viernes, noviembre 22, 2024
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Los BRICS: menos crecimiento, más poder internacional

Los BRICS: menos crecimiento, más poder internacional

En los últimos tres lustros, los BRICS, el acrónimo inicialmente planteado por Goldman & Sachs, y plataforma de crecimiento económico para Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, ha desarrollado una importante dinámica política propia mediante iniciativas como el Nuevo Banco de Desarrollo (NDB por su sigla en inglés). Aunque algunos pronostican su ocaso por un menor crecimiento económico, los BRICS se mantienen unidos y siguen celebrando cumbres anuales, independientemente de los gobiernos de turno en sus cinco países. Es por ello que su razón de ser hoy no es tanto la economía, sino la creación de un poderoso lobby internacional que reúne las potencias regionales de cinco continentes. Un importante indicador para ello fue el respaldo colectivo de incluir a Brasil, India y Sudáfrica como miembros permanentes en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, recogido por primera vez en la Declaración de Goa que concluyó la octava cumbre de los BRICS celebrada el 15 y 16 de octubre de 2016.

El objetivo no declarado de los BRICS es crear, dentro del marco capitalista, un orden global paralelo a aquel establecido por Occidente. Un segundo objetivo estrechamente ligado al primero es incrementar la cooperación a todos los niveles (comercio, inversión, educación, agricultura, ciencia y tecnología, y energía) entre los cinco países para reducir, a medio plazo, la dependencia de Europa y Estados Unidos. Aunque los resultados de esta última cumbre fueron modestos, confirmaron la voluntad de los cinco países de aumentar el comercio y la cooperación entre ellos e institucionalizar el bloque para ejercer una mayor influencia colectiva en la política internacional.

Desequilibrios internos

Los conflictos bilaterales (entre China, India y Rusia) y los enormes desequilibrios de poder dentro del grupo contradicen la retórica BRICS de crear un mundo más justo y equilibrado a favor de los países del sur. Contrario a los pronósticos formulados en la primera cumbre diez años atrás, los BRICS no se han consolidado como motor económico global sino que están profundamente divididos en términos de crecimiento económico. Hay una clara polarización económica: mientras que Brasil, Rusia y Sudáfrica están o entran en recesión, las economías de China e India siguen creciendo, aunque a ritmos menores. Son estos dos países que, por el tamaño de sus mercados internos, su posición geográfica y sus recursos de poder, son el verdadero motor de los BRICS.

No es una casualidad que el proyecto más importante del grupo, el Nuevo Banco de Desarrollo, tiene su sede en Shanghai y su presidente es de la India. Brasil, Rusia y Sudáfrica son socios menores del grupo y de su banco, creado en 2014 principalmente con aportaciones financieras chinas. Su página web y los primeros proyectos aprobados del NDB no indican un funcionamiento alternativo a cualquier otro banco regional o al Banco Mundial con el que aspira a competir en el futuro. En este sentido, el NDB no es una alternativa socialista al sistema de Bretton Woods sino su competencia igualmente capitalista. La misma filosofía de mercado está detrás de la iniciativa del presidente Narendra Modi de crear una agencia de calificación propia de los BRICS que fue recogida en la Declaración final de Goa. Sin duda, China e India se han convertido en los líderes del grupo, mientras que Brasil y Sudáfrica son seguidores y Rusia, que lucha por mantener su poder militar, tiene menos conexiones con los demás.

Un menú diferente con los mismos ingredientes

Dentro del orden internacional establecido, los BRICS ofrecen un menú diferente pero con los mismos ingredientes: capitalismo y hegemonía. Haciendo un balance de sus quince años de vida, los BRICS han dejado de ser una esperanza de cooperación sur-sur alternativo al tradicional orden internacional para convertirse en un instrumento de poder de China. Las asimetrías son evidentes: China es el segundo poder militar y económico del mundo. Por ejemplo, un 12% del 17% del comercio total de los BRICS corresponde a China. Además, su dependencia de los demás socios es mucho menor que, por ejemplo, la de Brasil. En el caso chino, el bloque representó en 2015 sólo un 6% de su comercio total frente al 22% en el de Brasil. Las enormes asimetrías en términos de tamaño, crecimiento, desarrollo, recursos, poder económico y militar se han profundizado y tienden a cuestionar su objetivo de representar un bloque de países en vías de desarrollo que desafían la hegemonía de Estados Unidos y pretenden crear un mundo más justo.

