Un nuevo indicador para medir el desarrollo: el Índice de Desarrollo Socioeconómico (IDSE)
El nivel de desarrollo se puede medir desde distintas ópticas. Durante el S.XX se propusieron una serie de indicadores que han cuantificado el desarrollo desde un punto de vista sesgado, occidental y economicista. En el mundo actual han aparecido nuevas teorías económicas, sobre los modelos de crecimiento y de desarrollo.
Para dar cabida a todas las concepciones del desarrollo, en el presente ensayo se propone un nuevo indicador, el IDSE (Índice de Desarrollo Socioeconómico), que mide el grado de desarrollo de sociedades y territorios considerando variables alternativas, como el número de usuarios de redes sociales, el bienestar ambiental, la felicidad, el coste de la vida, la exportación de productos de alta tecnología… etc.
Mediante la evaluación de los países con el IDSE, aparecen unos resultados que reflejar que el mundo no está polarizado entre un Centro desarrollado y una Periferia subdesarrollada, sino que los matices son mucho más complejos, y la brecha entre grados de desarrollo no es tan grande. Todo depende de qué concepción manejemos del término ‘desarrollo’.
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Los datos que obtenemos al elaborar el Índice de Desarrollo Humano o del PIB per capita recogen una realidad determinada por cómo se han obtenido los datos y, por tanto, por cómo y con qué elementos se han calculado los indicadores, unos países tienen puntuaciones altas, otros muy bajas.
Los datos evidencian que, como ya hemos dicho, vivimos en un mundo donde reina la desigualdad. Y esto se observa de manera muy clara cuando vertimos esa información en mapas. Al espacializar los datos, aparece la verdadera realidad del mundo: existen dos mundos. Se puede comprobar rápidamente si buscamos por ejemplo el mapa que refleja el PIB per capita a nivel global:
Observamos unas zonas destacadas y espacios inmensos completamente desapercibidos en la mancha de los valores bajos. Los datos de los indicadores siguen apuntando una brecha entre el Centro (Europa occidental, Estados Unidos, Canadá, Japón, Corea del Sur, Australia, Nueva Zelanda) y la Periferia (Latinoamérica, África, Asia, resto del mundo).
La profundidad de la brecha de la desigualdad llevó a al economista japonés Kenichi Ohmae a acuñar en 1985 el término Tríada Económica, que, como vuelta de tuerca en la búsqueda de la simplificación, identifica las tres (macro)regiones que dominan la economía global, así como los grandes alineamientos de la política internacional: América del Norte (Estados Unidos + Canadá), Europa Occidental (Unión Europea + Noruega + Suiza) y Asia-Pacífico (Japón + Corea del Sur, Australia + Nueva Zelanda). En este reducido grupo de países encontramos las mayores tasas de desarrollo del mundo.
¿Y qué ocurre con el resto? ¿Sobreviven al margen del desarrollo? ¿No tienen ninguna opción de progresar? Lo cierto es que son países que se encuentran en una clara situación de inferioridad económica, social y política. Inferioridad económica porque sus economías son más débiles (muchas de ellas fueron explotadas por los que ahora son países desarrollados). Inferioridad social porque sus gentes y pueblos están clara en clara desventaja ante la globalización cultural, que es en realidad una occidentalización de todas las sociedades del mundo, que adoptan los patrones culturales de los países desarrollados. E inferioridad política porque no tienen el peso que merecen en las instituciones internacionales, y su voz no tiene el mismo valor que la voz de los países desarrollados.
En el presente trabajo y con la propuesta de un nuevo indicador para medir el desarrollo, se intentará ‘rescatar’ del olvido a muchos países que, aunque no destacan a nivel global cuando se les mide con los índices tradicionales, tienen un gran potencial social y económico.
Existe una larga historia de indicadores sobre el desarrollo que se han venido aplicando desde el siglo pasado y que permiten, precisamente, conocer la distribución espacial del desarrollo, al clasificar países y territorios en función de su grado de desarrollo. La mayoría son medidas realizadas por organismos como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, o la Organización de las Naciones Unidas. Existen muchos índices que se pueden utilizar para medir el desarrollo, aunque vamos a centrarnos únicamente en cuatro de ellos, que a nuestro entender reflejan muy bien lo que entendemos por indicadores tradicionales: el Producto Interior Bruto (PIB), el PIB per capita, el Índice de Desarrollo Humano (IDH) y el Índice de Densidad Económica.
Empezando por éste último, densidad económica es “la masa económica por unidad de superficie en una determinada área, o la compactación geográfica de la actividad económica” (Informe de Desarrollo Mundial 2009, Banco Mundial). La medición de la densidad económica tiene como objetivo conocer cuáles son los territorios económicamente más productivos, es decir, qué zonas dentro de cada país genera más riqueza. En la mayoría de los casos, fruto del efecto de las economías de aglomeración, las áreas de mayor densidad económica coinciden con las áreas más urbanizadas y la presencia, en todo caso, de urbes más pobladas.
Por otro lado, el producto interior bruto (PIB), mide el valor de todos los bienes y servicios de demanda final producidos por un territorio, región o país en un determinado periodo de tiempo, normalmente un año. Si bien no es per se un indicador del desarrollo de un territorio, tradicionalmente sí que se ha utilizado para diferenciar países desarrollados de países subdesarrollados, puesto que en el S.XX las diferencias del PIB entre países eran muy grandes. Sin embargo, este indicador es el que más se ha equilibrado en el sentido Centro-Periferia durante el S.XXI, y es el único que no muestra una brecha tan grande entre el Norte y el Sur (al menos no es una brecha en la que salga perdiendo el Sur).
Uno de los indicadores que más se utilizan actualmente para reflejar el desarrollo de una sociedad es el PIB per capita, que se calcula con la suma de todos los bienes y servicios finales producidos por un país en un año, dividido por la población estimada para mediados del mismo año. Una variante es el PIB (PPA) per capita, que calcula la renta según valores de paridad de poder adquisitivo (PPA) per capita, y por tanto permite comparar a nivel global distintos países.
Por su parte, el Índice de Desarrollo Humano mide el avance conseguido por un país en tres dimensiones básicas del desarrollo humano: disfrutar de una vida larga y saludable, tener acceso a la educación y tener un nivel de vida digno. El IDH es la media geométrica de índices normalizados que miden los logros en cada dimensión, y utiliza diversos indicadores para su cálculo: esperanza de vida al nacer, años promedio de escolaridad y años esperados de escolarización e ingreso familiar disponible o consumo per capita. Así, el IDH es una medida comparativa de la esperanza de vida, la alfabetización, la educación y el nivel de vida.
Todos estos indicadores del desarrollo (PIB, IDH, renta per capita…) tienen algo en común: coinciden en posicionar en los primeros puestos a los mismos países. Hacen una lectura similar del desarrollo a nivel global. En todos ellos aparecen países como Estados Unidos, Noruega o Canadá encabezando los niveles de desarrollo. Una primera característica de los indicadores tradicionales es que comparten una visión concreta de lo que es desarrollo.
Tras introducir brevemente los indicadores que se van a intentar mejorar con el nuevo Índice de Desarrollo Socioeconómico (IDSE), nos centramos ahora en fundamentar nuestra crítica a los medidores tradicionales.
En relación con lo último que se ha comentado, una de las principales críticas que desde aquí hacemos a los indicadores tradicionales es que sustentan y apoyan la idea de la dinámica Centro-Periferia. Esto se puede comprobar fácilmente, pues al volcar los datos de cualquiera de los indicadores predominantes sobre un mapa, automáticamente aparecen destacados los países ‘centrales’ y quedan marginados visualmente otros que, precisamente por ello, se denominan ‘periféricos’. Esto ocurre tanto con el PIB per capita, como con el IDH. En ambos casos, estos indicadores que reflejan el desarrollo a nivel global muestran una clara brecha entre el Norte y el Sur cuando se representan en un mapa.
A simple vista parece generalizarse la idea de que la Periferia está subdesarrollada, y que no hay ningún tipo de progreso económico ni social en esta zona del mundo. Convencidos de que la realidad actual no es así, señalamos a continuación una serie de razones por las que creemos que los indicadores tradicionales están incompletos.
