Rusia, el último gran estado plurinacional europeo
Existe una diferencia entre como Rusia es vista por el mundo y como se ve a sí misma. En parte por la propia política exterior de Moscú, caracterizada por la retórica nacionalista del Kremlin y una política exterior agresiva que ha recurrido al factor de lo ruso en un intento de mantener su esfera de influencia en el espacio postsoviético y de conservar fuera de este la imagen de superpotencia heredera de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS); cubriendo de paso sus deficiencias internas y desviando la opinión pública hacia otros asuntos alejados de las diversas problemáticas internas.
Así resulta lógico que desde fuera se suela pensar en Rusia como un estado nación, eslavo y homogéneo, donde pequeñas minorías viven oprimidas ante el feroz nacionalismo estatal. Sin embargo Rusia tiene una visión muy diferente sobre su propia idiosincrasia interna. Rusia sí se autoconsidera como un estado nación, pero a la par plurinacional, siendo a la vez el heredero del Imperio Ruso, y por tanto último vestigio de los estados plurinacionales modernos que dominaron Europa central y oriental. Un estado nación contemporáneo que bebe del nacionalismo decimonónico.
Esta aparente contradicción entre dos conceptos considerados fuera de la Federación Rusa como antagónicos es la piedra angular de la articulación del estado ruso. Y es que en ruso el concepto de ruso tiene dos connotaciones diferentes que no se repiten en el resto de idiomas. Por una parte está lo Russkii (Русский), o ruso étnico, y por otro lo Rossiyane (Россияне), o relativo a Rusia.
Ciudadanía, nacionalidad y política exterior
En Europa Occidental y las regiones europeizadas del resto del mundo, formadas por los países creados bajo el concepto de estados nación, se suele dar por hecho una correspondencia entre el Estado y el pueblo que lo habita, así todos los ciudadanos de Francia deben de ser franceses, y todos los de Argentina, argentinos. Sin embargo esta correlación no puede aplicarse a la totalidad del mundo, ni tan siquiera a la totalidad de Europa.
Existe en Rusia una diferencia entre el concepto de ciudadanía y nacionalidad, donde no son sinónimos, y donde no todos los ciudadanos poseen la misma nacionalidad. Esta queda fijada por nacimiento, y su adjudicación depende de la decisión parental de inscribir a sus hijos con una u otra nacionalidad, compartiendo el 80% de la población la nacionalidad rusa étnica, o Russkii, mientras que el otro 20% se reparten otras 193 nacionalidades diferentes.
Otra cuestión es el tema de la ciudadanía, ya que todos los rusos poseen la misma ciudadanía Rossiyane, independientemente de su nacionalidad, siendo esta la que otorga deberes y derechos a los habitantes, y careciendo la inscripción en uno u otro grupo étnico de cualquier valor legal o político fuera de lo meramente identitario y cultural.
Así Rusia se plantea como el estado nación de los Rossiyanes, no de los Russkiis, es decir, como el estado nacional de todos aquellos pueblos que han abrazado algunos elementos de la cultura Russkii, como la lengua, pero que no lo son necesariamente, ofreciendo a la vez a las demás naciones no Russkiis un estado plurinacional con autonomía para los pueblos que lo integran. En este contexto se acaba reconociendo que la mayoría rusa étnica tienen la razón de estado por ser la nacionalidad con la cultura e historia que cohesiona el país.
Por ello cuando los líderes políticos rusos hablan de los ciudadanos rusos, no se refieren a la población Russkii, sino Rossiyane, un concepto mucho más amplio, ambiguo, y sin connotaciones necesariamente étnicas. Esto es aplicable cuando las autoridades rusas hablan de su deber de proteger a los ciudadanos rusos en el extranjero, que necesariamente no implica que posean la etnia rusa, sino que hayan abrazado su cultura.