Tabla 1: BRICS en cifras (2015-2016)

 Evolución PIB 2015Estimaciones PIB 2016PIB per cápita 2015 (anual, dólares)
Brasil-3,8%-4%15941 (posición 75)
Rusia-3,7%-1,2%24067 (posición 52)
India7,6%7,5%6266 (posición 122)
China6,9%6,7%13801 (posición 84)
Sudáfrica1,3%0,6%13251 (posición 88)

Fuente: Banco Mundial, World Economic Outlook, 2016 y Banco de Datos por países y estimaciones (ingreso per capita) del Fondo Monetario Internacional.

Las enormes desigualdades sociales de los cinco países y particularmente en India, Sudáfrica y China señalan las distorsiones de la globalización sin una política distributiva – a través de impuestos o políticas sociales – y los límites del discurso de desarrollo equitativo incluido en las declaraciones finales de sus ocho cumbres.

Poder blando colectivo y cooperación intra-bloque

A pesar de las asimetrías y diferencias entre sus países, los BRICS son también una exitosa fórmula de cooperación entre Estados que han desarrollado una dinámica propia. Así, entre 2001 y 2015, el comercio intra-bloque se ha duplicado y el PIB mundial de los BRICS ha crecido casi tres veces. Independientemente del tipo de régimen, los cinco países ejercen poder blando y asumen las suposiciones liberales de que la interdependencia entre Estados es más beneficiosa que el enfrentamiento. Aunque todavía existen roces y conflictos territoriales entre China, India y Rusia, éstos tienden a disminuir por el diálogo y las crecientes conexiones aumentan la confianza mutua y la visión de intereses compartidos.

No sólo a nivel de gobiernos sino también de sociedades, el desarrollo de poder blando colectivo – mediante festivales de juventud, cumbres de Mujeres o eventos deportivos entre los BRICS – está creando lazos entre países que antes se percibieron como ajenos o incluso hostiles.

La octava reunión entre los cinco líderes señaló, aún más que las anteriores, la importancia de crear una plataforma económico-financiera para China e India, que lideran tanto el banco de los BRICS como la futura Agencia de Calificación. Debido a las asimetrías existentes, la propuesta inicial de China de construir una zona de libre comercio no fue incluida en la Declaración de Goa. Otros temas, como el compromiso con el desarrollo que en su momento inspiró la creación de IBSA (India, Brasil, Sudáfrica) ha perdido relevancia en la agenda de los BRICS.

Sobre todo los regímenes autoritarios de China y Rusia usan los BRICS para elevar su smart power, el reconocimiento y el prestigio internacional contra las críticas de Occidente. La férrea adhesión al viejo y ya superado concepto de la soberanía nacional del Estado-nación y el rechazo de intervenciones externas que también se recoge en la Declaración de Goa es sobre todo una concesión a la Rusia de Putin, que justifica así su política en Siria pero tiene más problemas en aplicar este mismo principio a su actuación en Ucrania.

Es demasiado temprano como para evaluar si los BRICS se limitarán a ser un instrumento de poder de China y desaparecerán con el tiempo por la enorme desigualdad entre sus miembros, o si representarán una alternativa al tradicional polo de poder de Occidente, sin ser por ello ni más justa ni menos capitalista. Con mayor o menor crecimiento económico, la pregunta de cómo conciliar las aspiraciones de poder de Occidente y de los BRICS seguirá ocupando un amplio espacio en la agenda internacional en años venideros. En números ganan: los BRICS representan un 42% de la población mundial frente al 11% de los ciudadanos que viven en Estados Unidos y Europa. La firme adhesión a los principios de Naciones Unidas, aunque desde diferentes interpretaciones y perspectivas, es un fundamento común sobre el que hay que construir y reformar las organizaciones internacionales.

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