Los indicadores que están midiendo el desarrollo social y económico actualmente presentan las siguientes carencias:
• Como ya hemos apuntado, los indicadores tradicionales corroboran la idea de que el mundo está dividido entre una serie de países centrales y otros periféricos. A nuestro entender, el hecho de fomentar el concepto y la oposición Centro-Periferia es una característica negativa, pues nuestra tesis es que esta visión de un mundo polarizado en dos mitades no se ajusta a la realidad del momento ni a los datos socioeconómicos actuales. Es, además, una consideración injusta hacia los países que no forman parte del selecto club de Occidente. El término país periférico se puede considerar incluso peyorativo o despectivo, así como el concepto país subdesarrollado, que implica que hay un único tipo de desarrollo correcto, y que quien no se ajusta a dicho modelo está subdesarrollado y no está progresando como debiera hacerlo.
• El indicador del PIB se elaboró en 1934, y el IDH parte de las ideas del economista Amartya Sen en los años ochenta. Si bien este segundo no es un índice “antiguo” (se empezó a utilizar a partir de 1990), podemos considerarlo “de otro siglo”, no únicamente en el estricto sentido histórico (efectivamente es del siglo pasado), sino transmitiendo la idea de que “es de otra época”, en tanto que el mundo ha experimentado grandes cambios en estos últimos veinte años, y no se parece en nada al mundo de los años noventa. Así, en el presente trabajo se considera a los indicadores tradicionales como herramientas desactualizadas y anticuadas para medir el desarrollo, que no reflejan fielmente la realidad de la segunda década de este S.XXI.
• La mayor parte de los indicadores tradicionales se crearon desde la óptica de Occidente. Fueron los países europeos, junto a Estados Unidos, quienes promovieron el desarrollo de los índices y las tasas que hoy siguen midiendo el desarrollo y determinando qué sociedades o qué espacios están desarrollados y cuáles no. Es un factor injusto, puesto que el mundo actual se caracteriza por la multipolaridad, la heterogeneidad y la diversidad. Ninguna de estas características se pueden aplicar a los indicadores que se utilizan en todo el mundo, puesto que fueron creados desde un único polo de poder (Occidente), de manera homogénea y sin considerar la diversidad global a la hora de determinar la forma de elaboración de los índices.
• Los indicadores tradicionales se enmarcan dentro de lo que Peter Dicken llama mainstream economy, la corriente predominante a la hora de analizar la economía. De esta manera, estos indicadores tienen un sesgo mainstream, en el sentido de que miden y analizan parámetros sobre el desarrollo teniendo una determinada concepción del desarrollo. La idea que desde Occidente se tiene del desarrollo es muy clara: ha de perseguir alcanzar un modelo de libertad económica, democracia al estilo occidental y sistema cultural determinado. Se analiza el desarrollo basándose en la corriente dominante a nivel global y que se ha acabado aceptando por la supremacía de las potencias occidentales, que controlan los principales organismos internacionales y financian los estudios económicos más influyentes. Desde la concepción de qué es el desarrollo y cómo se mide, se produce un sesgo pro-occidental que no considera las diferentes características de los distintos países del mundo.
Partiendo de estas premisas, y convencidos de que son consideraciones críticas justificadas, creemos que existen motivos por los que plantear un nuevo indicador que complemente o mejore la medición del desarrollo social y económico tal y como se está dando actualmente.
Como apuntábamos en el anterior capítulo, los indicadores de desarrollo habituales tienden a estigmatizar a los países que se perpetúan en las peores categorías a la vez que sesgan el mensaje sobre la desigualdad al referirlo a un único modelo de economía y de desarrollo. Parte del presente trabajo se marca como objetivo “rescatar” a los países de la Periferia, a través de indicadores socioeconómicos que les sean más favorables, y que reflejen que no están tan hundidos en el subdesarrollo como parece. Una de las críticas que desde aquí hacemos a los indicadores tradicionales es que han fomentado la simplificadora concepción del Centro-Periferia, que no es sino una muestra del sentimiento de superioridad que muchas veces se tiene desde Occidente hacia el resto del mundo. Los indicadores tradicionales no ayudan a vislumbrar ni a conocer la riqueza que se esconde en la mal llamada periferia del mundo. Con el indicador que se propone en este trabajo se intentará hacer justicia y cambiar la visión polarizada que tenemos del mundo. Para ello, como se expone a continuación, existe otro tipo de desarrollo económico inspirado por principios distintos y del que pueden derivarse otros indicadores alternativos, que aporten información útil para medir el desarrollo, aunque no se mantengan fieles a la corriente predominante.
Los indicadores presentados en el apartado anterior, que hemos denominado indicadores tradicionales, emanan de una economía convencional, o mainstream, que tiende a relacionar el desarrollo con el crecimiento, pues el sistema establecido se basa en un modelo económico de la competitividad y el beneficio constantes, en el que el único propósito es crecer y ganar. Además, a esta concepción del desarrollo han ayudado muchos teóricos, analistas y estudios, que, desde una visión claramente economicista, han analizado fenómenos que en realidad eran sociales haciendo primar los factores económicos. Es decir, no se ha entendido que el desarrollo no siempre está relacionado con el crecimiento económico o con el progreso y la mejora de los datos bursátiles y financieros.
Esta concepción del desarrollo tan ligada al crecimiento se ha perpetuado en los últimos años gracias al fenómeno de la globalización, que ha permitido extender un modelo económico determinado por todo el planeta. Se ha exportado el modelo occidental, y con él, la idea de que el desarrollo va de la mano del crecimiento económico. Esta globalización que a día de hoy es casi total y afecta a todos los rincones del mundo, ha hecho olvidar que existen otros tipos de economías. En palabras de Peter Dicken: “Existe una gran diversidad de economías que ofrecen diferentes tipos de posibilidades y que pueden ocupar diferentes posiciones en relación con la gran economía mundial. Muchas de ellas son ‘community economies’, que en algunos casos está confinadas geográficamente a la escala local, mientras que otros se extienden en una escala global.” (Dicken, P. 2011, p.553)
Tal y como se aprecia en la tabla, para el modelo de economía alternativa el desarrollo es mucho más que una mejora en los resultados económicos. Al margen de la concepción tradicional y neoliberal de la economía, la corriente alternativa ofrece una visión diferente: apuesta por un desarrollo social, sostenible y ecológico.
Un desarrollo que sitúe a las personas y al medio ambiente en el centro de atención, que persiga el bienestar social y el equilibrio territorial, que sea sostenible en el tiempo y que no perjudique al medio natural. Haciendo progresos en el desarrollo del capital humano y del capital social, en lugar de en el capital financiero.
En la misma línea van otras propuestas recientes como el Slow Movement, que valora una forma de vida más sobria y menos acelerada (Petrini, C. 1989), o la Escuela del Decrecimiento (Latouche, S. 2009), que apuesta por detener las tasas de crecimiento económico actuales. También es interesante mencionar el fenómeno de la novedosa “Economía del Bien Común” (Felber, C. 2008), que plantea un modelo completamente diferente de desarrollo, al considerar prioritario el progreso social y ecológico antes que el progreso económico. Muchos de estos cambios en las formas de actuar surgen de un cambio de mentalidad que, entre otras cosas, se propone dejar de competir para comenzar a cooperar.
Lo que diferencia en última instancia a estas economías alternativas frente a la economía tradicional es, precisamente, la concepción que se tiene del desarrollo y del modelo de crecimiento en cada caso.
Además de poner en valor otros tipos de economías y otras formas de entender el concepto de ‘desarrollo’, con el indicador que se propone en este trabajo se pretenden reflejar también otros temas que han quedado olvidados o marginados en los indicadores tradicionales o que, simplemente, no se consideran por su relativa novedad. Por ejemplo, toda la temática relacionada con el medio ambiente o las nuevas tecnologías de la información y la comunicación no se están considerando a la hora de calcular el Índice de Desarrollo Humano, ni se evidencian en el PIB per capita. La necesidad de incluir estos temas ‘del siglo XXI’ radica en la obligación de superar los fallos de los indicadores predominantes (Apartado 2.3) y mejorar la medida del desarrollo, actualizando las herramientas y apelando a mejores ideas.
El manejo de nuevos conceptos de desarrollo facilita la ampliación de la gama de indicadores para su medida (Fig.5). Junto con los indicadores tradicionales aparecen los que hemos denominado alternativos, podemos usar el Índice de Calidad de Vida o del número de usuarios de Twitter como nuevas formas de medir el desarrollo de un territorio o de una sociedad.
Así, por ejemplo, la consideración del número de usuarios de redes sociales como un factor indicador del desarrollo se incluye en estos índices alternativos, lo cual los hace ser más modernos. Esta es una variable que no se considera en ningún medidor del S.XX por razones obvias: no existían las redes sociales.
