a la izquierda de la sociedad escocesa se vio tradicionalmente superado por el conservadurismo inglés, con la supeditación de los intereses sociales de la población escocesa a la mayoría inglesa, aunque hasta los 70 las diferencias de voto todavía se movían solo en el eje derecha-izquierda.

Por otra parte, el nacionalismo es un fenómeno reciente. Aunque desde la unión de los reinos siempre hubo sentimientos contrarios a Inglaterra y el Reino Unido, estos no tuvieron representación política hasta 1970. Ambos fenómenos están estrechamente relacionados y tomaron importancia con las políticas neoliberales consecuencia de la crisis industrial de los años 70.

El nacionalismo y la socialdemocracia

El Partido Nacional Escocés (SNP por sus siglas en inglés) es el único partido nacionalista de Escocia que ha tenido —y tiene— una importante representación parlamentaria. Se trata de un partido de ideología socialdemócrata de inspiración continental, frente al Partido Laborista, de pensamiento inglés. A diferencia del resto de partidos independentistas del continente, ha participado muy modestamente en la defensa de elementos culturales regionales, como las lenguas. Los valores nacionales que defienden están vinculados con los principios sociales que han heredado del Derecho civil y no con los símbolos culturales, a los que se atiende de un modo secundario.

Si bien en la actualidad el SNP es considerado un partido socialdemócrata, en el momento de su fundación se autodeclaraba un partido centrista, aunque era considerado socialmente como de centroderecha, posición ideológica en la que también se situaba la mayoría del electorado escocés. La existencia de grandes partidos nacionales en ese estrato político lo relegó a una posición irrisoria en el contexto electoral y sin representación parlamentaria.

No empezó a tomar importancia política hasta los años 60 y los movimientos sociales y contraculturales surgidos por todo Occidente. Será en la década siguiente cuando, tras la crisis del petróleo e industrial, el Partido Conservador se desplome y deje hueco a los nacionalistas escoceses, que se nutrirán de sus votantes y, en menor medida, de votantes laboristas. La salida a esta crisis fue ejecutada por Margaret Thatcher, líder de los conservadores, al abrazar un nuevo principio económico de origen anglosajón, el neoliberalismo, lo que suponía romper la tradicional alianza que los conservadores británicos habían mantenido con las clases populares y vaciaba de contenido social al partido, que no ha dejado de perder votantes en Escocia.

Para ampliar: “Adiós a la Dama de Hierro”, Diego Telias en El Orden Mundial, 2013

En un principio, el SNP no supo reaccionar y perdió los votantes que había ganado ante el Partido Liberal, pero, a medida que se extendía el neoliberalismo, fue tomando un giro cada vez más a la izquierda, junto con el conjunto de la sociedad, y defendiendo los valores sociales e intervencionistas que los escoceses habían heredado del Derecho civil.

Será bajo otra crisis, la financiera de 2008, cuando el SNP tome una posición hegemónica en Escocia. Tras ella, el Gobierno del laborista Gordon Brown no supo dar una salida a la crisis y, al igual que los partidos socialistas del continente, aceptó las soluciones neoliberales, que iban contra los principios sociales.

El crecimiento del voto al SNP está vinculado a la reacción de los dos principales partidos británicos a las crisis económicas, con planteamientos del liberalismo inglés, y la defensa del SNP del estado del bienestar.

De este modo, el SNP logró un aumento espectacular en Escocia a costa de los laboristas defendiendo un elemento clave de la identidad escocesa: el Estado como un bien necesario, garante de los intereses generales y de la equidad social. Con ello lograron que los votantes vieran a su enemigo histórico, Inglaterra, como el defensor de los principios opuestos.

Mientras en el resto de Europa los diferentes partidos socialdemócratas entraban en crisis, el SNP ha logrado no solo sobrevivir, sino convertirse en un partido hegemónico mediante la defensa del Estado del bienestar, que han convertido en el porqué nacional, el cual, una vez en el Gobierno regional, ha podido ser financiado gracias a los ingresos petroleros del mar del Norte.