Teniendo en cuenta la gran superficie que ocuparon el Imperio Ruso y la URSS, y su larga duración conjunta, sumado a las migraciones internas, o la articulación de la URSS bajo el paradigma Rossiyane, el hecho de que un pueblo haya abrazado la cultura rusa es de lo más común en las repúblicas exsoviéticas. Y esto explica gran parte de la política exterior rusa, como sus intervenciones en Georgia, la posible adhesión de Osetia del Sur, el reparto de pasaportes a ciudadanos de las exrepúblicas soviéticas, o los conflictos de Ucrania, no siendo la población Russkii mayoritaria en ninguna de las intervenciones exteriores, con la única excepción de la anexión de Crimea.
Esta agresiva política exterior se fundamenta precisamente en la idea del estado nación Rossiyane, vista desde fuera como un nuevo expansionismo Russkii, pero desde la propia Rusia como un irredentismo Rossiyane.
La compleja organización del Estado
La dimensión espacial del estado y la gran diversidad social y cultural con múltiples grupos étnicos, algunos muy concentrados en el espacio, se traduce en una compleja organización estatal. Rusia se organiza como un estado federal, con 85 sujetos federales –incluyendo a Crimea y Sebastopol–, todos formalmente iguales, y con la misma representación en el Consejo de la Federación pero que en la práctica tienen diferencias considerables para responder a la diversidad geográfica, étnica y cultural del país. Hay regiones u óblasts, territorios o krais, distritos autónomos u orkugs, repúblicas y ciudades federales.
Los óblasts o regiones, y los krais o territorios, suman 55 de los 85 sujetos federales, concentrándose en las zonas de amplia mayoría Russkii, en la parte europea del país y el eje del Transiberiano. Las diferencias de nomenclatura son históricas, pero ambas tienen las mismas competencias limitadas.
Las ciudades federales (Moscú, San Petersburgo y Sebastopol), son regiones urbanas formadas por múltiples municipios, los cuales se unen para formar una ciudad.
El conjunto de estas tres figuras de competencias limitadas suma 58 de los 85 sujetos federales, que suponen poco más del 77% del territorio ruso, en el cuales se concentra el 91% de la población con nacionalidad Russkii. Entre ellos solamente cuatro óblasts y la ciudad de Sebastopol no alcanzan el 80% de población de nacionalidad Russkii, la media nacional.
Las repúblicas son el segundo sujeto más común, representando un cuarto del total. Se trata de subestados nación, con sus propias constituciones, y la potestad de establecer lenguas estatales diferentes al ruso. Originalmente se crearon en aquellas regiones donde había una mayoría no Russkii, aunque las migraciones internas y externas han alterado la composición étnica de muchas de ellas, no siendo ya la nacionalidad titular de la república necesariamente la mayoritaria.
Los distritos autónomos, u orkugs, son una figura intermedia entre las repúblicas y los óblasts, que aunque son sujetos federales iguales al resto siguen formalmente siendo parte de otro óblast, con la excepción de Chukotka. Suponen un reconocimiento de autonomía a una o dos nacionalidades, en regiones escasamente pobladas, por lo que continúan dependiendo parcialmente de otra región. Sus funciones difusas y escasa población han hecho que hayan ido desapareciendo, esfumándose la autonomía de múltiples naciones. Los que han sobrevivido lo han hecho gracias a grandes reservas de hidrocarburos en sus territorios, lo cual les ha permitido mantener su autonomía, pero que ha atraído numerosa población de otras nacionalidades, suponiendo las nacionalidades titulares una minoría en los cuatro orkugs, con mínimos en Janti-Mansi donde los dos pueblos que dan nombre a la región sólo suponen el 1,3% de la población.
El Óblast Autónomo Hebreo es una anomalía. Pese a ser un sujeto federal étnico, la nacionalidad titular nunca fue la mayoritaria. Fue planteado con la idea de que todas las naciones tuviesen una autonomía dentro del socialismo, incluyendo a los hebreos que se encontraban dispersos por el territorio, como una patria socialista para el pueblo judío y para luchar ideológicamente contra el sionismo que empezaba a tomar importancia. Se creó en una región remota de Siberia, en la frontera con China, con la intención de aumentar la población del territorio y controlar las fronteras, pero lejos de las regiones europeas donde se concentraba la propia población hebrea. El resultado fue que sólo tras la II Guerra Mundial la población hebrea de la región llegase a suponer un tercio del total, per la persecución de Stalin y la creación del Estado de Israel, sumado a la migración de población Russkii a la zona, han supuesto que la región sólo posea un 1,2% de población hebrea y más de un 92% de población étnicamente rusa.