Además de atender a las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, hemos incluido dentro de los indicadores alternativos una serie de factores que miden el desarrollo local. Analizar la economía y la sociedad a escala de mucho más detalle forma parte del análisis alternativo, puesto que la corriente mainstream aboga por el estudio de los flujos financieros globales, los grandes datos macroeconómicos y la evolución del PIB. Medidores que en muchas ocasiones olvidan factores como la producción orientada al consumo local, la autonomía de las comunidades, lo ético de las actuaciones, el cooperativismo, la diversificación, las características culturales de un territorio… En definitiva, se olvida la pequeña escala. Y es interesante resaltar estos factores como medidores del desarrollo, porque, en realidad, el desarrollo de la economía de un país depende más de su integración interna que de la externa (Dicken, P. 2011). Esta idea justifica el interés por la cuantificación y medición de las cuestiones más locales, que quedan olvidadas en el mundo globalizado actual.
Finalmente, hemos reservado un apartado dentro del grupo de los indicadores alternativos para todos aquellos índices o medidores que rozan la extravagancia y pueden ser considerados excesivamente informales, como por ejemplo el Índice de la Felicidad. Aunque, en realidad, son indicadores igual de válidos que cualquier otro. El crecimiento del PIB puede medir el desarrollo de forma parcial, y el análisis puede ser enriquecido con indicadores alternativos, por muy extraños que parezcan.
Para la elaboración del Índice de Desarrollo Socioeconómico se van a contemplar aspectos correspondientes a dos dimensiones básicas del desarrollo: por un lado la dimensión social y por otro la económica. Dentro de estos dos grandes bloques, se seleccionarán las características más expresivas de las dos dimensiones, y finalmente se identificaran las variables o indicadores que describen dichas características. Así, manejaremos tres conceptos: dimensiones, características e indicadores. Explicamos todo ello con detalle a continuación, empezando por la selección de los indicadores.
En este apartado se explica y justifica el uso de ciertos indicadores que ya predominan en el estudio del desarrollo, los llamados tradicionales, pues, aunque siguen la corriente mainstream que hemos criticado por sus defectos, no dejan de ser índices interesantes que hacen una importante aportación al análisis de los niveles de desarrollo. Para complementar esta información que nos dan los índices tradicionales, en este apartado se presentan también los indicadores alternativos que se han considerado oportunos para componer el IDSE.
Además de la diferenciación entre indicadores tradicionales y alternativos, es necesario recordar que en esta propuesta para un nuevo índice se están manejando dos dimensiones: la social y la económica. En este sentido también se procura mantener equilibradas ambas partes, y utilizar el mismo número de variables que describan la dimensión social y la dimensión económica. Así, y tras un proceso de reflexión que queda reflejado en las explicaciones que acompañan el siguiente apartado, hemos decidido que el IDSE lo compondrán ocho indicadores o variables, que intentarán describir el desarrollo desde una óptica diferente a la de los demás indicadores que se utilizan en la actualidad.
Por delante del PIB, el IDH, la renta per capita o el número de vehículos vendidos, nos ha parecido interesante utilizar un indicador que, aunque está dentro de los índices tradicionales, no se suele utilizar con demasiada frecuencia: el Índice de Densidad Económica.
El concepto ‘densidad económica’ no se usa habitualmente, pero es uno de los elementos centrales del Informe sobre el Desarrollo Mundial 2009, realizado por el Banco Mundial y centrado en el estudio del desarrollo a través del análisis de la geografía económica. Uno de los aspectos positivos que encontramos en la medición de la densidad económica es que va mucho más allá de la escala nacional, y se adentra en el interior de cada país para medir la fuerza económica de cada región y territorio. De esta manera, y cumpliendo nuestro objetivo de realzar el potencial de la Periferia, nos encontramos con que, al plasmar sobre un mapa los resultados de la densidad del PIB, muchas zonas del (en principio) mundo subdesarrollado aparecen destacadas, incluso por encima de algunas regiones del Centro.
Así ocurre por ejemplo con espacios del Este de Asia, como la costa China, el Subcontinente Indio o Indonesia, una región que cada vez tiene más peso en la economía global. También destacan zonas de Latinoamérica como el corazón de México, o la región de Sao Paulo y Río de Janeiro, o el área metropolitana del Gran Buenos Aires. Puntos clave en los flujos financieros mundiales que, sin embargo, no aparecen reflejados en mapas que muestran el IDH o la renta per capita.
El especial valor que le damos a la densidad económica como indicador de un desarrollo más justo se basa en que es una variable que permite observar que existe el desarrollo más allá de los países occidentales, y que la Periferia tiene un interesante potencial económico que ofrecer al mundo.
Además, para componer el IDSE se considera también otra variable económica que nos parece apropiada para “hacer justicia” y reducir la aparente brecha en el desarrollo económico entre el Centro y la Periferia: la tasa de crecimiento medio del PIB en el S.XXI. Considerando el crecimiento medio de cada país a partir del año 2000 se pone en valor el esfuerzo realizado por muchos territorios subdesarrollados, que han conseguido incorporarse al mercado mundial y, con más o menos éxito, han irrumpido en los flujos económicos.
Empujados por la globalización y abriéndose a un mundo sin fronteras y con casi plena libertad económica, países como China, Indonesia, Brasil, Sudáfrica, Argentina, India o México se han convertido en actores principales de la economía mundial y de las relaciones internacionales. Muchos de estos países que se destacan en el siguiente mapa ya no se consideran subdesarrollados o en desarrollo, sino que en este S.XXI se les conoce como países emergentes.
Observando el mapa, se aprecia que el Norte desarrollado pasa a un segundo plano, mientras que es el Sur en desarrollo la zona del mundo que más destaca. Algo que no ocurría en los anteriores mapas de indicadores tradicionales. Los juegos de colores y de vacíos han cambiado y con los indicadores alternativos que vamos a utilizar a partir de ahora serán los países del Sur los que tomen el protagonismo a nivel global, reduciéndose así las diferencias entre el Centro y la Periferia. Es un cambio de actores que traduce a la perfección lo que ha ocurrido en la realidad económica global: el ascenso del Sur y la crisis económica en los países de la Tríada Económica.
Los datos revelan todo lo contrario que cualquier indicador predominante: en los primeros puestos aparecen países de la Periferia y en los últimos países desarrollados occidentales. Así, el ranking de mayor crecimiento económico lo lideran países subdesarrollados como Azerbaiyán, China, Angola o Etiopía, que han crecido a un ritmo medio de más del 8% en los últimos doce años. Muy lejos de ellos, en los últimos puestos, aparecen Italia, Portugal, Grecia, Francia o Alemania, que no han superado un crecimiento medio del 1,5%, debido principalmente a la mencionada crisis y a que tienen un margen de desarrollo menor que sus competidores periféricos, a quienes les queda mucho camino por recorrer para llegar hasta los niveles de desarrollo de Occidente.
Además de indicadores puramente económicos, para la elaboración del nuevo Índice de Desarrollo Socioeconómico (IDSE) se consideran también una serie de indicadores tradicionales que miden el desarrollo social, como el coste de la vida y el estado del bienestar.
Coste de la vida: para medir esta categoría vamos a utilizar la variable Índice de Precios al Consumidor (IPC), un indicador tradicional en el que se valoran los precios de un conjunto de productos que los consumidores adquieren de manera regular (lo que se conoce como cesta familiar), y la variación con respecto del precio de cada uno, respecto de una muestra anterior.
El IPC mide los cambios en el nivel de precios de una canasta de bienes y servicios de consumo adquiridos por los hogares. Se trata de un porcentaje que puede ser positivo, en cuyo caso índica un incremento de los precios o negativo, que refleja una caída de los mismos. En la anterior tabla aparecen los datos referidos a cada país, tomando como dato de referencia Reino Unido (cuyo valor es 100). De esta manera, los productos básicos de la cesta de la compra en Noruega son un 44% más caros que en Reino Unido, y en Bolivia o en Filipinas son un 60% más baratos.
Incluimos este indicador dentro de la dimensión social porque entendemos que refleja información sobre la sociedad antes que sobre la economía, ya que el IPC se elabora sobre productos de necesidad básica, no sobre un consumo cualquiera. Es decir, aunque en un país del Centro como Dinamarca, Australia o Irlanda se puedan comprar más cantidad y diversidad de productos en las tiendas, lo verdaderamente importante es cuánto cuestan los bienes básicos.
