Los kibutz y la construcción del Estado de Israel
A principios del siglo XX se produjo una ola migratoria de judíos hacia Palestina. El principal contingente de esta eran judíos socialistas que huían de Europa del este. Estos pioneros iniciaron el movimiento de los kibutz, una combinación de sionismo y socialismo que pretendía establecer granjas colectivas de orientación marxista y que terminó siendo fundamental en la creación del Estado de Israel y su movimiento obrero.
En 1897 tuvo lugar en Basilea el Primer Congreso Sionista, donde se fundó el Fondo Nacional Judío —Keren Kayemeth LeIsrael en hebreo—, un instrumento del movimiento sionista para establecer un estado judío en Palestina. El Fondo Nacional Judío, junto con particulares adinerados como la familia Rothschild y otras organizaciones judías, iniciaron la compra de tierras a latifundistas locales de la zona comprendida entre la actual Tel Aviv y Jerusalén, entregando algunos lotes a otras organizaciones sionistas como los kibutz.
Los kibutz son granjas colectivas de orientación marxista, que forman parte de un movimiento más amplio nacido a principios del siglo XX, el cual pretendía establecerse en territorio palestino y combinar sionismo y socialismo. Degania fue el nombre que recibió el primer kibutz fundado en Palestina en 1910. No obstante, la mayoría de estos fueron fundados entre 1930 y 1940, años antes de la creación del Estado de Israel. La mayoría de estos kibutz eran de ideología socialista y sus fundadores judíos socialistas que provenían principalmente de Europa del este, huyendo de los pogromos y del fracaso de la Revolución Rusa de 1905. Existieron y existen kibutz de índole religiosa, aunque siempre han sido una minoría.
Los kibutz tenían por objetivo crear una sociedad igualitaria, secular, no capitalista y basada en principios marxistas, que fuera capaz de crear un hombre nuevo, lejos del viejo homo economicus. Aunque originalmente se dedicaban casi exclusivamente a la agricultura, en la década de los cincuenta empezaron a industrializarse, haciendo de esta con los años su principal actividad.
Desde sus inicios, el movimiento de los kibutz ha sido uno de los pilares fundamentales del movimiento obrero en Palestina, como también parte indispensable de la creación del Estado de Israel en 1948. Desde 1910 hasta 1990 tanto el número de kibutz como el de individuos que participaban en ellos creció constantemente. Este movimiento ha representado entre el 5% y el 7,5% de la sociedad. Pero a partir de 1990 hasta la actualidad el movimiento ha entrado en una etapa de crisis de identidad y su presencia se ha visto reducida hasta menos de un 4% —respecto a la población total de Israel—.
Entre 1904 y 1914 se produjo la segunda gran ola migratoria de judíos —unos 40.000— hacia territorio palestino. A esta se la conoce como segunda aliyá. Principalmente provenían de Europa del este, aunque también de otros territorios como Yemen. A diferencia de la primera aliyá, donde el principal contingente eran judíos ortodoxos, la segunda destacó por estar formada principalmente por judíos socialistas.
Estos pioneros socialistas iniciaron el movimiento de los kibutz: una simbiosis entre socialismo y sionismo que pretendía establecer granjas colectivas para superar las adversidades del clima y el territorio, a la vez que sentar los cimientos de un nuevo hogar nacional donde no fueran perseguidos. Palestina era y es una tierra árida, no demasiado fértil y con presencia de enfermedades como la malaria, el cólera o el tifus. Palestina también les era una tierra hostil, ya que debían defenderse de las incursiones de algunos grupos de bandidos beduinos, de los sabotajes de otras poblaciones locales y tenían que sortear las dificultades que ponía la administración otomana. Es importante remarcar que no todos los habitantes de la zona rechazaban la llegada de inmigración judía. Si bien existía un antisemitismo general, había población árabe que mantenía buenas relaciones con sus vecinos judíos, e incluso trabajaban ocasionalmente en los kibutz.