Las regiones étnicas o autónomas ocupan únicamente un 22% del estado, concentrando a casi el 60% de las minorías. Así, mientras que para los Russkiis la población que reside en las regiones autónomas es una minoría, para los demás grupos la población fuera de las regiones autónomas es muy importante.
La nación de las 200 nacionalidades
Para comprender esta complejidad territorial es necesario remontarse al siglo XIII, cuando un gran estado eslavo llamado Rus de Kiev, que abarcaba la actual Bielorrusia, y gran parte de Ucrania y Rusia occidental, se descompuso ante la presión de la llegada de las hordas mongolas de Gengis Kan y las luchas internas. El Imperio Mongol y su sucesor occidental, la Horda de Oro, cambiaron el panorama étnico, lingüístico y religioso en los límites de la antigua Rus de Kiev, con la consolidación y asentamiento de las tribus nómadas turcas y la llegada de tribus mongolas, a la vez que penetraban nuevas religiones como el budismo y el islam.
No será hasta el siglo XV cuando el Principado de Moscovia logre librarse del vasallaje turco-mongol, y empiece a imponerse sobre los demás principados Russkiis. Este estado es el germen de la actual Rusia, y núcleo de la cultura Russkii, en lo que los rusos denominan Rusia Central, una región con su centro en Moscú, de superficie algo mayor que Francia y con una población étnicamente rusa de más del 90% en todos los óblasts.
Hacia el norte, Rusia se topó con un territorio escasamente poblado, aunque con multitud de pueblos como ingrios, carelios o samis, pero con salida al mar, lo que propició el auge de importantes ciudades portuarias como Arcángel, y la llegada de numerosa población Russkii desde el sur, que se incrementó aún más con el traslado de la capital a territorio ingrio, a San Petersburgo. Solo la República de Carelia tiene proporciones inferiores al 85% de población Russkii, sin embargo incluso esta supera el 80%, ya que la mayor parte de la población carelia, un subgrupo finés, emigró a Finlandia durante la Guerra de Invierno.
En dirección sur la expansión siguió una dinámica similar, escasamente poblado por tribus nómadas, pero con tierras muy fértiles y salida al Mar Negro se produjo una intensa colonización siguiendo el cauce de los ríos Don y Volga. Especialmente importante fue la población ucraniana, que acabó siendo asimilada por la Russkii. Las regiones del Don rondan el 90% de población Russkii, pero esta desciende al 80% al aproximarse al Cáucaso, y hasta suponer tan solo dos tercios en el delta del Volga.
Hacia el este, en Siberia, se encuentra la el otro gran eje de población Russkii. Este está constituido por un conjunto de regiones con entorno a un 90% de población Russkii siguiendo el eje del Transiberiano. Hacia el norte y el sur la proporción de rusos étnicos desciende rápidamente, y sólo las regiones de las llanuras suroccidentales y las costas del pacífico mantienen proporciones superiores al 80%.
De este modo la población Russkii se concentra en dos lugares, en Rusia Central y sus zonas de expansión norte y sur, y en el eje del Transiberiano. Así se configuran cinco áreas donde la Rusia eslava homogénea del imaginario pierde importancia ante la Rusia Plurinacional.
A mediados del siglo XVI Iván IV “El Terrible”, inició una campaña contra los tártaros para acabar con los continuos ataques y saqueos de estos, que culminó en 1552 cuando logró vencerlos y anexionarse sus territorios. Se iniciaba así una nueva etapa, donde los eslavos dejaban de ser el grupo étnico dominante en todo el país, y el estado debía repartir su territorio entre las diferentes comunidades, que además se multiplicaban por la continua expansión territorial.