Por ello, en el IDSE se le dará más valor a que en países de la Periferia los productos de primera necesidad sean baratos, aunque no tengan videojuegos ni muchas marcas de ropa para comprar.
Estado del bienestar: medido a través de la tasa de suicidios, una variable que a nuestro entender indica de alguna manera el bienestar en el que vive una población, puesto que en una sociedad donde haya muchos suicidios algo está fallando.
Además, es una variable que permite de nuevo poner a muchos países ‘subdesarrollados’ por delante de algunos países del Centro. Considerando como referencia el dato de España (7.6 suicidios por cada 100.000 habitantes en 2011), encontramos varios casos de países del Primer Mundo que sufren altas tasas de suicidios, como Francia (14.7) Estados Unidos (12.0), Finlandia (16.0) o Japón (21.7).
La tasa de suicidios no nos da únicamente información sobre la gente que se suicida, sino que se puede considerar también como un medidor del estrés y de la calidad de vida de las personas en cada país.
En el IDSE se considera como un valor muy importante el estado del bienestar, por ello se premiará el caso de países como Brasil, Filipinas, Costa Rica, Pakistán o Azerbaijan, que tienen tasas de suicidios muy bajas.
Si vertiéramos en un mapa la información que nos da la tasa de suicidios, encontraríamos de nuevo que la dinámica Centro- Periferia se invierte, y los países del Norte tendrían los valores más negativos (altas tasas de suicidios), mientras que los del Sur obtendrían las mejores notas.
Como casos extremos que reflejan esta realidad podemos señalar Corea del Sur (28.1), un país conocido por el estrés que padecen sus ciudadanos y por la alta tasa de suicidios, y por otro lado Jamaica, que con una tasa de 0.1 es el país con menos suicidios del mundo. Lo relevante es que, según la concepción tradicional del desarrollo, Corea del Sur tiene un nivel de vida y de progreso socioeconómico mucho mayor que Jamaica.
Además de las variables tradicionales, podemos valorar el uso de distintos índices y tasas alternativos que nos ayuden a reflejar mejor las sociedades del mundo actual y que, al mismo tiempo, enriquezcan al IDSE.
En cuanto a variables que midan aspectos sociales, acompañaremos la información que nos
dan los medidores del coste de la vida y del bienestar con los siguientes indicadores:
Felicidad y Sostenibilidad: esta categoría es uno de los pilares fundamentales del IDSE, pues consideramos que en estos dos conceptos se ha de basar la medición de la nueva idea de desarrollo, desligada de concepciones economicistas.
La felicidad y la sostenibilidad encuentran su cuantificación en el interesante ‘Happy Planet Index’, un índice alternativo que mide el bienestar humano y ambiental. El Índice Planeta Feliz lo elabora desde el año 2006 la New Economics Foundation (NEF), y se basa en la percepción subjetiva de la felicidad y en la huella ecológica.
Los resultados de este índice arrojan una realidad diferente a la que describen los indicadores tradicionales: según la NEF, los países con mejor puntuación no son los occidentales, sino todo lo contrario: Estados Unidos (puesto 114 de 143 países) y Europa están al final del ranking (España, puesto 62; Italia, puesto 51; Francia, puesto 47). En cambio otros países de la Periferia como Indonesia, Colombia o Vietnam ocupan los primeros puestos de la lista.
Esto quiere decir que el IDH o el PIB per capita sólo reflejan un tipo de desarrollo, y no tienen en consideración factores tan importantes como el bienestar ambiental o el estado de felicidad de la población. Así, un ciudadano de Costa Rica vive mejor que uno de Grecia, aunque éste último haya nacido en un lugar ‘más desarrollado’.
Como veremos más adelante, la ponderación que se le da al Índice Planeta Feliz para componer el IDSE es considerable, puesto que aporta una información olvidada por los indicadores tradicionales.
Usuarios de redes sociales: junto a la medición del bienestar y del cuidado ambiental, es necesario añadir al análisis del desarrollo social un factor que ha sido determinante en los últimos años y que ha cambiado la forma de relacionarse entre las personas: el uso de las redes sociales.
Con más de 1.700 millones de usuarios de redes sociales (fuente: eMarketer, 2013), el uso de las social networks es una de las características principales de la sociedad del S.XXI. En cuanto a su distribución geográfica, nos encontramos con que este fenómeno nacido en Occidente está teniendo mucho más éxito en los países de la conocida Periferia.
Aunque las sedes de Twitter o de Facebook se encuentran en Estados Unidos, los países donde más se utilizan estas herramientas informáticas son algunos como Brasil, Turquía o Indonesia. Atendiendo al ranking de ‘ciudades más tuiteras’ podemos hacernos una idea de lo que suponen las redes sociales en el mundo en desarrollo: las ciudades en las que se publican más mensajes a través de Twitter son Yakarta, Nueva York, Tokio, Londres, Sao Paulo y Bandung (fuente: Semiocast, 2012) . Es decir, tres ciudades occidentales y otras tres de la Periferia.
En el presente trabajo, y como premisa para la elaboración del IDSE, se considera que el número de usuarios de redes sociales es un indicador del grado de desarrollo de un territorio. De esta manera, se debe poner especial atención a los procesos socioeconómicos que están teniendo lugar a nivel global para que nos encontremos con que ciudades como Riyadh o Río de Janeiro tienen más tuiteros que capitales occidentales y desarrolladas como Madrid, Roma o Berlín. Por ello en la valoración de variables para componer el IDSE, el factor ‘redes sociales’ se tendrá muy en cuenta como medidor del desarrollo social y económico.
Por otro lado, en lo referente a medidores alternativos que nos hablen del desarrollo económico, utilizaremos:
Atractivo financiero: una de las características de muchos países de la Periferia es que se están convirtiendo recientemente en destinos de muchas inversiones. Países como Brasil o la India son en la actualidad algunos de los mayores receptores de inversión extranjera directa (IED).
La inversión extranjera es la colocación de capitales a largo plazo en un país extranjero, para la creación de empresas agrícolas, industriales y de servicios, con el propósito de internacionalizarse. Precisamente con el análisis de esta variable (IED) podemos clasificar a los países del mundo, y observar que muchos países que se han considerado subdesarrollados son ahora de gran interés para los mercados internacionales y reciben más inversión que otros países desarrollados.
Así ocurre por ejemplo con Brasil, México, Turquía o Indonesia, que reciben más inversión extranjera que países del Centro como Dinamarca, Corea del Sur, Portugal o Finlandia (fuente: CIA World Factbook, 2013). En el siguiente apartado explicaremos cómo se pondera y valora esta variable a la hora de componer en el IDSE.
Exportación de productos de alta tecnología: para actualizar nuestro indicador y ajustarlo a la realidad del S.XXI, se considerará un factor muy interesante y que, en nuestra opinión, da mucha información del grado de desarrollo de un territorio: la exportación de productos de alta tecnología. Este tipo de productos son altamente intensivos en investigación y desarrollo, como son los productos de las industrias aeroespacial, informática, farmacéutica, de instrumentos científicos y de maquinaria eléctrica.
Aunque parece una variable en la que sacarían mejor puntuación los países occidentales, la dinámica actual del mundo refleja que en realidad son muchos espacios de la Periferia quienes están produciendo y exportando este tipo de productos de alta tecnología. China, India, Malasia, Taiwan, Kazakhstán, Gabón o Tailandia tienen en la exportación de alta tecnología uno de los pilares básicos de su crecimiento económico (ver Fig.7). Son países que han sabido diversificar sus economías y que compensan su ‘atraso’ histórico con un mayor esfuerzo en la modernización de su industria y en la exploración de nuevas formas de crear riqueza.
Este esfuerzo que han tenido que hacer países que durante el S.XX parecían marginados del progreso y encerrados en la Periferia del mundo se intentará compensar y tener en cuenta a la hora de elaborar el IDSE, en el que se aplicará lo que denominamos el ‘filtro de la justicia’, consistente en dar mayor puntuación a los países que exportan productos de alta tecnología pese a tener un IDH más bajo.
Con este último indicador completamos el repaso a las variables que van a formar el Índice de Desarrollo Socioeconómico (IDSE). Se ha procurado mantener un equilibrio entre dimensiones y tipo de indicadores, para asegurar cierto rigor en el nuevo índice (apoyado en variables que ya se consideran fiables y medidoras del desarrollo, como el crecimiento del PIB o el IPC), y al mismo tiempo para proponer nuevas formas de cuantificación del desarrollo, como el número de usuarios de redes sociales o la medición del bienestar social y ambiental. Con esta mezcla de indicadores tradicionales y otros alternativos se pretende encontrar una mejor descripción del desarrollo a nivel global.