Desequilibrios territoriales

El nacionalismo escocés no responde solo a una serie de elementos ideológicos a la hora de entender las funciones que debe tener el Estado, sino también a una reacción contra las imposiciones de la política inglesa. Si bien Escocia representa un tercio de la superficie del Reino Unido, su economía tan solo supone un 9,2% del producto interior bruto (PIB) británico y su población apenas es un 8,3% de la total. Por su parte, Inglaterra sola ya cubre más de la mitad de la superficie del país, produce más del 80% del PIB y posee el 84% de la población.

La población de Inglaterra representa casi la totalidad de la población del Reino Unido; en estas condiciones, han podido imponer sus intereses y valores en la política británica. Las naciones minoritarias, como los escoceses, han reaccionado en busca de autonomía.

De este modo, la política ha respondido siempre a los intereses de Inglaterra, que controla la práctica totalidad de las cámaras parlamentarias y, con ellas, el conjunto del Estado. En la cámara alta, las peculiaridades del sistema británico otorgan representación a obispos anglicanos, lo que aumenta aún más la mayoría inglesa y el sistema de valores conservador en la cámara.

Escocia ha resultado ser el país más afectado del reino al ser el más alejado de los intereses y valores de la sociedad inglesa. Gales, bajo control inglés desde el siglo XIII, comparte la base religiosa y el sistema legal con Inglaterra, con un comportamiento electoral y social similar a esta. Por su parte, Irlanda del Norte, con un sistema jurídico inspirado en el inglés, ha tenido una situación más compleja, pero donde los intereses de los unionistas protestantes de permanecer unidos a Gran Bretaña han permitido aceptar las imposiciones inglesas aun con la sociedad católica en su contra.

No será hasta 1999, tras convertirse el SNP en el segundo partido de Escocia, cuando se celebre un referéndum en Escocia para que esta recupere su parlamento y una cierta soberanía, en un proceso conocido como Devolución. Este proceso supuso una descentralización del Reino Unido y la concesión de autonomía a Gales, Escocia, Irlanda del Norte y Londres, pero no a Inglaterra.

Aún lejos de conformar un Estado federal o de alcanzar la autonomía de las regiones de España, Reino Unido ha continuado siendo un Estado unitario, si bien Escocia ha obtenido competencias exclusivas en justicia, política interior, sanidad o educación. En 2014, ante el referéndum de independencia, el Gobierno de Londres ofreció a los escoceses una nueva transferencia de competencias, como la fiscalización o capacidad de recaudar impuestos, siempre que ganase en no, lo que finalmente sucedió.

Escocia no es Inglaterra

En realidad, la llamada Devolución supuso el reconocimiento tácito de que Reino Unido se corresponde con Inglaterra y que las demás naciones que integran el Estado son diferentes y tienen el derecho de autonomía para gestionar esas diferencias, en un modelo de autonomía asimétrica. Por ello, la política regional inglesa no se ha separado del Gobierno central y es decidida en el Parlamento de Westminster por los representantes de todo el Reino Unido aun cuando se trata de competencias transferidas a las demás regiones. La política regional inglesa depende de los demás países del reino, al contrario de lo que ha sucedido históricamente, lo que plantea la denominada cuestión inglesa.

La identidad escocesa se ha construido en oposición a la inglesa, pero no a la británica. Mientras los ingleses ven la identidad inglesa y británica como un mismo todo, los escoceses lo entienden como dos partes del mismo todo, donde además podría caber una identidad europea. Por ello, no es extraño que Mr. Dunbar zanjase nuestra conversación diciendo “Soy británico, pero lo que no seré nunca es inglés”.

Para ampliar: “El dilema de Alba”, En Portada (RTVE), 2013

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Esta entrada fue modificada por última vez en 09/12/2016 10:26

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