Además de trabajar colectivamente para superar todos estos obstáculos, los judíos unificaron sus ahorros para comprar más lotes de tierra. Con las sucesivas llegadas de aliyás se crearon nuevas infraestructuras para el comercio de alimentos y la canalización de agua, como también se introdujeron nuevas técnicas en el campo y nuevos cultivos. Con el paso de los años y la llegada de nuevas aliyás, los kibutz se modernizaron, se militarizaron para defenderse de las hostilidades y se institucionalizaron —los judíos disponían de organizaciones representativas durante el mandato británico—, y sus miembros fueron formando parte de partidos políticos y sindicatos, como la organización Liga Socialista de Palestina o el Partido de los Trabajadores de Palestina Hashomer Hatzair, entre otros muchos.
El kibutz funcionaba como una red de apoyo mutuo y seguridad para los inmigrantes recién llegados. Repartía trabajo, un hogar, ropa, alimento, ofrecía seguridad y permitía integrarse fácilmente al nuevo territorio, evitando así la precariedad habitual en la que se encuentran los individuos migrantes, y especialmente en un territorio hostil, con presencia de enfermedades y con un clima y geografía tan particulares.
Los kibutz se encargaron también de recuperar el hebreo —que había quedado como una lengua litúrgica y totalmente en desuso—, así como de la educación de adultos y menores. El analfabetismo fue rápidamente erradicado dentro de los kibutz. En cuanto a la educación de los menores, iba acorde a los valores socialistas, por eso los menores se criaban colectivamente, rompiendo parcialmente con el modelo de familia tradicional.
Cabe señalar que los kibutz nunca han sido organizaciones autárquicas. Sus miembros pueden afiliarse o abandonar con total libertad, comercian con el exterior, exportan su producción y sus miembros tienen el deber de realizar el servicio militar obligatorio. Además, algunos de ellos tienen sus trabajos fuera del kibutz, aunque socializan su salario con el resto de miembros.
A diferencia de otras ramas del sionismo, el sionismo socialista creyó —al menos en sus orígenes— que se podía construir un nuevo estado sin apelar a la comunidad internacional. Pensaron que, mediante la lucha de clases, con el proletariado industrial en las ciudades y los kibutz en el campo, establecerían un hogar nacional para la clase obrera judía en la tierra prometida. Sin embargo, la realidad los forzó a entrar en la geopolítica.
Durante los primeros años del siglo XX los kibutz mantuvieron una buena relación con la Unión Soviética. De hecho, gran parte de los fundadores de este movimiento provenían de esta región y habían luchado por cambiar el sistema zarista. Además, veían en ella un referente de la lucha de clases y un aliado, al menos hasta la llegada de Stalin, cuando algunos kibutz empezaron a marcar distancia y otros, aunque eran una minoría, empezaron a acercarse a postulados anarquistas. La relación con la URSS se enfrió más aún cuando el sionismo socialista pasó a formar parte del movimiento de Países No Alineados. Si inicialmente el sionismo estaba polarizado entre aquellos que sentían simpatía por la URSS —el sionismo socialista— y aquellos que lo eran hacía Estados Unidos —el sionismo de centroderecha—, con la llegada de la Guerra Fría casi todo el movimiento sionista —y también la mayoría de los kibutz— terminó por situarse al lado de los Estados Unidos, especialmente después del apoyo que recibieron de este durante su independencia y por el posicionamiento de la URSS a favor de los países árabes.
El nacimiento del nuevo estado de Israel se inició con la Resolución 181 de la Asamblea General de las Naciones Unidas del 29 de noviembre de 1947, que dividía el territorio de Palestina en dos estados, uno árabe y otro judío, y una zona internacional en las ciudades de Jerusalén y Belén.