En el siguiente apartado se especifica la metodología y el procedimiento para la valoración de cada uno de estos ocho indicadores para, finalmente, elaborar el Índice de Desarrollo Socioeconómico que proponemos en este trabajo.
El Índice de Desarrollo Socioeconómico se obtiene mediante la evaluación de los distintos países en el conjunto de los indicadores seleccionados y no con uno sólo. Es, por tanto, un indicador compuesto que se obtiene mediante un análisis multicriterio sencillo.
En esta ocasión, a diferencia de otros índices que también son compuestos por su naturaleza, los indicadores que lo componen son objeto de una ponderación especial que se recoge en la siguiente tabla:
Como ya habíamos adelantado, para la elaboración del IDSE manejamos dos dimensiones: la social y la económica. Cada una de estas dimensiones viene descrita por cuatro características, que a su vez se miden mediante distintas variables o indicadores. Asignamos un peso del uno al cinco, en función de la importancia que le damos a cada característica.
En cuanto a la dimensión social, creemos que la característica que mejor representa el grado de desarrollo en este aspecto es el nivel de felicidad de la población y el bienestar social y ambiental. Nuestra premisa se basa en que cuanto mayor bienestar se disfruta, mayor desarrollo social hay. Por ello, asignamos el mayor peso, cinco puntos, al indicador Índice Planeta Feliz.
Consideramos también importantes a la hora de medir el desarrollo social de un país la Tasa de Suicidios y el Coste de la vida (medido con el IPC), y en menor medida el número de usuarios de redes sociales que, aunque lo puntuemos con menor peso, es un factor importante por el hecho de ser el elemento diferenciador con respecto a otros indicadores del desarrollo.
Para describir la dimensión económica no destacamos ningún indicador por encima de los demás. Entre los cuatro que manejamos, otorgamos un peso de cuatro puntos a la Inversión Extranjera Directa recibida, que consideramos como un buen reflejo del atractivo financiero de un país, un factor muy importante a la hora de desarrollarse económicamente en el mundo actual.
Con un peso de tres puntos valoramos la tasa de crecimiento reciente del PIB y la densidad económica. Finalmente, con dos puntos damos valor también a la exportación de productos de alta tecnología, que entendemos como un elemento interesante para aportar riqueza a la cuantificación del grado de desarrollo de los países.
Una peculiaridad de nuestro análisis multicriterio es la ponderación de las categorías establecidas. Además haber asignado un peso determinado (entre 1 y 5 puntos) a cada uno de los ocho indicadores, vamos a valorar del 1 al 3 las categorías establecidas tras establecer una serie de rangos. En el caso del Índice de Precios al Consumo, Noruega tiene un IPC de 144,45 (el máximo) y la India tiene el mínimo, con un IPC de 26,70. Sabiendo esto, hemos determinado rangos para establecer tres categorías: Alta (más de 80 puntos en el IPC), Media (entre 40 y 80) y Baja (menos de 40). Cada una de estas categorías se valora de la siguiente manera: la categoría Alta con 1 punto, la categoría Media con 2 puntos y la categoría Baja con 3 puntos. Se pretende así premiar a aquellos países donde el coste de la vida es bajo.
A la hora de medir el bienestar social, una variable como la tasa de suicidios por cada 100.000 habitantes nos da mucha información sobre el estado de una sociedad, y que, teniendo en cuenta la tasa máxima (Lituania: 31,0) y la tasa mínima (Nepal: 0,0), los rangos apropiados para categorizar este indicador deberían ser: más de 12,0 (Alta), entre 6,0 y 12,0 (Media) y menos de 6,0 (Baja). De esta manera, un país como España tendría una tasa de suicidios media (7,6), Japón alta (21,7) y Colombia baja (4,9). En el Apartado 5.2 se analizan algunos países en concreto para relacionar la puntuación que han conseguido en el IDSE y aspectos como la tasa de suicidios. Es una variable especial porque, en su caso, las puntuaciones más altas se valoran con un menor peso: un resultado Alto en la tasa de suicidios se valora con un punto, un resultado medio con dos puntos, y un resultado bajo con tres puntos. Lo hemos decidido así por una sencilla razón: a mayor tasa de suicidios, peor valoración del desarrollo social. Consideramos los suicidios como un indicador negativo del bienestar social.
Por otro lado, en cuanto al número total de usuarios de redes sociales, el país con mayor puntuación en esta categoría es China, con 366 millones de usuarios (datos de la encuesta de eMarketer de 2012), y el mínimo valor lo encontramos en muchos países africanos donde apenas hay un número apreciable de usuarios. Así, hemos determinado que todos los países con más de 20 millones de usuarios de redes sociales obtengan una valoración alta (caso de Estados Unidos, Brasil, Turquía, Francia o Alemania). Entre 10 y 20 millones se situaría la categoría media (Argentina, Colombia, Australia) y por debajo de los 10 millones de usuarios encontraríamos la categoría peor valorada. En este caso las categorías más altas se puntúan con tres puntos, la media con dos y la más baja con un sólo punto. Indicamos así que, en nuestra opinión, un mayor número de usuarios de redes sociales refleja un mayor grado de desarrollo.
El Índice Planeta Feliz tiene su propia puntuación, y sus resultados arrojan que la mejor puntuación son los 64,0 puntos de Costa Rica y la peor son los 22,6 puntos de Botswana. Ante estos datos, nuestros rangos son: categoría alta (más de 50 puntos), categoría media (entre 30 y 50 puntos) y categoría baja (menos de 30 puntos). Como ejemplo, España se situaría en la categoría media, con 44,1 puntos, y Brasil en la categoría alta, con 52,9 puntos. De la misma forma que en el anterior caso, una mayor puntuación en este índice se valora más (categoría Alta, 3 puntos; categoría Media, 2 puntos; categoría Baja, 1 punto).
Con la categorización y valoración de los cuatro indicadores de la dimensión social ya podríamos calcular la primera parte del IDSE, lo que podría denominarse el “Índice parcial de desarrollo social”, pero todavía es necesario realizar el mismo proceso para los indicadores que describen la otra dimensión del desarrollo, la económica.
En cuanto a este segundo bloque de indicadores, hemos comenzado valorando el crecimiento económico del PIB en el periodo 2000-2012. En este tiempo, los países que más han crecido han sido precisamente los periféricos, y las potencias tradicionales se han estancado en su crecimiento (España una tasa media de crecimiento del PIB de un 1,8%, Italia un 0,4%, Francia un 1,3%…). El país que más ha crecido ha sido Myanmar (12,9% de media en estos doce años). A la vista de los resultados, los rangos que hemos propuesto son los siguientes: más de un 4% de crecimiento medio supone la categoría más alta (que se valora con 3 puntos), entre el 2% y el 4% se encuentra la categoría media (valorada con 2 puntos) y finalmente los países que no hayan llegado a una tasa media del 2% se colocan en la categoría Baja, y reciben una valoración de un sólo punto.
Por otro lado, la densidad económica, medida a través de la división entre el PIB y la superficie, intenta reflejar la capacidad de producción económica que tiene cada país por unidad de superficie, y si bien es cierto que tendría más sentido analizarla si tuviéramos información por regiones, para conocer qué territorios dentro de cada país son económicamente más activos, en este caso utilizamos este medido a escala nacional para tener otra variable más con la que medir la fuerza económica de los países. Aun así, como hemos adelantado en el Apartado 3.2, el IDSE tendría una mayor potencialidad si hubiera sido posible conseguir datos más desagregados, especialmente en esta variable de la densidad económica.
La exportación de productos de alta tecnología (como porcentaje del total de exportaciones) se valora de la siguiente manera: los países que tengan un porcentaje mayor al 10% entrarán en la categoría Alta, y obtendrán una valoración de 3 puntos. Entre el 5% y el 10% se situarán en la categoría Media, con dos puntos, y aquellos cuyas exportaciones en productos de alta tecnología no lleguen al 5% quedarán en la categoría más baja, recibiendo un punto. De esta forma, países como Corea del Sur, que exporta un 26,2% de este tipo de productos obtendrían la mejor valoración.
En cuanto al volumen de inversión extranjera directa recibida, todos los países que reciban anualmente más de 200.000 millones de dólares en IED serán valorados en la categoría Alta, con tres puntos. Volúmenes de IED entre los 100.000 millones y los 200.000 millones supondrán la categoría Media, valorada con dos puntos. Y por debajo de los 100.000 millones estarán los países de categoría Baja, valorados con un punto.
