La fabricación de Oriente Medio
Mónaco. Si pensamos en este principado todos somos capaces de situarlo en un mapa, establecer sus límites y los países con los que limita. Pero, ¿qué ocurre si pensamos en Oriente Medio? Seguramente nos sea mucho más difícil situarlo en el mapa. No podremos establecer de una manera tan fácil sus límites, ni tampoco citar con exactitud qué países hacen frontera con esta región. La difusa imagen que tenemos sobre Oriente Medio es fruto de años de trabajo, de políticas centradas en satisfacer los intereses de las potencias reinantes.
El experto en el lenguaje George Lakoff no estaba equivocado al hablar sobre cómo el buen uso de la lengua y los conceptos influyen en las percepciones del gran público. Cada vez que un término se utiliza, se va acuñando; no es instantáneo, pero llega un punto en el que acaba por ser algo compartido entre la población, entre todos y cada uno de nosotros.
Los actores globales son conscientes de que el poder está cambiando, que no solo se ejerce a través de la fuerza. La definición de una región puede resultar un arma mucho más potente que ninguna de fuego. Pensemos en la cantidad de posibilidades que pueden plantearse cuando se posee la capacidad de modificar la idea que el gran público tiene sobre una región. Imaginen la ventaja que un estado puede llegar a adquirir si le es posible alterar la percepción de los límites de la zona y actuar en un área del tamaño del continente americano.
Es entonces cuando nosotros nos empezamos a preguntar hasta qué punto nuestra comprensión del planeta es la real o la que nos han impuesto. Si realmente al hablar de las “regiones” en las que está dividido hablamos de algo tangible o si estas no hacen más que servir los intereses de aquellos que han ido fomentando su uso. Nos vamos a centrar en Oriente Medio, una región que, como ya hemos dicho, está en boca de todos. Sin embargo, ¿está de igual modo en la mente de todos?
De Said a Mahan
La delimitación de una de las regiones más importantes de la actualidad no es algo nuevo. El enfoque que se tenía de la región ha ido variando con el tiempo. La idea que en la actualidad se tiene de Oriente Medio no es la misma que hace 200 años. Como vamos a ver, ha sido un proceso largo del que muchos han tomado parte.
La visión del Oriente, como nos decía Edward Said, iempre ha estado influida por su interesados vecinos occidentales Ya en tiempo de griegos y romanos se contaban historias sobre fantásticos lugares allende los mares. Esto no se puede atribuir a una estrategia premeditada que tuviera como fin último ejercer control sobre esos territorios, sino que este tipo de comportamientos son más algo natural y humano que estratégico. No sólo se daba en una dirección, el desconocimiento de un territorio fuerza a la búsqueda de atributos que lo definan –Europa para los otomanos era Franjistán traducido como la tierra de los francos– que le den un significado en nuestra mente. Lo que está claro es que el poder suele venir de la mano de la capacidad de decir qué es cada cosa; por consiguiente, quien implanta la idea y visión en los de su alrededor tiende a ser el que manda en la cancha.
“Conocer así un objeto es dominarlo, tener autoridad sobre él, y autoridad aquí significa, para «nosotros», negarle autonomía –al país oriental–, porque nosotros lo conocemos, y, en cierto sentido, existe tal y como nosotros lo conocemos” (E. Said, Orientalismo)
La opacidad de la zona al este del Bósforo favoreció que se fuera creando una imagen distorsionada de esa región. La presencia del Imperio Otomano tampoco ayudó mucho. El territorio de los sultanes hizo de barrera entre Europa y los lugares más allá de los dominios turcos.
No era fácil en la Europa de los siglos XIV-XVI hacerse una idea del tipo de mundo que existía al este del continente. Los europeos, centrados en afianzar sus fronteras, no habían desarrollado un interés claro por territorios externos. Todo lo que se iba sabiendo se encontraba en la literatura; obras con una narrativa que buscaba más el morbo que la descripción real de esos lugares. Día a día los barcos Ingleses, franceses y españoles empezaron a viajar rumbo este, abriendo nuevas rutas y descubriendo más sobre aquellas tierras.
Ya a finales del siglo XVII se empezaron a fijar límites y fronteras para toda la tierra que se encontraba al este de Europa. Todas ellas se basaban en un eurocentrismo, teniendo a este continente como punto de referencia para cualquier otro tipo de definición geográfica. Quedaría entonces el Oriente dividido en tres partes en función de su proximidad a Europa. El Oriente Próximo abarcando la zona de los Balcanes; la región desde el este de la India al Mar de China sería el Lejano Oriente y todo el territorio entre medias quedaría como el Oriente Medio.
Sin embargo, no sería hasta finales del XIX cuando la situación llevaría a fijar una definición de la región, lo que sería una herramienta de poder que cambiaría profundamente la concepción del Oriente.