La Liga Árabe rehusó dicha Resolución y se abrió un período de violencia, considerado a menudo como una guerra civil, que abría el inicio del conflicto árabe-israelí. Los británicos, aun presentes en territorio palestino, anunciaron el fin de su mandato para el 15 de mayo de 1948 a las 0:00 de la noche. Horas antes del fin del mandato británico la Agencia Judía declaró la independencia siguiendo el plan de la ONU. Al día siguiente los ejércitos de Egipto, Siria, Transjordania —actual Jordania—, Líbano e Iraq, más un pequeño contingente enviado por Arabia Saudí y Yemen, intentaron invadir el recién proclamado Estado de Israel, iniciando así la primera guerra árabe-israelí. Las tropas árabes eran ligeramente más numerosas y mejor equipadas, al menos inicialmente. Por contra, estaban peor organizados debido a la desconfianza entre los distintos gobiernos árabes de la región y a la ausencia de un consenso sobre los objetivos de la contienda. Los judíos, que habían conseguido importar armas y munición checoslovacas, estaban mejor organizados y luchaban con auténtico fervor por la consecución de un hogar nacional. La ONU y la comunidad internacional consiguieron en dos ocasiones un alto al fuego para intentar establecer la paz. No obstante, ambos fracasaron y solo sirvió para que los ejércitos se reorganizaran. Finalmente, la guerra finalizó en 1949, con un Israel victorioso — aunque sin paz — y más extenso que el de 1947, con cerca de 6.000 bajas y 12.000 heridos. Por el lado árabe, los más damnificados fueron los palestinos con entre 6.000 y 13.000 bajas y más de 500.000 refugiados.
El movimiento de los kibutz había sido una pieza central en la construcción del nuevo Estado por tres razones. Primeramente, por tener la capacidad de ejercer un importante efecto llamada y atraer a miles de judíos de todo el globo para colonizar las tierras adquiridas. Por otro lado, han sido muy relevantes en la defensa de Israel durante la guerra contra la Liga Árabe. Y la tercera razón es que han jugado un papel fundamental en la creación de estructuras de Estado como sindicatos, partidos políticos, así como en la elaboración de un discurso nacional y el desarrollo del hebreo.
La población de los kibutz representó en el mejor de los momentos un 7,5% de la población total de Israel. Aun siendo una parte tan pequeña de la sociedad judía, sus aportaciones eran fundamentales. En el terreno de la agricultura, su producción representaba un tercio de la producción total, y sus aportaciones fueron centrales en la modernización de la agricultura y la introducción de nuevos cultivos. En el terreno político tenían entre 20 y 30 representantes en un Parlamento de 120 diputados, y junto a los sindicatos eran el pilar del movimiento laborista de Israel, liderado por el carismático personaje David Ben Gurión —quien hizo el discurso de la declaración de independencia y fuera Primer Ministro de Israel en dos ocasiones—. En el ámbito de la defensa nacional siempre han tenido un papel relevante a pesar de que no luchaban como unidades regulares del ejército, ya que tenían su propia organización paramilitar. En la Guerra de los Seis Días, por ejemplo, murieron 800 soldados israelíes, de los cuales 200 eran de los kibutz.
A partir de 1960 los kibutz siguieron creciendo tanto en nivel de vida como en habitantes, pero con la diferencia que ahora se hacía por demografía interna y no por la llegada de nuevos participantes. Ya a finales de 1980, los kibutz entraron en crisis y en una etapa de decrecimiento constante. Los motivos son diversos. El primero de ellos fue financiero; la caída mundial de precios de los productos agrícolas y la deuda. En los años previos a la caída de precios de los alimentos, los kibutz se endeudaron para poder invertir en la construcción de nuevas viviendas y la expansión de su industria, en un momento donde la inflación era alta y los prestamos no estaban indexados a esta última. Pero las reformas del nuevo gobierno y la caída de los precios hicieron que muchos kibutz tuvieran que enfrentarse a deudas impagables.
El segundo motivo fue político. En 1977 las elecciones dieron la victoria por primera vez a la centroderecha del Likud. Estos, de orientación liberal, además de reducir la inflación como hemos visto anteriormente, retiraron su apoyo —político y económico— al movimiento de los kibutz porque los veían como un pilar fundamental del laborismo, su enemigo político en Israel. El tercer motivo se debe a la tendencia global de éxodo rural, que afecta especialmente a la población más joven, quienes ven en las grandes ciudades una organización y estilo de vida más flexibles que la del kibutz. Por último, está el hecho que uno de sus objetivos, el de la construcción de un hogar nacional, ha sido alcanzado.