En el caso de estas dos últimas variables económicas, el cálculo de la valoración va a contar con un elemento de análisis especial. Basándonos en la idea de que la situación de desigualdad se debería intentar equilibrar recompensando a los territorios que mayores dificultades arrastran, vamos a aplicar el filtro de la justicia. Con ello se pretende, como su propio nombre indica, hacer justicia a la hora de medir el desarrollo. Por ejemplo, no es lo mismo que Estados Unidos exporte al año n productos de alta tecnología a que lo haga la India, porque EEUU tiene unos niveles de vida y un estado de progreso generalizado que no tiene la India. Por ello, la producción de alta tecnología de la India será más valorada en el IDSE que la de EEUU, puesto que es mayor el esfuerzo que tiene que realizar un país como la India para exportar una unidad de alta tecnología.
Otro caso ejemplificador podría ser el de Tailandia, que, con un IDH de 0.690 exporta más productos de alta tecnología que Italia, un país mucho más desarrollado (IDH de 0.881). En cualquier indicador tradicional, Italia conseguiría mejor puntuación en este aspecto que Tailandia, pero en el IDSE, y aplicando el efecto multiplicador del filtro de la justicia, los resultados situarán a Tailandia por encima de Italia en lo que se refiere a la exportación de productos de alta tecnología. De esta manera entendemos que se valora el esfuerzo de los países de la Periferia para insertarse en la dinámica del mundo globalizado actual.
Como veremos más adelante, al realizar este efecto multiplicador se están generando unos datos sobre el desarrollo económico que no se alejan mucho de la realidad actual.
En un sencillo ejercicio de aplicación del filtro de la justicia se observa cómo cambia la valoración de las categorías para distintos países una vez aplicado el efecto multiplicador, que como hemos señalado depende directamente del IDH. De esta forma, los resultados en los indicadores Inversión Extranjera Directa y Exportación de Alta Tecnología se multiplican por 1, 2, 3 o 4 en función de si el IDH es Muy Alto, Alto, Medio o Bajo, respectivamente.
Tras hacer esta operación, un país como Indonesia (IDH Medio) adelanta en los niveles de valoración a otro como Dinamarca (IDH Muy Alto). Entendemos que es justo considerar mejor (o valorar más) el nivel de IED o la exportación de productos de alta tecnología de un país periférico como Indonesia, que hasta hace dos décadas estaba marginado y empobrecido.
Una vez obtenidos los resultados y tener las valoraciones de los ocho indicadores, podemos pasar al proceso de obtención del Índice compuesto de Desarrollo Socioeconómico, que se detalla en el siguiente punto.
El cálculo final del ISDE se realiza siguiendo la secuencia explicada en este apartado. Para facilitar su compresión vamos a calcular el IDSE paralelamente para tres países tomados como ejemplo. En la siguiente tabla se presentan los datos originales para cada uno de los ocho indicadores:
a) Índice de Precios al Consumidor (IPC)
b) Tasa de suicidios (por cada 100.000 habitantes)
c) Usuarios redes sociales (en millones de personas)
d) Índice Planeta Feliz (máximo: 64.0, mínimo: 22.6)
e) Crecimiento económico del PIB (porcentaje medio del periodo 2000-2012)
f) Índice de Densidad Económica (en millones de dólares por km2)
g) Exportación de Alta Tecnología (en % del total de exportaciones) * aplicado el filtro de la justicia
h) Volumen Inversión Extranjera Directa (en miles de millones de dólares) * aplicado el filtro de la justicia
En la siguiente tabla encontramos que los valores obtenidos por cada país en el indicador correspondiente aparecen sustituidos por dos nuevos valores que son en realidad puntuaciones según los criterios establecidos para el análisis en el apartado anterior.
La puntuación simple describe la categoría en la que se incluye el valor obtenido. Por otro lado, la puntuación ponderada, se obtiene al multiplicar dicha puntuación simple por el peso asignado al indicador correspondiente. Con los valores de la puntuación ponderada se calcula el Índice parcial de cada dimensión.
El ‘estado del bienestar’ es una de las cuatro características que describen la dimensión social, y se mide mediante el indicador Tasa de suicidios (b). La puntuación simple de Colombia en este indicador es de 3, porque el valor original era 4.9, lo cual supone que pertenece a la categoría baja, que se puntúa con tres puntos. La puntuación ponderada es de 9, porque el ‘estado del bienestar’ tiene un peso en el IDSE de 3 puntos, de modo que al multiplicarlo por los 3 puntos de la puntuación simple da un total de 9. En los demás indicadores de Colombia se ha aplicado el mismo procedimiento, de modo que las puntuaciones simples son 2 (a), 3 (c) y 3 (d), y las ponderadas 8, 6 y 15, respectivamente para cada variable.
La tabla incorpora por último lo que hemos denominado un índice parcial de la dimensión social, que es la suma de las puntuaciones ponderadas y que valora de forma sintética el comportamiento del país en este primer conjunto de indicadores del IDSE. Los resultados para estos tres países que tomamos como ejemplo muestran que un país occidental y central como Bélgica obtiene menor puntuación (19 puntos) que otro periférico como Indonesia (41 puntos). En este caso, en todos los indicadores descriptivos del desarrollo social ganan los países periféricos.
En el caso del cálculo del índice parcial de la dimensión económica, el proceso es similar. Tomando por ejemplo el caso del indicador crecimiento económico del PIB (e), observamos que la puntuación simple de Bélgica es de 1, porque el valor original (1.4%) está dentro de la categoría Baja, que se valora con un sólo punto. En cambio Indonesia tiene una puntuación simple de 3, porque el crecimiento medio del PIB en su caso ha sido del 5,3%, que equivale a la categoría más alta, valorada con tres puntos.
Cada uno de estos valores simples se multiplica, en el caso del indicador crecimiento económico, por 3, ya que éste es el peso asignado a esta característica del desarrollo económico. De esta forma, los resultados para la puntuación ponderada en el caso de Bélgica es 1 x 3 = 3 y para Indonesia 3 x 3 = 9
En el caso del indicador Índice de densidad económica (f), Colombia había obtenido una puntuación original de 324.000 millones de dólares producidos por kilómetro cuadrado, lo cual equivale a la categoría Media, valorada con 2 puntos en la puntuación simple. Para calcular la puntuación ponderada hay que utilizar el peso asignado a dicha variable de densidad económica, que en este caso es 3. Multiplicando 2 (puntuación simple) por 3 (peso asignado al indicador), da un total de 6 (puntuación ponderada).
La puntuación de la dimensión económica de estos tres países refleja que, en cuanto al desarrollo económico, los países centrales como Bélgica no están tan alejados de los países de la Periferia como ocurría con la dimensión social. Colombia e Indonesia obtienen una puntuación total de 33, muy poco por encima de los 30 puntos de Bélgica. Hay que recordar el efecto multiplicador del filtro de la justicia, que ha permitido que Indonesia y Colombia obtengan una mejor valoración en los indicadores de inversión extranjera y alta tecnología.
En el apartado anterior hemos obtenido dos valores para cada país, en concepto de índices parciales que sintetizan las puntuaciones obtenidas en la dimensión social (Tabla 14) y en la dimensión económica (Tabla 15). A continuación realizaremos el cálculo final del IDSE, compuesto precisamente por la suma de los dos índices parciales obtenidos mediante el proceso señalado en el apartado 2.3.
Vamos a considerar quince países que reflejan las distintas realidades sociales y económicas del mundo actual para analizar y visualizar los datos.
Al tratarse de un índice compuesto, una de las mejores formas de visualizar los resultados del IDSE consiste en realizar un diagrama de dispersión, en el que los dos ejes sean la dimensión social (eje x) y la dimensión económica (eje y).
Al verter la información sobre los dos ejes, se forma una nube de puntos que coloca a cada país en un recuadro concreto, significando así el grado de desarrollo social y económico que tiene cada uno. El cuadrante superior derecho indica los mayores valores en el IDSE, y el que queda en la esquina inferior izquierda representa los valores más bajos.
En cuanto a los quince países de los que hemos calculado el IDSE, observamos que son los periféricos quienes mejor puntuación reciben en general, particularmente los asiáticos (Indonesia, China, Malasia…) y los americanos (Brasil, Colombia…). El país central con mejor puntuación es Estados Unidos, con una valor total en el IDSE de 60 puntos (30 puntos en desarrollo social y otros 30 en desarrollo económico).