“Todo depende desde dónde se mire”
Si hay algo que influye realmente en el desarrollo del marco espacial de un territorio son los conflictos. La necesidad de desarrollar operaciones sobre el terreno hace obligatorio delimitar el marco de actuación, marco que se ajustará a las necesidades de cada uno de los poderes involucrados. Si a esto le añadimos un crecimiento de la prensa y cobertura mediática de los mismos tenemos el caldo de cultivo perfecto para el surgimiento de definiciones y marcos conceptuales.
La Primera Guerra Mundial sería el inicio de la concepción del actual Oriente Medio, si es que podemos decir que existe una concepción clara hoy en día. Los trabajos de expertos como Alfred T. Mahan o Valentine Chirol darían origen a la delimitación de la región. Ambos situaban sus fronteras geográficas entre el estrecho de Suez y Singapur. La idea que fueron desarrollando cogería poco a poco más presencia en los círculos académicos y en medios de comunicación. La entrada del Imperio Otomano en la Gran Guerra haría que los estados europeos fijaran definitivamente sus ojos en la tierra de los sultanes.
Con el fin de la guerra y el consiguiente desmembramiento del Imperio Otomano llegamos a uno de los puntos más importantes en la definición de Oriente Medio. Pese a que con la división del territorio otomano los estados europeos llevaron a la región la idea de Estado-Nación, quedaría claro con el paso de los años que lo más conveniente era el mantenimiento de una definición amplia que favoreciera una actuación mucho más libre.
La importancia geopolítica de la región fue aumentando. Los nuevos poderes como Reino Unido encontraron en la definición ofrecida por Mahan y Chirol una herramienta útil para la extensión de su dominio regional.
Pero, ¿cómo se empieza a expandir un concepto? En el caso de la definición de Oriente Medio sería a través de la academia como comenzaría la colonización conceptual de la región. La British Royal Geographical Society empezó a desarrollar trabajos sobre el tema. Se fueron definiendo unos límites para el territorio; Oriente Medio comprendía la tierra entre el Bósforo y el este de la India. De este modo la corona británica pasaba a ser la potencia con mayor número de colonias en ese territorio, la definición del concepto le otorgó a Londres mucho poder en la zona.
Pese a todo, no sería hasta finales de la Segunda Guerra Mundial que los límites y concepción de Oriente Medio se clarificarían. La llegada de la guerra moderna haría del territorio y sus recursos un punto crucial en la geoestrategia de las grandes potencias.
El conflicto y la importancia de las misiones asentaron definitivamente el marco conceptual. El Middle East Air Command sería clave en este proceso. El territorio que este Mando cubría iba desde Marruecos a la frontera este iraní, siendo el centro de operaciones del mismo El Cairo. Así, el territorio que se asumía parte de Oriente Medio giraba alrededor de las misiones que se llevaban a cabo en la zona.
Del mismo modo, la propaganda de guerra y la necesidad de sintetizar el concepto para el gran público hicieron que esta concepción se fuera asentando. Volvemos a toparnos con un factor que ha influido sobremanera en lo que entendemos como Oriente Medio: los medios de comunicación. A pesar de todo, continuaba sin quedar claro qué era Oriente Medio. Como bien dijo el Primer Ministro Clement Richard Attlee: “Todo depende desde dónde se mire”.
Sólo puede quedar uno
Con el fin de la Segunda Guerra Mundial la conocida como Pax Británica llegó a su fin. El mundo, como ya sabemos, quedó dividido en dos bloques que pugnarían por la hegemonía global durante casi 40 años. En el Oriente Medio llegó el momento de la Pax Americana. Washington pasó a ser una potencia a lo largo y ancho de la región.
Con la influencia política llegaría el momento de la Casa Blanca. Suele decirse que “quien manda, define”. Este caso no sería una excepción.
La definición de Oriente Medio volvería a variar. El fin del dominio británico sobre sus colonias hizo que la India quedara totalmente fuera de cualquier concepción de Oriente Medio. Como pasó en los Balcanes, los movimientos nacionalistas rechazaron ser parte de “Oriente”. En el mundo árabe comenzaron a desarrollarse movimientos nacionalistas pan-árabes y pan-islámicos. Ambos factores se tomaron como elementos definitorios, ayudando en la fijación de los límites regionales de Oriente Medio.
En el contexto de la Guerra Fría Washington sabía que no debía dejar de influir sobre la región. Para ello se desarrollaron estrategias que poco a poco fueron definiendo los límites que desde los EE.UU querían que esta tuviera. Doctrinas como la de Eisenhower, enfocadas a esta zona, sirvieron para ir creando una idea alrededor del término.