En la abrupta y fronteriza región del Cáucaso, Rusia alberga la región étnica más compleja de Europa con numerosos pueblos, lenguas y religiones, donde una sola república como Daguestán alberga más de 10 grupos étnicos y 30 lenguas diferentes. Étnicamente está lejos de la Rusia eslava: mongoles, túrquicos, iranios o circasianos son algunos de los grupos étnicos de la región. Religiosamente no es menos compleja, con comunidades musulmanas sunníes, cristianas ortodoxas, neopaganos y una región de dominio budista, muchas veces sin homogeneidad de culto dentro del mismo grupo étnico o lingüístico.
En la zona del Volga y el sur de los Urales se encuentran los pueblos a los que debió de enfrentarse Iván el Terrible, naciones túrquicas suníes como los tártaros y bakshires y ugrofinesas ortodoxas y animistas como maris y mordovians. De esta región son las minorías étnicas más numerosas y extendidas por Rusia, ya que fueron las primeras en integrarse en la Rusia plurinacional, y participaron junto a los Russkiis en la colonización de los nuevos territorios.
A ambos lados de los Urales septentrionales se encuentran cuatro regiones étnicas, entre las cuales están las tres con mayor Producto Interior Bruto (PIB) per cápita del Estado, por lo que la población Russkii presenta porcentajes superiores al 50% y no deja de aumentar, relegando a las naciones ugrofinesas titulares de esos territorios en segundo plano.
En el sur de Siberia habitan pueblos túrquicos muy influenciados por los mongoles, y de religión budista tibetana y animista, como tuvanos, buriatios o altáis. En el extremo norte habitan los también túrquicos yakutios y otros pueblos aislados como los esquimales de Siberia, o chukchis.
Las minorías y el nacionalismo Rossiyane
Exceptuando la zona norte de los Urales, la población Russkii no ha dejado de descender en las regiones autónomas y el conjunto del país desde la descomposición de la URSS. Y es que la demografía juega en su contra. La migración a otras regiones más prósperas, los conflictos interétnicos de los 90, y sobre todo la baja tasa de natalidad de la población Russkii frente a las altas tasas de otras nacionalidades no ha hecho más aumentar el peso relativo de las etnias minoritarias en la mayoría de las regiones autónomas, pero también el peso absoluto en el conjunto del país, y su importancia política. En regiones como la República de Tuvá los rusos étnicos han pasado de representar un tercio de la población en 1989 a un sexto en 2010; en Ingusetia han pasado de ser un cuarto de la población a menos del 1% y en Yakutia han descendido de la mitad a un tercio.
Aunque en los años 90 la violencia de las minorías se centrase contra la población Russkii, y se llegase a proclamar la independencia de Tartaristán y Chechenia, con dos guerras en la última de las regiones y creación de entramados terroristas. En la actualidad, las regiones autónomas y las nacionalidades minoritarias son los principales sustentos del nacionalismo ruso, y del voto a Rusia Unida, el partido conservador y nacionalista de Vladímir Putin. Y esto pese a que la política interna que ha promovido ha sido tendente a reducir la autonomía de las regiones, centralizar la administración, y a promover la lengua rusa en contra del resto de idiomas.
Empero, el nacionalismo que promueve el gobierno, el nacionalismo Rossiyane, está más próximo al concepto de hispanidad que al de los diferentes pueblos que la integran. Y es que Rusia no es Rusia, Rusia es la Federación Rossiyane. En palabras de Putin, “la gran misión de los rusos es unir la civilización. El idioma, la cultura, una cordialidad general, (…) deben unir a los armenios rusos, los azerbaiyanos rusos, los alemanes rusos, los tártaros rusos… Unirlos en un tipo de Estado donde no hay representantes de una etnia ajena. Tal tipo de identidad de la civilización se basa en la conservación de la cultura rusa dominante, que no solo pertenece a los rusos eslavos, sino también a todo el pueblo de Rusia, independientemente de su etnia.”
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