Los países europeos tienden a obtener alta puntuación en el desarrollo económico, pero sufren valores más bajos en la dimensión social. Esto se debe principalmente a que los europeos tienen altas tasas de suicidios, un mayor coste de la vida y un Índice Planeta Feliz más bajo, en comparación con los países de Latinoamérica, África o Asia.
Los países periféricos se ven beneficiados en el IDSE por la valoración positiva de un coste de la vida bajo, una bienestar ambiental notable y una baja tasa de suicidios. Por todo ello superan en la dimensión social del desarrollo a los demás países centrales, aunque éstos estén económicamente más desarrollados. Aun así, encontramos también países periféricos con un buen desarrollo económico, como Malasia, Nigeria o China, que tienen, como comprobaremos más adelante, un potencial económico muy grande.
De los quince países que hemos considerado para este breve comentario, el que más puntuación ha obtenido es Indonesia, que disfruta de 41 puntos en la dimensión social y de 33 en la económica. China se posiciona como el país más desarrollado económicamente, con 36 puntos, pero tiene una puntuación de 27 en la dimensión social. Precisamente en esta dimensión del desarrollo lideran los países latinoamericanos: Brasil y Colombia obtienen una puntuación de 38, fruto de un coste de la vida bajo, una tasa de suicidios muy baja, un gran número de usuarios de las redes sociales (más de 20 millones cada uno) y una alta puntuación en el Índice Planeta Feliz.
Para visualizar mejor esta jerarquización según los valores obtenidos, a continuación mostramos el ranking de los 30 primeros países según el IDSE:
A la vista de los resultados, y considerando para ello todos los países analizados (un total de 140), podemos categorizarlos según si su IDSE es Muy Alto, Alto, Medio o Bajo. Estos son los rangos que vamos a manejar, acompañados por una serie de países como ejemplo.
Una vez establecidas las categorías que dividen el IDSE en Muy Alto, Alto, Medio y Bajo, podemos reflejar los datos en un mapa como el siguiente:
Una vez elaborado y calculado el nuevo Índice de Desarrollo Socioeconómico, podemos comprobar su eficacia a la hora de medir el desarrollo y el potencial socioeconómico de los países haciendo un repaso de cuáles son los resultados en distintas zonas del mundo.
Como se aprecia en el mapa anterior, el IDSE uniformiza los valores a nivel global, de forma que los contrastes se atenúan, como se observa entre Europa y África, o entre Sudamérica y Norteamérica. Aparecen una serie de potencias en la Periferia que superan a los líderes occidentales. Así, China, Brasil, India o México obtienen una nota superior a Italia, Reino Unido o España.
Haciendo un repaso por regiones se aprecia mejor la función del IDSE en su empeño por reducir desigualdades en los niveles de desarrollo.
En el continente americano observamos resultados homogéneos, desde Canadá hasta Argentina la mayoría son buenas puntuaciones en el IDSE, pero los factores que explican dichas puntuaciones son distintos. Mientras que en Norteamérica los países son fuertes en la dimensión económica, en Sudamérica y Centroamérica destacan las valoraciones positivas en aspectos del desarrollo social, como el bienestar ambiental, el coste de la vida o la tasa de suicidios.
Por otro lado, encontramos el perfil de los grandes países emergentes, que lideran el ranking del IDSE para la región: Colombia, México, Brasil o Argentina. Son países que han obtenido una buena puntuación tanto en la dimensión económica como en la dimensión social, y que consiguen superar a potencias como Estados Unidos por la intervención de ambos factores (aunque pierden toda comparación económica frente a EEUU), y también por el efecto del filtro de la justicia, que otorga una mayor puntuación a los países menos desarrollados (según el IDH). Todos los países del TOP 5 tienen un IDH inferior al de Estados Unidos, en cambio todos le superan en el IDSE.
Otro de los factores que explican las altas puntuaciones de países como Brasil, Colombia o México es la buena valoración que han obtenido en lo referente al uso de las redes sociales, un elemento de análisis novedoso para un índice que pretende medir el desarrollo. Por ejemplo, Brasil es el tercer pías con mayor número de usuarios de Facebook (58 millones) y México el quinto (38 millones). Estos datos hablan de una sociedad que, aunque vive geográficamente en la periferia, está conectada al mundo global de una forma tan directa como un ciudadano de París o Londres.
La zona más poblada del mundo es también una de las más importantes enconómicamente, hasta el punto de que está propiciando un rebalanceo de los polos de poder, de forma que el centro financiero del mundo dejará pronto de ser Europa para ser el Este de Asia.
Teniendo en cuenta el potencial de esta región, los resultados del IDSE no deben sorprendernos. El país con mayor desarrollo económico y social (según los indicadores manejados), es la India, con 75 puntos. Inmediatamente detrás aparece otro gigante asiático, Indonesia, uno de los ‘ganadores’ del IDSE. Tras ellos, Tailandia, Filipinas y Malasia acompañan a China para cerrar los primeros puestos. La clave del éxito de estos países está en el equilibrio entre sociedades donde, por motivos culturales y religiosos, impera el bienestar (tasas de suicidios muy bajas, por ejemplo) y al mismo tiempo economías de un rápido crecimiento y que se han adaptado a los tiempos de la globalización.
Todos los países del TOP 6 del Este de Asia superan en el IDSE a los países europeos. Como se observa en las siguientes tablas, los países que forman la ASEAN (Asociación de Naciones del Sudeste Asiático) son potentes tanto en la dimensión social del desarrollo como en la dimensión económica.
Reciben grandes volúmenes de inversión extranjera directa, son productores de material de alta tecnología, tienen una gran densidad económica (por ser países con poca superficie), y además sus poblaciones viven más felices que las europeas. Por todo ello, es lógico que un país como Indonesia supere en el IDSE a otro como España. Prácticamente gana en todas las variables que se consideran para componer el índice.
El continente africano suele ser el gran olvidado de los indicadores tradicionales, y, si bien el IDSE ha dado protagonismo a algunos países de África, no ha conseguido el propósito de visualizar el potencial social y económico de este continente. Debido a problemas de escala de análisis, no se ha podido reflejar el potencial económico de la región de los Grandes Lagos, o la importancia social que tiene la costa del Golfo de Guinea, uno de los espacios más poblados del mundo.
Por otro lado, el crecimiento demográfico de Nigeria le ha permitido superar a Sudáfrica como primera economía africana, con un crecimiento medio del PIB del 6,4% (seis veces más rápido que España en el periodo 2000-2012).
Los países árabes del norte de África siempre han mostrado datos más positivos en el IDH, el PIB y cualquier indicador tradicional. Con el IDSE ocurre lo mismo. Marruecos, Túnez, Libia o Egipto consiguen buenas puntuaciones en este índice.
Una vez repasado brevemente los resultados del IDSE, debemos comprobar si el nuevo indicador propuesto cumple los objetivos que nos habíamos marcado en el Apartado 3.1 – ¿Qué se quiere reflejar?, donde especificábamos dos objetivos:
• Reflejar otros tipos de economías (economía alternativa, sostenible, ecológica, del decrecimiento… etc.)
• Reflejar otros temas (medio ambiente, TICs, uso de las redes sociales…)
Podemos asegurar que hemos cumplido los objetivos, puesto que para la composición del IDSE se han tenido muy en cuenta otros temas para medir el desarrollo, como la alta tecnología o las redes sociales o los suicidios, y también otros tipos de economía, como la consideración de la huella ecológica, la valoración positiva de un coste de vida bajo… etc.
Sobre si el IDSE ha conseguido reflejar de forma correcta estos factores, también consideramos que han sido satisfactorios los resultados obtenidos, pues al compararlos con los datos que aportan otros indicadores, observamos claros cambios en la forma de medir los grados de desarrollo de cada país.
Como ejemplo, sirva la comparación de la siguiente tabla, en la que se confirma cómo el IDSE consigue cambiar las categorías en las que se inscribe cada país. En este caso, Finlandia aparenta tener un mayor grado de desarrollo social y económico que Tailandia, puesto que tiene un IDH Muy Alto, mientras que el país asiático tiene un IDH Medio. En última instancia, la aportación del IDSE viene a ser el cambio de categorías de los países en el grado de desarrollo. Como se observa, las puntuaciones del IDSE reflejan todo lo contrario para este caso: Tailandia tiene un IDSE Muy Alto y Finlandia un IDSE Medio.
