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Refugiados, la crisis que agrieta la Unión Europea

Refugiados, la crisis que agrieta la Unión Europea

El pasado jueves 8 de septiembre la Comisión Europea aprobaba la mayor inyección de fondos jamás realizada para ayudar a solventar la crisis de refugiados. El receptor de los 348 millones de euros de ayuda será el Estado turco, el cual deberá utilizarlos para financiar las necesidades básicas de un tercio de los tres millones de demandantes de asilo que acoge el país.

No obstante, las ayudas van despacio y hasta ahora, sin contar con esta partida, tan solo se han contratado 652 millones del total de 6.000 millones que incluye el acuerdo alcanzado en marzo.

La decisión viene motivada tras las amenazas del ejecutivo de Turquía de romper un pacto migratorio que, sin duda, parece haber frenado la llegada de migrantes a las costas de la Unión, reduciéndose las llegadas por mar de las 856.723 en 2015 a 164.730 en lo que va de 2016, según datos de ACNUR.

A pesar de todo, el dinero parece no ser sino un parche momentáneo en un naufragio que dura ya demasiado tiempo. Por una parte, el flujo de miles de refugiados que se dirige hacia las puertas de la UE, 40% de los cuales son menores, no se detiene, a pesar de que las murallas se encuentren ahora en territorio turco. Mientras tanto, 13.000 solicitantes de asilo permanecen atrapados en las islas del Egeo, sumándose a otros 56.000 estancados en la Grecia continental tras el cierre de la ruta de los Balcanes. Asimismo, aún con el acuerdo de alto el fuego del día 12, el pueblo sirio sigue sangrando hacia sus fronteras, sumándose a los iraquíes, afganos, y otras tantas nacionalidades que ponen rumbo a Europa.

Crisis internas en Alemania y Francia

Por otro lado, lo que podría considerarse exclusivamente como un problema internacional se torna en multitud de crisis internas cuando el dilema atraviesa los límites de los Estados. Con una cada vez más abismal brecha entre los que apoyan una acogida generosa y los que, esgrimiendo argumentos culturales y económicos, apuestan por poner freno a la respuesta humanitaria de Europa.

Merkel no se libra de esta situación y, a pesar de continuar defendiendo su gestión de la crisis migratoria, se ha visto obligada a afrontar una creciente ola de xenofobia que parece estar contagiándose incluso a sus socios de la Unión Social Cristiana (CSU por sus siglas en alemán). Los cuales, acercando posturas con el partido antiinmigración de Alternativa para Alemania (AfD por sus siglas en alemán), han propuesto una serie de medidas en contra de las políticas de los democristianos de Merkel. Entre ellas la de permitir solo la entrada a refugiados del “círculo cristiano-occidental” como forma de alejar a los musulmanes de Alemania. Todo apunta a que el debate va para largo, y las posturas no dejan de tender hacia los extremos, con un preocupante aumento de la violencia racista y de los ataques directos a refugiados.

Más al sur, el Gobierno de Français Hollande no parece encontrarse en mejor situación. Con el conflicto alrededor del burkini en las playas de la Costa Azul todavía caliente, y tras un año plagado de los incidentes terroristas más terribles de la historia de Francia los problemas se multiplican para su ejecutivo. Al norte del país, la zona portuaria de Calais -apodada “la jungla”- alberga ya a casi 10.000 inmigrantes que pasan los días entre la basura y en carencia de servicios básicos con la esperanza de cruzar a Reino Unido por el Canal de la Mancha. Los problemas de inseguridad, derivados principalmente de los constantes cortes en la autopista E-15 en su último trecho hasta el puerto -que los migrantes llevan a cabo para entorpecer el tráfico y poder así colarse como polizones en los camiones que cruzan el canal-, han ocasionado las primeras protestas de los transportistas y trabajadores portuarios. Con manifestaciones a principios de mes encabezadas por la propia alcaldesa de Calais.

Aunque esta actitud contrasta con la actitud del ayuntamiento de París -a cuyos alrededores llegan cada día 90 solicitantes de asilo-, que ha anunciado la apertura en octubre del primer gran campamento de refugiados en los alrededores de la ciudad, la respuesta del Elíseo al conflicto de Calais ha sido, con el apoyo de Reino Unido, el de blindar dicha autopista con un kilómetro de vallas de cuatro metros de alto.

El origen del problema permanece intacto

Con todo ello se dibuja un cuadro preocupante, carente de solución en el corto y medio plazo, marcado además por una ausencia total de respuesta unitaria a la mayor crisis de refugiados desde la Segunda Guerra Mundial. La improvisación y la discordia entre Estados y regiones acerca de cómo responder a la masiva llamada humanitaria se muestran como las características básicas del momento, y Europa se revela más desunida que nunca.

Asimismo, los enfrentamientos bélicos, causa fundamental de esta crisis, no desaparecen. Por lo que el origen del problema permanece intacto y son los países en conflicto y circundantes los que asumen la mayor parte de la carga de refugiados; con Turquía a la cabeza, y con casos como el Líbano, donde los refugiados representan ya el 20% de la población.

En definitiva, la situación reclama a gritos atacar el problema en el origen, trabajando activamente en las conferencias internacionales para poner fin a los conflictos, especialmente en los casos sirio e iraquí, a la vez que se recupera el espíritu fundador de la Unión Europea y se apuesta por una acción colectiva común que priorice los derechos humanos sin sacrificar la seguridad y la estabilidad de los Estados europeos.

 

 

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