La vida dentro del kibutz actual dista mucho a la forma de vida al inicio del siglo XX. Los primeros kibutz contaban con unos 50 participantes de media, mientras que en la actualidad la media asciende hasta poco más de 400. La baja población de los primeros kibutz hacia más fácil la toma de decisiones, que a menudo se hacían en una mesa. El modelo asambleario semanal fue el más operativo a medida que el kibutz crecía. Además, se tendió a crear áreas específicas con responsables en cada una de ellas para delegar responsabilidades. Del mismo modo ocurrió con la división del trabajo. A medida que el kibutz crecía, sus miembros estaban cada vez más especializados.
En el ámbito cultural los kibutz también han cambiado. En los primeros años era difícil dedicar tiempo a actividades culturales porque el trabajo en el campo, la defensa del territorio y la construcción de nuevas infraestructuras ocupaban toda la jornada. Cuando el kibutz se asentó y sus miembros se especializaron, el ámbito cultural se revitalizó, también gracias a la llegada de nuevas aliyás. Teatro, coros, orquestras, clases de hebreo, fueron algunas de las actividades que fueron apareciendo durante los primeros años. Más tarde llegarían el cine y la apertura de algunos museos — que posteriormente han servido como atractivo turístico, junto a campos de trabajo para jóvenes y hoteles —. Al ser un movimiento que combina el socialismo con el sionismo, han tenido ciertas contradicciones a la hora de celebrar las festividades judías. Es por ello que mantienen un judaísmo cultural secular y celebran las fiestas enfatizando los valores comunitarios por encima de los religiosos, como en el caso de la fiesta del Shavuot.
El ámbito familiar es otro de los elementos que ha cambiado notablemente con el paso de los años. En un intento por eliminar el patriarcado, durante los primeros años el matrimonio tradicional no existía, si bien las parejas podían solicitar una habitación privada para ellos. Inicialmente, los hijos de estas parejas apenas pasaban dos horas al día con sus progenitores, ya que la crianza era colectiva y dormían con otros menores en instalaciones especiales para ellos. Esto se hacía con el fin de liberar a la mujer del trabajo reproductivo. Actualmente, aunque los menores siguen educándose con sus grupos de pares y en valores comunitarios, pasan el máximo tiempo posible con sus progenitores y residen con ellos. En cuanto al matrimonio se ha convertido en la práctica habitual dentro de los kibutz. La familia nuclear es el modelo predominante hoy día.
La caída del Muro de Berlín y de la URSS fue un duro golpe para los distintos movimientos socialistas de todo el globo y el movimiento de los kibutz no fue una excepción. Estos tuvieron que emprender reformas, aunque distintas y particulares en cada uno de ellos, ya que no son un movimiento centralizado. Algunos eliminaron la repartición equitativa de recursos y han privatizado algunos sectores y servicios, acercándose a modelos que podríamos calificar como capitalistas, aunque manteniendo la organización asamblearia y principios cooperativistas. Otros empezaron a funcionar totalmente como economías de mercado. Una minoría se han mantenido inalterados, resistiendo a la tendencia global privatizadora y funcionando como tradicionalmente lo habían hecho.
A pesar de que la globalización ha puesto en cuestión sus raíces ideológicas y ven como cada año son más minoritarios, los kibutz siguen teniendo un peso considerable: representan el 9% de la producción industrial del país, con un volumen de 8.000 millones de dólares, y el 40% de la producción agrícola, con cerca de 2.000 millones de dólares. Quizás más relevante aún es su papel como actor histórico a la hora de construir un discurso nacional y en la elaboración de la imagen del momento fundacional de Israel, así como referente para otros movimientos comunitarios del mundo. Ahora queda por ver si el movimiento comunal más importante del siglo XX perecerá o bien sabrá adaptarse al siglo XXI y seguir atrayendo nuevos voluntarios a su causa.
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Esta entrada fue modificada por última vez en 08/10/2016 08:44
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