¿Por qué ocurre esto? Todo depende de las variables que se consideren oportunas para medir el desarrollo. Finlandia tiene mucha educación, muchos médicos por habitante, sufre poca contaminación… pero tiene una alta tasa de suicidios y una alta tasa de armas de fuego por habitante. Tailandia no tiene un gran PIB per capita, y atendiendo al IDH parecería que es un país muy poco desarrollado. Y lo es, según la concepción del desarrollo de la óptica occidental, pero los resultados del IDSE arrojan que es un país con un alto desarrollo social y económico.
Los datos (a parte del IDSE) evidencian que Tailandia tiene una economía que no es no excesivamente grande, pero que es suficiente. Además, la calidad de vida es muy alta, el daño al medio ambiente mínimo, el coste de la vida es bajo y el índice de felicidad es mucho más alto que en Finlandia. Un ejemplo revelador para el caso: en Tailandia la tasa de suicidios es de 9 por cada 100.000 habitantes, en Finlandia es casi el doble, 16. Esta información, aunque no sea de forma convencional, nos dice mucho sobre la dimensión social de un país.
A la vista de los resultados del IDSE, podemos concluir que los países mejor puntuados coinciden con los denominados países emergentes (y no es fruto de la casualidad). Tomando como ejemplo los informes del BBVA Research sobre los países que liberarán la economía mundial en el futuro próximo y haciendo caso a lo que el economista Jim O’Neill adelantaba en su libro El mapa del crecimiento (2011) observamos que, efectivamente, hay una serie de países que todos los indicadores (también el IDSE) señalan como especiales.
Como apuntan los estudios macroeconómicos, varios países que hace pocas décadas eran subdesarrollados se están acercando, e incluso adelantando, a los países centrales. Por ejemplo, Malasia o Chile ya son economías más competitivas en el mundo global actual que España o Italia (ver Fig.9). Según los análisis del BBVA Research, los países emergentes son China, India, Rusia, Brasil, México, Corea del Sur, Indonesia, Egipto, Taiwán y Turquía. Los economistas han llamado a estos países ‘EAGLEs’, acrónimo de Emerging and Growth-Leading Economies.
De acuerdo con las previsiones del BBVA Research, el incremento mundial del PIB en la década 2010-2020 será de 41 billones de dólares. La participación de los EAGLEs será ligeramente superior al 50%, mientras que la cuota del G7 solo alcanzará el 14%. Es decir, países que hace poco eran periféricos van a liderar el desarrollo económico mundial.
Si nos fijamos en los estudios de Goldman Sachs y de Jim O’Neill, quien ya acertó en el año 2001 cuando vaticinó que los BRICs (Brasil, Rusia, India y China) liderarían el crecimiento de la década 2000-2010, para el futuro próximo también apuntan a los mismos países que el BBVA y que el IDSE.
En un informe de 2005, Jim O’Neill presentó los Next Eleven (N-11), los “próximos once”, que en este caso hacía referencia a Bangladesh, Corea del Sur, Egipto, Filipinas, Indonesia, Irán, México, Nigeria, Pakistán, Turquía y Vietnam. En la siguiente tabla se resumen los países que, según cada estudio, tienen mayores posibilidades, por sus características socioeconómicas, para desarrollarse a una velocidad especialmente rápida.
Los resultados del IDSE se pueden confirmar como acertados, al menos en lo que se refiere a la consideración de una serie de países con un gran potencial de desarrollo que los indicadores tradicionales no han sabido reflejar. Estos países en los que varios estudios y el IDSE coinciden son periféricos, y aunque siguen arrastrando problemas típicos de países en desarrollo, no se puede obviar su gran aportación al crecimiento económico y su rápida inserción en el progreso social. Por ello, era necesario que surgiera un indicador alternativo que reflejara y valorara a estos países que, en pocos años, superarán definitivamente a muchas economías del llamado ‘mundo desarrollado’.
La medida del desarrollo es un ejercicio en el que se mezclan los métodos científicos con la profesionalidad y la subjetividad. Es inevitable considerarlo así, y más teniendo en cuenta que no hay unanimidad en determinar qué es el desarrollo.
Según de qué concepto de desarrollo se parta, la medición del mismo será muy diferente. Como se ha apuntado en la introducción del presente trabajo, a lo largo del S.XX se fue aceptando la visión economicista del desarrollo desde una óptica exclusivamente occidental, y aun hoy en día muchos siguen manteniendo que el desarrollo equivale al crecimiento económico.
Frente a esa visión, desde hace unos años han ido apareciendo nuevas teorías y nuevas formas de entender el desarrollo, que apuntan en la dirección hacia un cambio de mentalidad: hay mucho más allá de la economía. No se puede pretender conocer (ni etiquetar) a un país analizando su renta per capita o la cantidad de automóviles que consume. El desarrollo es algo más que un dato sobre el PIB.
Con el objetivo de incorporar otras concepciones del desarrollo y utilizar distintas variables para describirlo, con el IDSE hemos propuesto una medida alternativa. No es perfecta, ni mucho menos. Y es susceptible de varios cambios (en la elección de indicadores, en la ponderación de los mismos, en la valoración de las categorías…). Una metodología que puede discutirse no nos impide, sin embargo, considerar interesante la propuesta hecha. Era necesario reflexionar y plantear nuevas maneras de cuantificar algo tan importante (y tan abstracto) como el desarrollo.
Con el Índice de Desarrollo Socioeconómico no se pretende establecer un nuevo indicador que sustituya a los tradicionales, sino experimentar sobre otras posibilidades a la hora de analizar los tipos de desarrollo. Porque desarrollos hay muchos. Tantos como países.
En un mundo tan diverso y heterogéneo como el actual no se puede medir el desarrollo de forma homogénea y con indicadores que, por cierto, han sido establecidos y son calculados por los países occidentales. Se deben plantear alternativas a la óptica occidental. El mundo es multi-polar, y no corresponde a Europa o a Estados Unidos liderar ningún tipo de análisis.
El análisis ha de contar con todos los actores del escenario internacional, porque, además, muchos de los que en el S.XX fueron actores secundarios cada vez tienen más protagonismo.
El segundo propósito del IDSE estaría relacionado precisamente con esta última cuestión: la aparición de nuevos protagonistas en los espacios periféricos merece ser atendida, y exige un cambio en la visión del mundo como un espacio polarizado entre un Centro desarrollado y una Periferia marginada del progreso.
El reequilibrio de poderes, el cambio en la geopolítica, las nuevas relaciones internacionales y la expansión de la globalización económica son factores que han propiciado lo que hemos comentado en la parte final de este trabajo: hay países que hace unos años se consideraban subdesarrollados y que hoy son el centro de atención de inversores, economistas y políticos.
Así, el IDSE, además de reflejar nuevas temáticas (como la consideración del número de usuarios de redes sociales como un indicador del desarrollo social) y de apoyar concepciones de economías alternativas, nace con el objetivo de rescatar de la Periferia del mundo a todos aquellos países que los índices convencionales no han sabido valorar.
A lo largo del trabajo se ha demostrado con varios ejemplos que hay muchos países que con el IDSE adquieren la importancia internacional que merecen, superando por méritos propios a otros que se dicen desarrollados. De nuevo, es un punto de fricción del que pueden surgir intensos debates y críticas, pero todo depende de la óptica con la que se midan las cosas y de lo que se entienda por desarrollo.
Sea como fuere, el Índice de Desarrollo Socioeconómico ha resultado ser:
• Menos sesgado que los indicadores tradicionales, puesto que beneficia a todos los países de la Periferia, y no deja a ninguno en situación de marginalidad.
• Más complejo, pues considera hasta ocho variables distintas que describen dos dimensiones básicas del desarrollo: la económica y la social.
• Más actual, porque maneja concepciones modernas del desarrollo, incluyendo temáticas propias del S.XXI, como las nuevas tecnologías, y también variables que miden temas relacionados con el medio ambiente.
• Revelador de contrastes distintos, porque realza cualidades de la Periferia y describe posibles debilidades de los países del Centro.
• Atenuador de diferencias, deja patente que hay varios tipos de desigualdades y que no es tanta la brecha entre el Centro y la Periferia.
• Descriptor de la realidad económica del S.XXI, ya que, a diferencia de otros indicadores, pone de relevancia el ascenso del Sur, la aparición de países emergentes que ya superan en varios indicadores a países del Centro.
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Esta entrada fue modificada por última vez en 27/10/2015 19:58
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