Durante este período primó la estrategia estadounidense. Basada en dar una definición lo suficientemente vaga de los límites de la región como para que la potencia dominante, EE.UU, pudiera campar a sus anchas justificando cualquier acción en base a su estrategia para con la difusa región de Oriente Medio. Así no solo podía granjearse el apoyo internacional o excusar sus políticas, sino que mantenía en constante tensión a su enemigo, la Unión Soviética. Para Moscú la inexistencia de unos límites fronterizos claros en Oriente Medio suponía que cualquier zona lo suficientemente cerca de la idea que Washington tenía sobre este territorio corría el riesgo de sufrir algún tipo de intervención –he aquí el poder coercitivo de la delimitación de una región–.
Como vemos la definición o incluso la no-definición de los límites o concepto son una fuente de poder con respecto a los rivales. La concepción que durante la Guerra Fría se fue generando en torno a la extensión de Oriente Medio es muy similar a la que en años venideros fomentarían otras administraciones como la de George W. Bush.
La caída del bloque soviético no supuso un parón en la importancia de Oriente Medio en la geopolítica de las grandes potencias, ni tampoco lo hizo la importancia de su definición. La descomposición de la URSS no trajo más que nuevas perspectivas. Las políticas y eventos que siguieron a las décadas tras el fin de la Guerra Fría llevaron al desarrollo de nuevas concepciones sobre Oriente Medio y lo que este término engloba.
La década de los años 90 tuvo mucho peso: Washington campó a sus anchas. Las aproximaciones de las distintas administraciones tenían un marcado carácter expansionista. En la zona de Oriente Medio empezó a fraguarse, a través de los centros de estudio, medios y los distintos trabajos académicos, una nueva relación de factores que definían esta región. La caída de la potencia comunista abrió una nueva zona de influencia para Occidente. Los EE.UU vieron en las repúblicas del Cáucaso un filón en su afán por extender su influencia. Para ello comenzaron a integrarlas en una concepción mucho más amplia de la región. Fue un proceso lento y que tardó en ir tomando forma, pero está claro que no se crea una conciencia en el gran público de un día para otro.
Si a esto le añadimos la guerra del Golfo, los atentados del 11 de septiembre y las consiguientes intervenciones en Afganistán e Irak nos encontramos con una cantidad ingente de prensa, discursos, propaganda y libros en los que una nueva idea de Oriente Medio fue tomando forma. La idea que mejor se ajustaba a las necesidades del poder dominante: los Estados Unidos de América. La idea se materializó en la iniciativa del Gran Oriente Medio que la administración Bush lanzó a principio del 2000. Amparada en la Guerra contra el Terror, encontró su justificación en el enaltecimiento de rasgos como el Islam o la lengua árabe que todos los estados dentro de ella compartían. El Gran Oriente Medio abarcaba un territorio desde Marruecos al este de Pakistán, lo que seguía permitiendo a Washington tener un amplio margen de actuación.
Esta idea de Oriente Medio y los límites de dicha zona se fueron extendiendo en el gran público. Sin embargo, los actores regionales e internacionales eran ya más conscientes de la importancia de la definición de una región en el juego de poderes. Desde la zona se criticó la iniciativa tildándola de simplista. Argumentaban que carecía de sentido aglutinar a países porque compartían una lengua o religión similar. Del mismo modo otros actores internacionales empezaban a darse cuenta de que el definir una región podía ayudarles en su lucha por el poder. La Unión Europea lanzó una campaña más centrada en el Mediterráneo que chocaba con la tendencia de Washington de expandir los límites hacia el este de Teherán.
El poder del moldeado
Como hemos visto, con el paso de los años Oriente Medio ha ido tomando forma. Como un cuenco de barro en una clase de párvulos, donde cada niño llega y le va dando la forma que más le conviene, sin prestar atención al estado de la arcilla. Una forma –definición– que a la materia le es impuesta, que tras la aceptación de los “otros” se convierte en la definitiva para “ellos”.
Existen muchas formas de ejercer poder: una de ellas es el control de las ideas. Ideas que se comparten a nivel internacional sobre lo que es la región de Oriente Medio. Con el avance las tecnologías de la información los actores principales han tomado más conciencia de que el control sobre lo que el gran público entiende puede ser más efectivo –aunque no tan perceptible– a la hora de competir por el poder que una ojiva nuclear.
En el caso de Oriente Medio las pruebas hablan por sí solas. Parece haber quedado claro cuán fácil es el justificar una acción en un lugar al que nosotros ponemos límites. Cuando nadie va a poner en duda que ese acto esté dentro de la estrategia diseñada para esa región cuyos límites tú has establecido. Y consecuentemente se crea una coacción sobre los actores regionales. Estos, cuando absolutamente todo el mundo los sitúa dentro de unos límites concretos, poco más pueden hacer que aceptarlo.
Ante esto uno no puede sino seguir resignándose, siendo consciente de que nuestra forma de comprender las regiones del planeta deriva de la idea que se ha ido diseñando en torno a ellas. El Oriente Medio tal y como lo concebimos no es el mismo que había o habrá en unos años; el bol de barro seguirá pasando por las manos de niños que le darán forma y jugarán con él mientras esa arcilla, cansada, resiste.
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